Política

Con la misma piedra y el cuento de James Thurber

Por: Vicente Hernández

El reciente conflicto de Rusia con Ucrania, aunque lo vemos a través de los noticieros televisivos y lo sentimos muy alejado de nuestra área de confort, pero no debiéramos de pensar de esta manera, ya que este conflicto bien pudiera desencadenar una tercera guerra mundial, porque si retrocedemos un poco a los “años 80” la existencia de un tercer enfrentamiento global cobró fuerza durante algunos episodios y momentos especialmente dramáticos de la llamada Guerra Fría, en los que se luchaba en prácticamente la totalidad del planeta, así, en el año de 1980 en adelante, existían combates entre defensores del capitalismo y del comunismo.

En la actualidad nuevamente se comienza a hablar de una Nueva Guerra Fría entre China (Comunista) y EE. UU. (Capitalista), que en 2020 se conoció como Guerra Comercial entre Estados Unidos y China, pero lo más amenazante que esta nueva guerra fría, y la invasión a Ucrania de parte de Rusia, es la amenaza de Corea del Norte, ya que Kim Jong-un continúa desafiando a la comunidad internacional con sus pruebas nucleares y amenazas, tanto a sus vecinos como a Estados Unidos, y repito, quizás este conflicto bélico entre Estados Unidos y Corea del Norte lo vemos con cierta indiferencia, porque México con su tan cacareada “Doctrina Estrada” no forma parte del conflicto entre estas dos naciones, pero es menester recordar la frase dicha por el ex presidente Porfirio Diaz Mori: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos” y es que efectivamente estamos tan cerquita de los Estados Unidos que cualquier conflagración en su contra, también saldríamos lastimados o eliminados de la faz de la tierra, quizás esto suene catastrófico, pero no imposible que esto suceda, porque como bien dijo el escritor y filósofo Néstor Roulet “El hombre es el animal que siempre tropieza con la misma piedra”, dicho de otra manera; el ser humano no siempre sabe discernir conforme a la razón, y por esa causa no aprende de la experiencia, y vuelve a equivocarse en una situación semejante, y para sustentar lo anterior trascribo un cuento corto del escritor dibujante, humorista , periodista y dramaturgo estadounidense James Thurber titulado:

La última flor

Con el mundo devastado y el amor extinguido de la faz de la tierra, una chica descubre una pequeña flor a punto de marchitarse. Es la última flor del mundo.

La duodécima guerra mundial, como todo el mundo sabe, trajo el hundimiento de la civilización. Pueblos, ciudades y capitales desaparecieron de la faz de la tierra. Hombres, mujeres y niños quedaron situados debajo de las especies más ínfimas. Libros, pinturas y música desaparecieron, y las personas solo sabían sentarse, inactivas, en círculos.

Pasaron años y más años. Los chicos y las chicas crecieron mirándose estúpidamente extrañados: el amor había huido de la tierra. Un día, una chica que no había visto nunca una flor, se encontró con la última flor que nacía en este mundo. Y corrió a decir a las gentes que se moría la última flor. Solo un chico le hizo caso, un chico al que encontró por casualidad.

El chico y la chica se encargaron, los dos, de cuidar la flor. Y la flor comenzó a revivir. Un día una abeja vino a visitar a la flor. Después vino un colibrí.

Pronto fueron dos flores; después cuatro… y después muchas, muchas. Los bosques y selvas reverdecieron. Y la chica comenzó a preocuparse de su figura y el chico descubrió que le gustaba acariciarla. El amor había vuelto al mundo.

Sus hijos fueron creciendo sanos y fuertes y aprendieron a reír y a correr.
Poniendo piedra sobre piedra, el chico descubrió que podrían hacer un refugio. Muy deprisa toda la gente se puso a hacer casas. Pueblos, ciudades y capitales surgieron en la tierra. De nuevo los cantos volvieron a extenderse por todo el mundo.

Se volvieron a ver trovadores y juglares, sastres y zapateros, pintores y poetas, soldados, lugartenientes y capitanes, generales, mariscales y libertadores. La gente escogía vivir aquí o allí.
Pero entonces, los que vivían en los valles se lamentaban por no haber elegido las montañas. Y a los que habían escogido las montañas les apenaba no vivir en los valles…

Invocando a Dios, los libertadores enardecían ese descontento. Y enseguida el mundo estuvo nuevamente en guerra. Esta vez la destrucción fue tan completa que nada sobrevivió en el mundo.
Solo quedó un hombre… una mujer… y una flor.

Este cuento ejemplariza como la civilización empieza a aparecer cuando se establece un sistema de vida factible; es decir, una relación apropiada entre el hombre, la mujer, y la naturaleza, de acuerdo con las características de una región determinada, y no se ha usted, pero a mí en lo particular me hace reflexionar que no sé con qué armas será la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras.

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