La Comuna
Sindicalismo y IV T
José Ángel Solorio Martínez
Las divergencias entre el Sindicato de trabajadores y el Ayuntamiento de Victoria, Tamaulipas, son más bien políticas que laborales. Ciertamente: la parte laboral plantea la defensa de sus conquistas –más bien canonjías– laborales; y eso, innegablemente, da una naturaleza obrero-patronal a las diferencias.
Lo que no se puede soslayar, es que ese desequilibrio salarial hoy reclamado por los empleados, se inserta en la perniciosa y enferma relación Ayuntamiento-Sindicato.
Es decir: hay que ubicar ese desequilibrio de salarios, en las atmósferas políticas.
¿Por qué?
Por una razón fundamental: la autoridad municipal, –en tiempos del PRI y PAN– utilizó al gremio laboral, como instrumentos de legitimidad y de soporte para gobernar. Los trabajadores de presidencia, ejercieron como operadores y movilizadores para ganar elecciones; en reciprocidad, la autoridad capitalina, pagó esas adhesiones con salarios desproporcionados a líderes y a los más destacados correligionarios partidistas.
Los dirigentes sindicales, fueron convertidos en unos potentados. Vivían en mansiones, conducían coches de lujo, hacían fiestas de cumpleaños pantagruélicas con las cuotas de sus agremiados y del Cabildo y jamás pagaron servicios como agua potable, alcantarillado y otros como predial.
Para documentar el pillaje de esos líderes –de lo más abominable del charrismo sindical en la región– no sólo ellos cobraban salarios de envidia; no, sus familiares –hijos, yernos, nueras, esposas, cuñadas– abrevaban en la nómina municipal sin transpirar una sola gota de sudor.
(Semejante circunstancia, se vive con los trabajadores al servicio de los Poderes del estado; pero, ese es otro tema).
¿Quién llevó a límites patológicos esa convivencia?
Evidentemente: los gobiernos que antecedieron al de MORENA. Y no son otros: el PRI y el PAN.
Hoy que el Cabildo, ha decidido cambiar esa insana relación entre Sindicato-Ayuntamiento, los trabajadores alegan que se están lastimando sus prerrogativas laborales. Tienen razón a medias. Sólo que la mayoría de esos incrementos salariales, no se generaron mediante la sana negociación entre las partes; nada de eso: esos estratosféricos sueldos, derivaron de oscuras cuotas en pago a favores político-electorales a ese pequeño grupo de interés.
Ya se ha dicho: la nómina de presidencia, supera al 50 por ciento del presupuesto aprobado.
En los recientes años, los neoliberales, optaron por crecer en función del endeudamiento. Con créditos, estuvieron saliendo de los problemas que les generaba una nómina abultada por sus decisiones políticas. Lo hicieron, hasta que colapsaron el presupuesto.
La recomposición y la redirección de la nómina municipal que están realizando el alcalde Lalo Gattás y su Cabildo, eran justas y necesarias. No se trata de dañar a los trabajadores; se trata de sanear las arcas municipales, que por décadas estuvieron financiando campañas y políticos del PRIAN.
En parte, la nauseabunda relación Sindicato-Ayuntamiento-Nómina, se explica por las abominables acciones de los ex alcaldes, Xicoténcatl González y Pilar Gómez: dejaron minado –nuevas plazas, sueldos de príncipes y líderes sindicales actuando como potentados– el camino del presidente municipal morenista, para cobrarle caro su triunfo.
Hasta hoy, Gattás, se ha movido con prudencia y eficacia.
Falta que esa misma estrategia, se implemente en otra agrupación tan pútrida como infecta: el sindicato de la COMAPA.
La IV T, tiene mucho trabajo por delante.
En los 43 municipios.