Política

Pancho el pocho
Por Oscar Díaz Salazar

Aunque no acostumbro ofrecer mis servicios, ni ostentarme como «asesor», en varias ocasiones me han ofrecido esa chamba. En ocasiones no ha sido posible llegar a un acuerdo con quien me planteó la oferta de trabajar como asesor, y en otras oportunidades, lo he sido, sin que explícitamente se haga mención de un contrato y/o de una prestación de servicios de asesoría.

En una ocasión, la invitación me llegó por una persona que ya trabajaba para un candidato, y que me pedía reforzar su labor en una área específica de la campaña. Les platico esto para decirles que la verdadera entrevista de trabajo, lo que fue una especie de examen de admisión, fue una comida con el candidato y con su esposa, y en la conversación de la sobremesa, escuchando mis comentarios y opiniones sobre diversos asuntos, fue que se tomó la decisión de invitarme a colaborar, siendo la esposa quien dio el visto bueno. Eso no me le dijeron, no me lo tuvieron que decir, yo me di cuenta que fui reclutado por la esposa del candidato.

En otra oportunidad, con un político muy joven, la invitación a colaborar fue precedida de una invitación a almorzar, a la que también asistió el padre del político.

No es mi intención escribir sobre mi persona o mi trabajo, lo hago para mostrarles, con dos ejemplos, que los políticos, al igual que muchas personas de diversos oficios, reciben influencias de familiares, amigos, espos@s, y es frecuente que recurran a otros para tomar decisiones o buscar la aprobación de sus acciones.

Esa costumbre de buscar la aprobación de «alguien», de buscar la aceptación de un tercero, es propia de la condición humana, pues los humanos somos seres gregarios, seres que vivimos en sociedad.

Esa necesidad de ser aceptados por otro, por alguien a quien identificamos como figura de autoridad, es lo que mueve al señor Francisco N a buscar afanosamente el visto bueno de los gringos.

Francisco N no reconoce ni respeta a familiares, amigos, ni colaboradores; tampoco respeta a las autoridades mexicanas. Es evidente que la única figura de autoridad que reconoce el señor Francisco N, es al gobierno norteamericano, en especial a las corporaciones policiacas del país vecino.

Los psicólogos tienen mucha materia para estudiar y reflexionar sobre el caso de un individuo, Francisco N, que tiene conflictos para respetar la ley y las figuras de autoridad, así como de su insistencia enfermiza, y hasta contraria a su imagen de servidor público de México, de buscar la aprobación de los gringos.

Quizás sea el trauma de su detención y de la exhibición de la fotografía que lo identifica como delincuente juvenil, lo que motive esa insistencia en reunirse con los jefes de las policías gringas, para presumir que se codea con ellos, y demostrar que ya lo perdonaron.

Cabeza de Vaca reincide en reunirse y publicitar sus encuentros con los policías de condado, de la ciudad, especializada en asuntos de drogas, de migración, de investigación, etc., a condición de que sean gringos.

Esa obsesión con los gringos y con lo gringo, que tiene Francisco N, lo ha llevado a cometer errores, como ese de divulgar, en un medio «patito» y creado para la ocasión, pero gringo, las supuestas transferencias millonarias y en dólares a la cuenta del hijo del candidato de morena al gobierno del Estado. El error que restó efectividad a la versión, y que mostró la intervención de Francisco N, fue suponer que por tratarse de un «medio» gringo, tendría la credibilidad asegurada, como si el mismo Francisco N no fuera el ejemplo más claro de que los «gringos» también son bandidos.

Si viviéramos en otros tiempos, en los años setenta por ejemplo, desde el inicio de su gestión como gobernador, a Francisco N le habrían aplicado la denuncia que hoy está de moda, el señalamiento de traidor a la patria.

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