Por:Mauricio Fernández Díaz
Ciudad Victoria.-El 5 de junio de 2022 los tamaulipecos expresaron su deseo de tener un gobierno diferente, con otra visión de desarrollo y progreso. Por eso eligieron a Morena, por eso retiraron el apoyo casi total que alguna vez dieron al PAN cuando ocupó 21 de 22 diputaciones locales. Es decir, ocurrió un cambio de rumbo, no de personas, pero el único que se opuso fue Francisco García Cabeza de Vaca, quien armó un tinglado legal para retener el control del sistema de justicia cuando llegara el gobierno morenista; casi se sale con la suya. Por suerte, ya está siendo derrotado.
Se suele llamar gratuitamente “batalla” a cualquier campaña electoral, aunque los hechos no lo justifiquen, pero eso precisamente tuvo que enfrentar Américo Villarreal Anaya para subir a la gubernatura. Cabeza de Vaca supo fortalecer su influencia con ayuda de asesores y sobornos, y dejó incondicionales en la Fiscalía General y en el Tribunal de Justicia.
A pesar de los candados, con sudor y esfuerzo, el doctor Villarreal ganó a Cabeza de Vaca no una sino dos batallas: la del 5 de junio y la del martes 20 de diciembre, esta última en el Congreso del Estado.
La 65 Legislatura aprobó en comisiones derogar las reformas que creaban la “super fiscalía” a Irving Barrios Mogica, funcionario ligado con el PAN y Cabeza de Vaca. Con la mayoría de la Diputación Permanente, se acordó eliminar las facultades abusivas que los panistas le habían concedido, facultades calificadas en su momento de metaconstitucionales.
Ante el reajuste, un patético Félix el “Moyo” García Aguiar pidió que se retiraran los dictámenes del orden del día, pero le aplicaron la ley del hielo o del desprecio, la misma que él utilizó contra Morena cuando diseñó la ley al capricho del reynosense.
Esa ley absurda, que convertía a Irving Barrios en un segundo gobernador o en el hombre más fuerte de Tamaulipas después del titular del Poder Ejecutivo, es un museo de acciones autoritarias a disposición de un solo hombre. Le otorga el mando del Centro General de Coordinación, Comando, Control, Comunicaciones, Cómputo e Inteligencia (C5), de la Unidad de Inteligencia Financiera y Económica (UIFE), y del Secretariado Ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública. También le da la facultad de nombrar al Fiscal Anticorrupción, al Fiscal Electoral y a fiscales especialidades.
Con el fin de retenerlo en el cargo, establecieron que solo podían removerlo con las dos terceras partes de la votación del Congreso, como si Irving Barrios valiera lo mismo que la Constitución Política de Tamaulipas.
Todos estos despropósitos se harán añicos una vez que entre el proyecto nuevo a la 65 Legislatura en sesión extraordinaria. Antes de la elección esto había sido imposible: el PAN controlaba la mayoría parlamentaria y aprobaba los asuntos a su conveniencia. Pero después esos votos o diputados se le voltearon por una mínima diferencia, y ahora los asuntos se aprueban a favor de Morena.
De acuerdo con Úrsula Salazar Mojica, coordinadora de los diputados de la 4T, la nueva iniciativa devuelve al gobernador las facultades que le correspondían a través de la Secretaría de Seguridad Pública, y enmienda las de la Fiscalía General de Justicia a las funciones del espíritu original, sin exceso de poderes ni privilegios.
De este modo, el caballo de Troya que fabricó el cabecismo para invadir los espacios de poder aunque no tuviera el mandado constitucional comienza a desmantelarse.
Se le quita el control de las cámaras de videovigilancia, las escuchas telefónicas, al rastreo de personas a lo largo y ancho de la ciudad. De ese tamaño era la amenaza.
Se le quita el control de intervenir cuentas bancarias y congelarlas, y el registro de propiedades y bienes de alto valor.
Los morenistas se sentían vulnerables con esos poderes especiales en manos del fiscal cabecista, pero en realmente esa fragilidad era de todos los ciudadanos. Hubiera bastado enemistarse o divergir con los hermanos Cabeza de Vaca para sufrir su venganza, como hicieron justamente lo largo de los últimos seis años.
Este es un regalo de Navidad que aceptarán de buen gusto todos los ciudadanos, y que será digno de recordarse. Porque la Navidad celebra la paz, pero el cabecismo, la división.