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Américo: A un paso de repetirse la historia.

Por: Mauricio Fernández Díaz

Ciudad Victoria.- Américo Villarreal Guerra gobernó Tamaulipas de 1987 a 1993, en la difícil etapa de modernización que le impuso Carlos Salinas de Gortari al país. Hoy, su hijo, Américo Villarreal Anaya, ejercerá el mismo cargo para el periodo 2022-2028, con nuevos retos en la entidad.

Para los amantes de las emociones fuertes, el proceso electoral en el estado estuvo cargado de sorpresas inauditas; una, sobre todo, hará historia: a las 22:30 horas, los dos favoritos, el PAN y Morena, celebraron “la fiesta de la victoria”, y ambos grupos, separados por unas calles de distancia, brincaban y aplaudían seguros de su resultado, como si los tamaulipecos hubieran decidido tener no uno sino dos gobernadores: César Verástegui Ostos y Américo Villarreal Anaya.

Por razones desconocidas uno de ellos eligió autoengañarse o sus asesores le recomendaron mentir. Aquello fue una estafa para las personas que de buena fe lo apoyaban y para la militancia, pero la política nunca deja de sorprender, aunque parezca que ya lo hemos visto todo.

Es importante aclarar que el Programa de Resultados Preliminales (PREP) aún recopila información de los paquetes electorales, pero el IETAM presentó una muestra matemática, avalada por los integrantes del consejo, que indicaba una ventaja de ocho puntos porcentuales para Villarreal Anaya sobre el Truko Verástegui al cierre de la votación. Sin considerarse el resultado de la elección, esta muestra se presentó como la tendencia que seguiría posteriormente el PREP.

A las seis de la tarde, en una declaración estrambótica, Américo Villarreal dijo haber ganado por una diferencia de 15 a 20 puntos, según cuatro encuestas de salida que la coalición había contratado. Mentira. De hecho, no mencionó los nombres de las encuestadoras a las que aludía en su aplastante victoria. Ganó la competencia, cierto, pero por un diferencia menor.

El PREP y los muestreos matemáticos lo convierten en el gobernador electo de Tamaulipas. Eso no se va a regatear.

En el plano político, esto constituye una buena noticia: la alternancia es un signo de madurez ciudadana y un avance notable de la democracia ya que, por más que un grupo intente sostenerse en el poder, si la gente quiere el cambio, tiene que irse. De hecho, así llegó Francisco García Cabeza de Vaca en 2016, porque la sociedad se cansó del PRI. Ahora, aunque les duela reconocerlo, la sociedad se cansó del PAN.

Pasado el júbilo, el resultado exige una interpretación matizada al partido ganador. Si la tendencia de la muestra matemática termina confirmada por el PREP (en promedio, 53 por ciento para Américo y 45 por ciento para Verástegui) una fracción importante de Tamaulipas rechaza o a Morena o su candidato. Aquí, las mayorías deciden y le entregarán el poder al doctor Villarreal Anaya; bien hecho. Pero la realidad indica que hay una sociedad plural, sin un pensamiento dominante en Tamaulipas. A esa franja se le de debe gobernar y respetar en igualdad, sin imponerle una sola manera de pensar.

Al padre del doctor, el ingeniero Américo Villarreal Guerra, le tocó una época de intensos cambios políticos, sociales y económicos en el país que estuvo a punto, según varios entendidos, de meter a México en un golpe de Estado o una guerra civil a causa de las elecciones presidenciales de 1988, calificadas de fraudulentas. Un años después, en 1989, el presidente Salinas ordenaba la detención del líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, la Quina, del sindicato más poderoso en ese momento. En medio de grandes presiones para apoyar a la Quina y respetar, al mismo tiempo, la institucionalidad, el gobernador Villarreal Guerra supo moderar el conflicto y mantener la gobernabilidad.

Nadie sabe qué conflictos a esa escala le esperan a su hijo, pero deseamos, sinceramente, que ninguno. Esas crisis desgastan y frenan toda la actividad de un estado. Los retos que sí verá son los sociales, como la inseguridad, el subdesarrollo, la pobreza, y los económicos, como el desempleo y la baja inversión.

En los últimos años la gubernatura de Tamaulipas parece una silla maldita. Esta entidad tiene el récord infame de dos exgobernadores detenidos en la cárcel por delitos graves. En 2015, una corte federal de Estados Unidos emitió una orden de arresto contra Eugenio Hernández Flores por lavado de dinero. Detenido en 2018, por la Fiscalía del gobierno de Cabeza de Vaca, acusado de peculado y enriquecimiento ilícito, espera un juicio de extradición, preso en el penal de San Mateo Atenco. Por su parte, Tomás Yarrington Ruvalcaba, extraditado de Italia a Estados Unidos, aguarda un juicio en Texas por los delitos de extorsión, fraude y blanqueo de capitales.

Francisco García Cabeza de Vaca, pudiera decirse, salió peor: todavía no finaliza su gobierno y ya tiene cargos por peculado y una orden de aprehensión. No lo han capturado porque goza del fuero constitucional.

Le tocan tiempos tumultuosos al doctor Américo Villarreal como gobernador -pandemias, inseguridad, fanatismo y polarización en las redes sociales- , pero lo mismo enfrentarán los gobernadores que salgan electos en los otros cinco estados de la república. La diferencia podría hacerla el temperamento de cada uno; hace 30 años el ingeniero Américo Villarreal se caracterizó por su moderación y templanza. Si su hijo ha heredado esas cualidades, podrá atravesar las dificultades del presente. Por el bien de él (y el de todos), que así sea.

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