Por:Mauricio Fernández Díaz
Elección extraordinaria en Tamaulipas provoca desinterés ciudadano
Ciudad Victoria.- En Morena hay hasta cinco aspirantes a la candidatura de lo entusiasmados que están; en Acción Nacional, pudiendo tomar esta vez una decisión sensata, agachan la frente a los designios del exgobernador, y en el PRI se agitan las figuras en busca de la oportunidad. En los partidos vuelven las encuestas, los operadores y la actividad intensa con fines políticos. En las calles, los ciudadanos desesperan de ver cómo completan “el chivo”, golpeados por la inflación, y no piensan ni por casualidad en la elección extraordinaria de senador que tendrá lugar en febrero de 2023.
Esto no implica una toma de postura definitiva o que nadie vaya a las urnas en la fecha indicada. Con el correr de los meses puede despertar el interés en los comicios, pero estará lejos del furor que caracteriza a las elecciones mayores. Todavía queda en los partidos cierto magnetismo para mover a la gente, aunque cada vez menos; las personas se sienten decepcionadas de los partidos tradicionales desde hace unos años, y ya no se comprometen con ellos; cuando votan, lo hacen por la popularidad del candidato, como Andrés Manuel López Obrador, no por las siglas. Y su desconfianza es fundada y real ante las prácticas deshonestas de todos los partidos, incluido Morena.
¿Democracia, respeto, libertad? Quien busque alguno de estos valores no los hallará en el PAN, ni en el PRI ni en Morena, menos en sus aliados, por ser más reducidos de estructura y de miembros. La nueva convocatoria para registrar a los candidatos a la senaduría vacante revelará, una vez más, los arraigados vicios de los partidos en Tamaulipas, sus trampas y sus fraudes para engañar a la militancia. Este es el riesgo que encaran en la elección extraordinaria, más que la oportunidad.
En Acción Nacional deberían verlo justamente como una oportunidad para reconciliarse con la gente y defender de nuevo sus reclamos, sobre todo ahora que algunas decisiones de Morena tienden a perjudicar a los ciudadanos, como ocurre en el municipio de Ciudad Victoria. Una cara nueva, una agenda clara y concreta, ese sería un buen inicio para el PAN. Pero eso está lejos de suceder mientras Francisco García Cabeza de Vaca tenga las garras metidas en el partido, y la dirigencia esté controlada por un monigote.
Luis, el “Cachorro” Cantú (¿habrá un peor apodo para un líder, para un dirigente?) acaba de anunciar que la carta fuerte para los panistas es Cabeza de Vaca. Mentira: esa es la carta trivial, la perdedora. Nada haría más felices a los morenistas que medirse con el reynosense en una campaña. Más bien, Luis Cantú quiere justificar la imposición de su jefe y cerrarle las puertas a cualquier aspirante.
“Al final de cuentas –dice el Cachorro–, es alguien que va saliendo, es alguien que ha hecho un trabajo y al final de cuentas, dentro de la militancia, tiene un arraigo, un liderazgo, al final de cuentas nos puede dar un buen resultado”.
Por lo tanto, si los militantes panistas soñaban con un renacimiento de su partido, con un regreso a las bases, a la doctrina democrática y humanista, solo tendrán autoritarismo y desdén. Lejos de renacer, la elección extraordinaria puede convertirse en la muerte definitiva del PAN en Tamaulipas, en el que sus integrantes, cansados del egocentrismo cabecista, preferirán salirse o pasar a otro partido, incluso al bando de su enemigo, Morena.
Pero en la Cuarta Transformación parecen cojear del mismo pie. La senaduría vacante, que se votará en febrero del año próximo, ha despertado nuevamente la ambición de las mismas caras que ya conocen los morenistas, y que no son precisamente fundadores, militantes de larga trayectoria ni luchadores sociales. Para su desgracia, es casi un hecho que el candidato de Morena vaya a ser un expriista o un expanista.
Los más posicionados para la candidatura son Luis Lauro Rodríguez, Maki Ortiz o José Ramón Gómez, ninguno de los cuales acompañaba a López Obrador en los movimientos populares de 2006 y 2012. De hecho, no lo hacían ni en 2018, pero lograron meterse después con buenas cartas de recomendación, que los mal pensados llaman fajos de dinero.
Hay en Morena perfiles con verdadero prestigio y alta aprobación, como Mario López Rodolfo González Valderrama y el mismo Adrián Oseguera Kernion, cualquiera de los cuales podría ganar la senaduría. Pero ellos se han volcado a cumplir con la enorme responsabilidad de sus cargos y dedican poco tiempo a la grilla, a los amarres y negociaciones, de donde salen realmente esas posiciones. Ellos son líderes genuinos y han demostrado con hechos su lealtad al movimiento lopezobradorista.
Sin embargo, es el tipo de personas que los grillos profesionales quieren bloquear. Solo piensan en acomodar a alguien afín al gobernador Américo Villarreal para ganarse su simpatía. No pueden permitir que alguien más llegue porque podría crecer y eclipsarlo. Estos lambiscones, en realidad, no conocen al doctor Villarreal, un hombre más empeñado en servir a los tamaulipecos que en engrandecerse a sí mismo.
En Morena, también, la elección extraordinaria va a sacar a la superficie la manipulación de los procesos internos y el favoritismo que tanto ha perjudicado a la 4T en las últimas elecciones. Del PRI sobra cualquier comentario, ya que es el maestro de todos ellos en las trampas y las prácticas antidemocráticas. Es un error decir que el Revolucionario Institucional está desapareciendo o que lo va a hacer: ha infectado a los demás, y ahora Morena y el PAN se están “priizando”.
Ante este reparto del poder a espaldas del ciudadano, es entendible la indiferencia con que la gente ha recibido la noticia de la elección extraordinaria. ¡Y lo que va a costar! 125 millones de pesos para un solo cargo, y de un año y medio de duración. A final de cuentas, por muchas campañas, auditorías y conteo de votos, ¿qué ganan las familias o los trabajadores?