Por: Mauricio Fernández Díaz
Hasta el último día Francisco García Cabeza de Vaca dijo mentiras
Ciudad Victoria.- Ahora que el exgobernador panista se declara perseguido político (una reputación que solo se ganan defensores de los derechos humanos y la libertad), amerita una revisión a sus actos y sus palabras para buscar alguna congruencia. Francisco García Cabeza de Vaca aparentaba ser valiente y retador: “Ni me doblo ni me vendo”; se jactaba. Pero los últimos acontecimientos lo muestran más flexible que una manguera de hule.
De hecho, concedió escasas entrevistas a la prensa local durante su administración, y los «live” o en vivo que transmitió por Facebook fueron realmente pocos. De valiente, Francisco no tiene nada; rehuía los encuentros espontáneos con reporteros y prefería hablar al micrófono de Ciro Gómez Leyva en México, con preguntas arregladas, antes que ser cuestionado sin condicionamientos. Lejos de amistarse con la verdad, Cabeza de Vaca tenía pavor de mirarla a la cara.
Si la intuición no nos falla, ese es el patrón de comportamiento del mentiroso, del hombre que se protege detrás de una máscara, de la persona que abusa de la buena fe y la confianza de la gente que lo rodea para sacar provecho.
La primera mentira, entonces, fue fanfarronear de imbatible y temerario. Sí se dobla. ¿No se vende? Según Emilio Lozoya, también, pero eso está por demostrarse jurídicamente y, por lo pronto, ya tiene el señalamiento.
Las falsedades que ha derramado por el camino engañaron primero a sus correligionarios del PAN. En los grupos de Ley Salazar y Maki Ortíz, por ejemplo, lo culpan de desconocer acuerdos y faltar a su palabra; por eso ellas se le alejaron. Quiso reprenderlas y ellas se defendieron de sus embates, aunque solo Maki puedo integrarse a Morena para salvarse de su rencor. Al interior del panismo aumentó sus mentiras con promesas de ayuda y trabajo, pero solo apoyó a un número pequeño de miembros. Si Cabeza de Vaca no cumplía ni son la gente de su partido, menos lo haría con los extraños.
Cabeza de Vaca también utilizó el tema de la delincuencia organizada para atacar a figuras de Morena, incluido el doctor Américo Villarreal, hoy gobernador. Al compararse con ellos, se declaró limpio de esa corrupción; mentira: en 2005, siendo alcalde de Reynosa, autorizó a colaboradores de Osiel Cárdenas a celebrar el Día del Niño en el parque de beisbol Adolfo López Mateos, como reportó para la revista Proceso Álvaro Delgado.
En esa ocasión, el Ayuntamiento a su cargo negó saber que se trataba de Cárdenas Guillén, y dijo pensar “en el bien de los niños”. Irónicamente, una semana antes, Radio Gape le había solicitado el mismo permiso para organizar el Día de las Madres, pero se lo rechazó.
El primero de sus grandes engaños, apenas iniciada su administración, el 30 de septiembre de 2016, fue presentar un decálogo de compromisos al que sujetaría a los integrantes de su gabinete.
En primer lugar, imponía un sistema de evaluación a los secretarios para medir su desempeño, con la advertencia de que “el que no cumpla, se va”. La verdad, nunca hubo peores funcionarios estatales, sin perfil ni talento, que en su gobierno.
En segundo, establecía “un gobierno transparente que recupere la credibilidad de las instituciones”. En 2022, el que peor credibilidad tenía era el propio Cabeza de Vaca.
En tercero, obligatoriedad a los funcionarios de primer nivel de presentar la declaración 3 de 3, que comprende la de intereses, la patrimonial y la de impuestos. Resultó tan falsa como la existencia del unicornio.
Por favor, no vaya reírse con el cuarto compromiso del decálogo. Aquí va: “no se tolerarán actos de corrupción” ni “se permitirán diezmos ni cuotas en la contratación de servicios públicos”.
Quinto. Modernización de los procesos administrativos para hacer más eficiente el funcionamiento de las instituciones. Esto parece más bien el decálogo de Pinocho.
El sexto: hacer más con menos, promover las mejores prácticas de gobierno para evitar el despilfarro de los recursos para los tamaulipecos. Hicieron justamente lo contrario; véanse los montos de obras por asignación directa, sin transparencia ni rendición de cuentas.
Séptimo punto. Instrumentar estrategias para la obtención de recursos con instituciones nacionales y extranjeras para la ejecución de programas y proyectos estatales.
Octavo. Promover un gobierno sensible y cercano a la gente, que vea, escuche y atienda los problemas que diariamente enfrentan los tamaulipecos. Otra patraña panista.
Noveno. Desarrollar un sistema para atender de manera expedita y oportuna las quejas presentadas por los ciudadanos.
Décima y última. “El gobierno de Tamaulipas será un gobierno para todos”, dijo Cabeza de Vaca, “no haremos distingos de ninguna especie, no gobernaremos con rencores y resentimientos”. Este último compromiso refleja de cuerpo entero al mitómano incurable que ya era el reynosense.
El lunes de 3 octubre, tras notarse su ausencia en la toma de posesión del gobernador Américo Villarreal, Cabeza de Vaca publicó en sus redes sociales que seguiría en Tamaulipas, atiendo su rancho.
Pero las autoridades federales lo exhibieron: Francisco García Cabeza de Vaca había dejado el país desde el 28 de septiembre.
El hombre que empezaba su gobierno con una mentira, lo terminaba con otra.