Columnas

De una crisis eludible a una crisis inevitable

ANDRÉS A. FUSCO CLYNES

En México, las finanzas públicas han estado centralizadas en el petróleo desde hace muchos años. En el 2013 -en un ejercicio ya de por sí tardío- el Congreso de la Unión optó por legislar a favor de la apertura del sector energético para usar otras fuentes de energía y de alguna u otra manera propiciar diversificar los ingresos del país. Empero, con la llegada del Gobierno Federal en turno, la estrategia tomó otro rumbo. Decisiones ideológicas¿ que van desde la cancelacióndel aeropuerto de Texcoco, limitar la inversión privada, situar a Pemex (la empresa mas endeudada del mundo) como palanca de desarrollo económico nacional, hasta invertir en proyectos de alto riesgo y poca rentabilidad, llevaron al país al borde de una crisis antes de haberla. En los hechos, en menos de un año, sin ninguna contingencia apremiante de por medio, el Gobierno Federal tuvo que hacer uso de los recursos que se encuentran en el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP). 

El FEIP es un ahorro del que dispone el Estado Mexicano para compensar desajustes que pudiera sufrir el presupuesto del gobierno ante una causa de fuerza mayor. Utilizar los fondos del FEIP por una mala planeación económica alrededor de Pemex no fue una buena decisión. Ahora que la Mezcla Mexicana de Exportación ha bajado a niveles por debajo de 25 dólares por barril y que la cadena productiva de diversos sectores industriales se ha entorpecido a nivel global por la pandemia Covid-19, la situación se intensificó. La batalla entre Rusia y Arabia Saudita por ganar mercado y la pandemia del coronavirus tienden a mantener los precios del petróleo bajos por un largo periodo. Aún con las llamadas coberturas financieras que tienen los ingresos petroleros, el panorama es poco alentador. A la fecha no se sabe qué porcentaje de los ingresos petroleros del país están cubiertos (15% aproximadamente) pero esas coberturas (con toda su complejidad de facto) tardan cuando menos un año en cobrarse. En caso de tener que cerrar fronteras (nuevamente México va tarde) caerán las exportaciones, el turismo, los eventos culturales, el consumo interno y por ende la recaudación del IVA; el futuro inmediato para México no pinta nada bien. A países como Dinamarca les espera un pronóstico menos lesivo. A finales de la década de los 80s su economía dependía en más de un 80% de importaciones de petróleo, por lo que iniciaron su transición energética. Una parte medular de la transición energética danesa fue la puesta en marcha de las subastas eléctricas; a través de este mecanismo,por ejemplo, aumentaron de manera exponencial su capacidad instalada en energía eólica. 40 años después, tienen una alta penetración de electricidad renovable, reduciendo sus emisiones en un 38% con un crecimiento del PIB ¡de más del 50%! En México, las tres subastas eléctricas de largo plazo generaron inversiones (desligadas al precio del petróleo) por mas de 8 mil millones de dólares además del establecimiento de la cadena productiva de un sector prácticamente nuevo en nuestro país. Sin embargo, el gobierno de AMLO anunció la cancelación de la cuarta subasta de largo plazo, obstruyendo una ventana de beneficios económicos y ambientales para nuestro país.  Es desafortunado que la “rectoría” del sector energético mexicano haya retornado a la dependencia de Pemex y el petróleo. ¿Será una pandemia la que le abra los ojos a nuestro gobierno de la necesidad pragmática de cuidar nuestra economía y diversificar al sector energético? Al tiempo.

Fuente: Milenio

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