El aire que ahoga a la Ciudad de México
Ciudad de México.- El cambio climático acelera las condiciones para hacer del Valle de México el caldo de cultivo perfecto para la generación de emisiones con graves consecuencias para la salud. Situada a 2.200 metros sobre el nivel del mar, en una cuenca rodeada de montañas, la zona metropolitana de la capital del país, se transforma en una caldera de contaminantes cada vez más difíciles de dispersar. Frente a la amenaza de la sequía que acecha al país, lo mismo hace una semana que hace un mes, el interminable ciclo de la contaminación ha quedado impreso en las postales de la ciudad y sus alrededores, sobre todo al amanecer. Un cinturón industrial altamente tóxico que traslada el esmog hacia la capital y la ausencia de lluvias están ahogando a la capital mexicana que no para de emitir alertas ambientales. Desde el 1 de enero solo ha habido dos semanas con una calidad del aire aceptable, según el monitoreo del Gobierno de Ciudad de México.
Es ya imposible ocultar la masa de contaminantes que rodean y ahogan al Valle de México. A días de que se suspendiera la última contingencia por ozono, la quinta en lo que va del año, las nubes de contaminantes aún se confunden con las de la lluvia que no termina de arrancar su temporada en la capital, como en gran parte del país. Al mismo tiempo, la actividad de una de las urbes más pobladas del mundo sigue sin reducir efectivamente la contaminación que produce.
Desde abrir la llave caliente de la regadera hasta encender el automóvil, la cotidianeidad de la capital esconde tanto el problema como la solución de la contaminación del aire que los ciudadanos llevan años respirando, advierte la directora de calidad del aire de WRI México, Beatriz Cárdenas. «Se están poniendo todos los elementos: casi 30 millones de personas viviendo en la zona central de la megalópolis, 20 en la zona metropolitana, y todos emitimos contaminantes desde que nos despertamos», describe. Todo esto en una latitud donde se recibe más radiación solar y en una altura, donde hay menos oxígeno, agrega. «La atmósfera que tenemos es muy baja. Es como una columna arriba de nuestras cabezas en la que todo lo que emitimos no se diluye», continúa.
«Al prender la luz, la energía a lo mejor viene de la planta de Tula, a 70 kilómetros de Ciudad de México, que usa combustible para producir electricidad», ejemplifica. Esta central eléctrica, así como la actividad industrial del Estado de México e Hidalgo, son también responsables de la generación del ozono y otros contaminantes altamente dañinos para la población y el medioambiente. «El combustóleo no tiene filtros y esas masas de contaminantes, si el viento va hacia la zona metropolitana, llegan y se mezclan con muchas fuentes de emisión que no vemos», continúa.
OZONO INDICADOR
El ozono es un contaminante criterio, es decir, que indica la presencia de otros contaminantes, según explica el coordinador de Contaminación y Salud Ambiental del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), Gerardo Ruiz Sánchez. «Cuando tenemos ozono, tenemos también muchas otras cosas», advierte. «Pero ya tan solo el ozono es un antioxidante muy potente que reduce la capacidad respiratoria de las personas, provoca inflamación y daña las paredes celulares de los pulmones, lo que nos hace más propensos a una enfermedad respiratoria», detalla. «También tiene un efecto en la esperanza de vida a largo plazo».