Por: Mauricio Fernández Díaz
Ciudad Victoria.- El juicio popular ya lo declaró culpable de las peores matanzas de civiles cometidas por el Estado mexicano. Pero aún queda mucha historia qué contar de Luis Echeverría Álvarez, fallecido el sábado a los 100 años de edad.
Un siglo de vida es demasiado para cualquier ser humano, y la de Echeverría es imposible de resumir en pocas páginas sin distorsionar los hechos. Importa sobre todo su periodo como presidente de la república, de 1970 a 1976, y algunos años más en los cuales influyó sobre Tamaulipas de manera definitiva.
El azar o el destino alineó en un momento la vida de Luis Echeverría Álvarez con la de Jesús Reyes Heroles, Enrique Cárdenas González y Emilio Martínez Manotou. Fue a principios de los años 30 del siglo pasado, y el escenario del encuentro fue Ciudad Victoria, Tamaulipas; ni más ni menos.
Echeverría cursó parte de sus estudios en la escuela primaria “Lauro Aguirre”, en la capital del estado, donde conoció a los tres personajes citados. Reyes Heroles se convertiría en un eminente estadista y pensador mexicano, defensor de la democracia, las libertades ciudadanas y el uso de la conciliación para resolver conflictos sociales o entre ciudadanos y autoridades, prácticamente la antítesis del echeverrismo. Don Jesús sembró esas ideas en tierra árida como el sistema político mexicano de entonces, que no dudaba en reprimir y matar las manifestaciones pacíficas.
De los cuatro, Echeverría Álvarez fue el más astuto y también, aunque disguste decirlo, el más consentido por la suerte. Escaló rápidamente en la estructura del poder apenas terminó la carrera de Derecho, y ya no hubo forma de desviarlo de donde parecía predestinado: la presidencia del país.
Y como a él lo ayudaron a subir, no dudó en hacer lo mismo con sus allegados y compañeros. Y esto incluyó a sus viejos amigos de Ciudad Victoria.
Por recomendación de Echeverría, Cárdenas González fue titular de la Comisión Estatal Electoral en 1963, con un poder omnímodo para declarar ganador de elecciones celebradas en territorio tamaulipeco.
En 1972, siendo ya presidente Luis Echeverría, fue nombrado Subsecretario Fiscal de la Secretaría de Hacienda, y ganó más posicionamiento en la política nacional. Que alguien sepa, Cárdenas González no tenía perfil para sancionar elecciones ni para manejar asuntos fiscales, pero poseía lo más importante en aquella época: el apoyo presidencial.
Y eso fue suficiente para convertirse en gobernador de Tamaulipas de 1975 a 1980. Su gobierno se centró en la economía primaria, con preferencia en la agricultura, y hubo escaso desarrollo industrial. En infraestructura dejó sobre todo la Unidad Cívico Gubernamental.
En 1994, como senador, Cárdenas González pasó horas negras cuando se le vinculó con en el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI. Pese al escándalo y la presión mediática, salió absuelto.
El otro tamaulipeco ligado a Echeverría fue el doctor Emilio Martínez Manotou. Oriundo de Ciudad Victoria, fue senador por Tamaulipas de 1958 a 1964. En ello Echeverría tuvo un papel decisivo como Secretario General del PRI, en 1946, y luego como Oficial Mayor del partido en 1956.
El doctor Martínez Manotou se ganó el título de “mejor amigo” del presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien lo designó Secretario de la Presidencia. Eso lo convirtió en aspirante presidencial y en rival de Echeverría en la línea de sucesión, pero el victorense se abstuvo de pelear la candidatura, ya que difería con la línea dura y radical de Díaz Ordaz y del mismo Echeverría. Seguirían años de ostracismo para el tamaulipeco.
A principio de los ochenta, Emilio Martínez Manotou fue rescatado por el presidente José López Portillo, quien influyó para impulsarlo como gobernador de Tamaulipas, cargo que ocupó de 1981 a 1987.
Fue el doctor Martínez Manotou el constructor de la imagen de Victoria como ciudad ordenada, limpia, amable. La modernizó, la embelleció y la equipó para hacerla una capital digna, despojándola del aire rústico que mantuvo con Cárdenas González. Curiosamente, otro médico la gobernará en los próximos seis años.
Pero Tamaulipas no determinó las carreras solamente de Cárdenas González y Martínez Manotou. De hecho, también decidió la presidencia de Echeverría Álvarez.
Como señalamos al principio de este comentario, la familia Echeverría se mudó a Ciudad Victoria a principios de 1930 porque el papá había sido transferido como pagador del Ejército.
El pequeño Luis deseaba comprar una bicicleta, y tuvo la idea de vender vasos con agua de limón en unas canchas de tenis, a donde acudían muchachos y muchachas. Pronto se hizo famoso por ser el único vendedor de ese parque.
En esa época, el oficial mayor de la guarnición de Victoria era el teniente Rodolfo Sánchez Taboada.
Cuando Echeverría se recibió de licenciado en Derecho, con 22 años, inició la difícil tarea de buscar empleo. Entonces supo que el teniente era el dirigente nacional del PRI en ese momento.
“Fui a pedirle al general Sánchez Taboada trabajo, y me lo dio”. Así como así, por la sola referencia de haber coincidido en Ciudad Victoria. Y el viejo militar -cuenta Echeverría- lo reconoció como el niño vendedor de aguas.
“Eso decidió todo… decidió mi vida”. En efecto: a partir de ese instante, fue el secretario particular del presidente nacional del PRI.
Definitivamente, los “padrinos” pueden cambiar el destino de una persona.