Por: Mauricio Fernández Díaz
Reynosa es demasiado compromiso para un alcalde millenial
Ciudad Victoria.- Calles destrozados, colonias sin servicios, parques arruinados. Recorrer Reynosa es un viaje a la indiferencia y al abandono. ¿Qué pecado cometieron los reynosenses para contemplar así su municipio? Si votar erróneamente fuera uno, su falta sería esta: elegir a Carlos Peña Ortiz como alcalde.
En realidad, los ciudadanos no son los verdugos de Reynosa sino las víctimas, los que deben soportar la falta de agua, de drenaje, de pavimentación, de seguridad y de empleo, es decir, de todo. Ahora escuche esto: cuando elige libremente, sin amenaza ni coacción, el ciudadano nunca se equivoca. Su cometido es ejercer su derecho a votar y a decidir quién lo gobernará. Si actúa así, hace bien. El único que falla a continuación es el gobernante.
Las personas que hoy ocupan los cargos más altos en la administración pública pertenecen ya una generación nacida en hace 30 ó 35 años. No vienen con la cultura ni con la visión con la que nosotros, los individuos maduros, crecimos. Ellos van a actuar conforme a su época y su modo de pensar y eso, ahora, provoca grandes decepciones en distintos gobiernos del país.
Piénsese, por ejemplo, en Samuel García, gobernador de Nuevo León. De propia voz ha confesado que su modo de vivir era pedirle dinero a su papá y hallar el sentido de la vida en el placer material, como la carnita asada, volar de shopping a Estados Unidos y reventarse con los amigos. Ideas profundas sobre el país, ni siquiera sobre Nuevo León, jamás hay que pedirle, porque no las tiene. Experimenta intolerancia a la frustración y baja resistencia al trabajo bajo presión. Como los niños, carece de madurez para aceptar los errores; su carácter es quebradizo, de cristal.
Consultando información en la red resulta que esas son las características de la generación millenial, un tipo de jóvenes sin mayor ambición que pasarla bien, rehuir el esfuerzo y cederle a otros la responsabilidad de resolver los problemas. Como Samuel García.
También, como Evelyn Salgado, la gobernadora de Guerrero. Un giro del destino la convirtió, primero, en candidata y después en titular del Poder Ejecutivo de aquella entidad. Jamás tuvo el propósito de llegar tan alto ni se preparó para ello; se la registró de emergencia porque su padre había perdido la candidatura.
Hoy Nuevo León y Guerrero languidecen por la falta de liderazgo y de autoridad, no la que respaldan las leyes sino la que da el carácter.
En esas aguas se encuentra Carlos Peña, el alcalde de Reynosa, o Makito como lo llaman todos. El hijo de la exalcaldesa Maki Ortiz no ha cortado el cordón umbilical con su mamá; ella lo hizo candidato de Morena y ella lo impulsó a ganar; incluso, ella lo hizo millonario, según un escándalo que derivó en un proceso judicial con orden de aprehensión. Así son los hijos millenial: los papás les dan todo, los malcrían y les impiden crecer.
Se nota que Carlos Peña jamás pensó qué es la política real, cuál es su naturaleza y cuál es su forma de funcionar. Porque los enterados saben que la lucha por el poder es desalmada y cruel, y no concluye con la elección. Al contrario, se vuelve más peligrosa después, porque es fácil infringir alguna ley y caer en la cárcel, como le ocurre ahora a Makito.
El alcalde de Reynosa tiene una orden de aprehensión por el delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita y debe presentarse ante un juez de control, porque nadie está por encima de la ley. Si es inocente, ¿cuál es su temor? Que vaya con dos buenos abogados y asunto arreglado. ¿O acaso hay algo escondido, algo malo, algo prohibido?
Pudiera creerse que el juez de la causa actúa por consigna de Cabeza de Vaca, y es una hipótesis muy factible. Pero, entonces, ¿por qué le han negado las solicitudes de amparo en los juzgados federales, que no actúan por consigna estatal, o se juegan cargo y prestigio si lo hicieran?
En esta trama han quedado en evidencia hasta los integrantes del Cabildo, quienes se muestran más comprometidos con el acalde y el sueldo recibido que con la gente que los votó. Carlos Peña ha abandonado su puesto desde hace 37 días sin ninguna justificación. Para estos casos, la ley prevé su inmediata sustitución.
El Código Municipal marca que el alcalde puede ausentarse sin justificación por un lapso hasta de 15 días en un año. Ni una hora más. El Cabildo podría conceder una licencia “por tiempo indefinido” por motivos realmente graves y raros, porque lo más importante es que acuda a trabajar y no que se facilite su ausencia. Enfermedades crónicas o incapacitantes no tiene, y el Covid se gestiona ya en una semana debido a la inoculación de las vacunas. Pero Carlo Peña sigue sin ir, y la ciudad se está cayendo.
Algunas voces comienzan a presionar y piden la creación de una Junta de Administración Civil, figura jurídica que se emplea cuando el alcalde electo no puede volver al puesto por alguna razón, y se ha vencido la licencia que la ley permite. Ya estamos en ese supuesto. La otra es la intervención del Congreso Local para reestablecer el Estado derecho con el envío de una terna de propuestas. El Cabildo elegiría a aquel con más votos, pero ya se nota que los regidores se cerrarían en la autonomía y podrían desecharla.
Si Carlos Peña quiere seguir escondido de la orden de aprehensión, allá él, pero los reynosenses deben tomar el asunto en sus manos y exigir una Junta de Administración Civil. Y no es por razones políticas sino legales, humanas y hasta morales.
Podemos imaginar (y solo imaginar) una conversación telefónica entre el acalde prófugo y Maki Ortiz a propósito de la crisis municipal de Reynosa.
-Mamá, ¿por qué hace un año todo era abrazos y felicitaciones, y hoy no puedo ir al palacio porque quieren detenerme?
Eso le pasa a los confiados, a los inexpertos, a los millenials.