Por:Mauricio Fernández Díaz
Ciudad Victoria.- En los buenos tiempos de Manuel Cavazos y Tomás Yarrington (buenos por el autoritarismo que ejercían), en aquellos años sin internet, sin redes sociales y sin la libertad de opinar que hoy cunde, se requería de mucho valor e inteligencia para encarar a la autoridad estatal. Los ciudadanos estaban ávidos de algún vocero o defensor que abanderara su causa ante los abusos de poder, pero casi no había. En Tamaulipas, ese papel lo encarnó el Partido Acción Nacional, única fuerza auténticamente opositora en esa época.
La inseguridad, la corrupción, el desvío de recursos, los panistas de entonces sobresalían por su preparación y firmeza para denunciar a los gobernadores.
No habiendo más oposición (PRD y PT eran mudos satélites del PRI), los ciudadanos hartos del priismo apoyaron al PAN y le dieron sus primeros triunfos electorales en el estado, como Ciudad Victoria en 1992 y Tampico en 1996.
Aquel Acción Nacional parecía tan diferente a la vieja política: más democrático, más justo, más vanguardista. Una de sus mejores armas era la inteligencia.
Panistas como Ángel Sierra y Alejandro Sáenz Garza, desde su labor como diputados locales y después como presidentes estatales del partido, exigían cuentas claras y acusaban con fundamento la corrupción de un Cavazos, un Yarrington o un Hernández Flores. Vencían en el debate a los priiistas no con gritos ni paleros en las gradas sino con elocuencia y argumentación.
Diputados locales como Pedro Granados Ramírez y Jorge Díaz Casillas investigaban y exhibían el saqueo de la administración estatal, los órganos autónomos y los organismos estatales. Si algún desvío llegaba a la tribuna del Congreso o a las páginas de la prensa, era gracias al PAN. Urgía, pues, un cambio político en Tamaulipas, y la gente lo deseaba.
Nadie imaginó jamás que ese esfuerzo democratizador y libertario desembocaría en la investidura de Francisco Javier García Cabeza de Vaca como primer gobernador de Acción Nacional, el menos demócrata y menos respetuoso de la legalidad entre los panistas. Pero la historia de la humanidad está llena de ejemplos como éste: nunca llegan los mejores sino los atrevidos.
El hundimiento del partido como primera fuerza en la entidad se manifestó ya en las elecciones de 2021, cuando perdió municipios que antes gobernaba, como Nuevo Laredo, Reynosa, Victoria y Ciudad Madero, y cedió también el control del Congreso Local. De este modo, la gente le enviaba un mensaje claro a los albiazules “nos tienen hartos”. La soberbia, que ciega más que una venda atada cuatro veces en torno a los ojos, no dejó ver a los panistas el final hacia el cual se precipitaban y que se confirmó el pasado 5 de junio.
Un barco sin capitán atrapado en una tormenta sólo puede naufragar. Al PAN Tamaulipas le pasó exactamente eso; navegó por los mares peligrosos de la política sin un líder. Había, desde luego, un presidente, pero no un líder. El último con esa estatura fue Kiko Elizondo Salazar, y los resultados de 2019 lo confirman. A partir de 2020, con Luis “El Cachorro” Cantú como jefe del partido, perdió claramente influencia, seriedad y fortaleza. En vez de panistas, se apoyó desesperadamente en priistas, y las consecuencias se explican solas.
Otro motivo de la debacle fue la plaga de chilangos y seudoasesores que infestaron al PAN y le exprimieron hasta el último peso sin redituar lo más mínimo en victorias ni en imagen pública. Entre los más recordados está Álvaro Niño, funesto vende-humos que apantallaba a los incautos como secretario particular de Ismael García Cabeza de Vaca. Otro charlatán citado por los militantes entre los intolerables del equipo Cachorro fue Pedro Roldán, a quien le inventaron una secretaría para coordinar una estrategia de comunicación estéril, cursi y fracasada, para corroborar lo cual solo se necesita pasar los ojos sobre las redes sociales panistas.
Pero ninguno de ellos cometió tantos errores como el verdadero comandante supremo de ese comité directivo, aunque nunca salió a la luz como tal, pero cuyas decisiones aplastaron al partido hasta hacerlo perdedor. Nos referimos a Ismael García Cabeza de Vaca, hermano del gobernador. Resulta ofensivo a la inteligencia de la gente comparar a Ismael con un Ángel Sierra o un Alejandro Sáenz. Sólo podemos anotar que llegó la persona menos indicada a dirigir al PAN cuando el partido necesitaba renacer de sus cenizas. Nos hace recordar aquella frase de Jesús: “¿Desde cuándo un ciego guía a otro ciego?”.
Malos tiempos le esperan a los panistas tamaulipecos si continúa el dominio de los Cabeza de Vaca en el instituto. Con el control de Morena en la gubernatura y las principales ciudades del estado, el empoderamiento de la izquierda no hará más que empezar, y verá sus mejores días en los próximos tres años.
Un nuevo panismo podrá surgir, uno con visión y verdadero liderazgo, pero le tomará varios años y lo encabezarán otras personas.
El de Francisco García Cabeza de Vaca está desahuciado y ha comenzado a agonizar. Ya se preparan incluso despidos en el Comité Directivo Estatal.
Pensaban ira a una “fiesta cívica” el 5 de junio, pero fueron a su funeral.