La Comuna
¿Y la equidad de género?
José Ángel Solorio Martínez
La contienda por el control del poder Legislativo de Tamaulipas, está en sus crestas más altas de complejidad y conflictividad. Ni uno ni otro bando, se han percatado de las señales que están enviando a la ciudadanía.
El PAN, manda un mensaje claro: va por todas las canicas, sin importarle los métodos o las estrategias; sean éstas, éticas o no éticas. MORENA, grita a sus electores y detractores, una postura nítida: carece de liderazgo y de talentos para enfrentar una ola azul que olvidó la cordialidad y la civilidad políticas.
Por lo que se puede ver en las diferentes corrientes de opinión, el parlamento local es un espacio utilizado por las fuerzas políticas para dirimir sus diferencias partidistas y no para legislar en beneficio de las mayorías.
El lopezobradorismo, parece tener la razón en esta reyerta un tanto absurda.
Pero como está tan nebuloso el escenario, da la impresión del triunfo de la duda.
¿Quién está ganando a la opinión pública para el agua de su molino, MORENA o el PAN?
La mayoría de los debates modernos –hay que recordar aquel memorable encuentro, en el cual AMLO hizo polvo al maestro de la retórica, Diego Fernández de Ceballos– no los gana el de mejor narrativa. No; los gana, quien mejor comunica y quien mayores prendas éticas exhibe.
En términos cuantitativos, se puede ver un empate en lo que reproducen los formadores de opinión; desde el punto de vista cualitativo, pareciera que mínimamente se inclina a favor de los victimados legisladores morenistas.
El resultado del choque congresal, en mucho se definirá por el liderazgo que uno y otro bando muestren en lo que parece ser un largo camino de encontronazos. El conductor de los legisladores azules, con todo y que no es un hombre que destaque por sus talentos, se ha movido con prudencia y su táctica de sacar de sus casillas –la provocación– a los parlamentarios de MORENA ha sido exitosa.
El liderazgo del grupo guindo, ha perdido todo: la mayoría, la prudencia, la decencia y el recato. En días recientes, circuló en redes sociales videos de la diputada Úrsula Salazar Mojica, hurtando un celular, propiedad de un colega suyo. La dama, ya trae un pasivo moral a cuestas: audios la ubican como responsable de pedir moches, a un proveedor a su paso como directiva de una institución educativa.
¿Podrá la ciudadanía, creer la versión de Úrsula sobre los excesos del PAN en el poder Legislativo?
¿Puede Salazar Mojica, llevar a buen fin un debate con el panismo que trae los pelos en la mano de sus dotes cleptómanos?
¿Es ella, la adecuada para representar a MORENA y a sus legisladores en una riña de callejón contra un panismo que ha mostrado grandes habilidades para el descontón y el agandalle?
La sedicente sobrina de López Obrador, ya sobra en el grupo parlamentario morenista. Ni está dotada para el debate, ni mucho menos agrega potencia a una bancada que le urge una voz con autoridad moral y con medallas honorables.
Con su arribo a la conducción de los legisladores lopezobradoristas, Úrsula debilitó y contaminó el proyecto legislativo de la IV T.
El líder real de MORENA en Tamaulipas, no sólo tiene que barrer la casa que habitará a partir del 1 de octubre; tiene la obligación, de limpiar y desinfectar el partido que lo convertirá en gobernador.
La equidad, en este caso es de urgente resolución: la exigencia de moches al proveedor –no proveedora– y el despojo del teléfono celular al panista –diputado, no diputada–, bien pueden calificarse como violencia proveniente de una fémina.
Con justa razón, pudieran decir los panistas varones: ¡Alto al abuso y acoso de Úrsula! ¡Alto a la violencia de género!