Zona Centro Tamaulipas

Y Tláloc se acordó de Victoria…

*Después de sufridos meses de sequía la capital volvió a ser acariciada por la lluvia

Victoria, Tam.- Y los cielos se abrieron. Después de muchos meses de sequía y particularmente tres de calor extremo, finalmente las densas nubes hicieron acto de presencia en el noreste del país.

Todo se había vuelto ya un circo mediático de memes y videos chuscos, cifras y estadísticas, imágenes impactantes de paisajes secos, provocados por la ausencia de precipitaciones, Alarmantes titulares en los periódicos, advirtiendo que nos iba a cargar el payaso si la sequía continuaba.

Los campesinos se tronaban los dedos, viendo cómo el ciclo productivo podría perderse, al no haber suficiente humedad en la tierra para sembrar.

Algunos más ya contemplaban la idea de migrar a las grandes de ciudades, a la franja fronteriza, o de plano irse de mojados a los Estados Unidos.

Las fotos de las presas convertidas en llanos, o descubriendo las ruinas del viejo Padilla emergiendo ante el bajo nivel, mostrando incluso hasta las tumbas y lápidas del panteón, que no vean la luz del sol desde hace décadas.

Las carreteras eran solo una raya gris en medio de un paraje café y grisáceo.

“Ahí vienen las lluvias” anunciada el pronóstico del clima, pero el agua pasaba de largo, incluso hubo amenaza de ciclón, pero nada.

La falta de líquido en la ciudad, ya empezaba a causar estragos en la salud de los capitalinos.
El río San Marcos había perdido todo el verdor que lo caracteriza Y se había convertido en un largo cráter polvoso, incluso sufrió un incendio.

Las colonias del norte de la capital fueron especialmente castigadas por la falta de agua. Durante la madrugada parecía que todo mundo estaba despierto, almacenando el poco líquido que salía de las llaves.

El panorama era preocupante.

Pero las lluvias llegaron más tarde que temprano, y la ciudad se dio un buen y gozoso baño, que duró una semana.

Al principio fueron unos cuantos chubascos, pero después los aguaceros como queriendo burlarse de su ausencia dejaron caer su mojada carga.

El eje vial fue el primero en resentir la tormenta.

Carros varados y cierre total de la arteria, eran mostrados en fotos en diferentes portales y en las redes sociales.

Al Caminante también le tocó resentir el embate de las ansiadas lluvias, pues algunas goteras adornaron su techo, debido a que el impermeabilizante de su casa ya se hallaba reseco y quebradizo. De igual forma le pasó a muchos de sus conocidos.

“Es qué cuando no llueve no te preocupas por el techo de tu casa, y cuando empieza a llover no se puede impermeabilizar” contaba doña Concha, quien tuvo que hacer uso de todas sus cubetas para evitar que las goteras inundaran su sala y el comedor.

Sin embargo, casi ninguna de las personas con las que platicó El Caminante, se quejaban de las travesuras que les causó la presencia de la repentinas precipitaciones.

“No hay que quejarnos de las lluvias, no sea que Diosito nos vuelva a castigar con otro año de sequía” decía Don Porfis, un avecindado de Llera, que debido a la sequía vio cómo su huerta de limones se puso triste, triste.

“¡Está lloviendo!” publicaban todos en Facebook (como si fuera difícil darse cuenta de esto). En pocos minutos los aguaceros se volvieron un motivo de celebración tanto en las ciudades como en la zona rural.

En algunos sectores esto provocó fuertes encharcamientos, calles prácticamente convertidas en canales, además de que algunos drenajes colapsaran y hubo expulsión de aguas negras, pero curiosamente muy pocas personas lo exhibieron.

“A estos aguaceros les perdonamos todo, con tal de que vuelvan a llenar la presa” decía Nazario, un vecino motorizado que llegó todo empapado a su casa.

Las tardes lluviosas se empezaron a acumular, así como la ropa sucia, imposible de lavar y secar. “Ya hasta empecé usar garras que tenía guardadas, porque ahorita para que se seque la ropa va a estar cabrón” comentaba al Caminante doña Rosalba, madre de seis hijos ‘en escalerita’.

“A mí la lluvia no me deja trabajar” se quejaba Braulio, un comerciante “pero no le hace, ya hacía mucha falta”.

El Río Corona fue uno de los primeros en mostrar orgulloso su engrosado caudal (y una que otra vaca, chivo o puerco arrastrado por la corriente).

El San Marcos volvió a ser río, y las cascadas de Juan capitán reaparecieron bulliciosas a montar su espectáculo.

Los de las vulcanizadoras, felices con tanta chamba, pues las lluvias suelen revelar clavos y tachuelas que provocan muchas llantas ponchadas.

Los de Uber y Didi haciendo su agosto, pues con las lluvias las tarifas se elevaron 10 veces su costo (un viaje del ejido la Libertad al centro podía costar hasta 300 pesos).

Todo esto y muchas otras cosas más trajeron consigo las lluvias recientes. Lluvias deseadas, lluvias benditas. Ojalá siga lloviendo.

Por Jorge Zamora

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