Por :Mauricio Fernández Díaz
Faltan propuestas concretas en campañas de Tamaulipas
Ciudad Victoria.- Las campañas para la elección de gobernador han entrado a su segunda y última fase, y se pueden extraer algunas ideas de los candidatos sobre desarrollo económico, salud y seguridad. Unas y otras muestran conocimiento y visión para resolverlas, pero se percibe un distanciamiento de las realidades concretas del estado. Hablan mucho de los “tamaulipecos” y no se discierne a quiénes pueden beneficiar sus compromisos. Es imprescindible más claridad, pues hay un grupo al que mantienen injustamente en un plano secundario o subordinado: las mujeres.
Desde el momento en que la palabra “mujer” les suena a los políticos a «esposa”, “mamá” o “hija”, comienzan los estereotipos que la relegan al plano puramente familiar o consanguíneo. Casi nunca la relacionan con “la arquitecta”, “la investigadora”, “la abogada”, papeles con más estatus social, como harían al hablar del hombre. Y esta omisión podría ser fatal para las aspiraciones de cualquier candidato, ya que ellas son una fuerza decisiva en Tamaulipas, quizás la más importante, y lo vamos a demostrar a continuación.
Comencemos por lo evidente: con una población de 3.5 millones de habitantes, el 50.8 por ciento de la población son mujeres (INEGI, 2020); la diferencia pudiera ser poca, pero ellas son la mayoría. El discurso de los candidatos está sesgado a las necesidades o aspiraciones masculinas, aunque trabajan cada vez más en la agenda de la mujer. Deberían, al menos, dividir en partes iguales sus propuestas a hombres y mujeres para no hacerlas dependientes, justamente, del marido, del patrón o del papá.
En Tamaulipas, hay disparidades graves entre lo que ellas y ellos aportan y reciben. Ellas dan más, pero obtienen menos. En la asistencia escolar en edades de 15 a 24 años, que son los rangos de la educación media y superior, el 48 por ciento de los estudiantes son mujeres, y el 46 por ciento, hombres. Esto demuestra que ellas están decididas a prepararse para recibir los máximos beneficios en una sociedad competitiva.
Pero la realidad es otra: en Tamaulipas, el 74.3 por ciento del personal ocupado son hombres, y el 40.9 por ciento, mujeres. La contratación, entonces, no refleja la dominancia de las mujeres ni en la población total del estado ni en las aulas universitarias. Es demasiada diferencia, 30 puntos porcentuales. Pese a la igualdad de derechos, persiste la desigualdad de oportunidades y de desarrollo profesional.
La otra crisis que parece aferrarse a este grupo de la población es la inseguridad. El asesinato de la joven Debanhi Escobar, en Nuevo León, ha levantado una ola de indignación y rebeldía femenina en el país con justa razón. Cada año aumenta la cifra de feminicidios y de violencia de género, pero pocos pagan por estos crímenes. Al respecto, el gobierno de Tamaulipas maneja los datos de forma sospechosa. Por ejemplo, en 2018 reportó 125 asesinatos de mujeres, de los cuales únicamente 9 los clasificó como feminicidios. Parece haber ciertos recursos legaloides para no declararlos como tales.
Sin embargo, el mal avanza. De enero abril de 2021, Tamaulipas no registró ningún feminicidio. Un año después, de enero a abril de 2022, van 4.
En el derecho a la salud, la realidad también se cubre de negro para ellas. En 2020, murieron 370 mujeres en Tamaulipas a causa del cáncer (115 cervicouterino y 255 de mama). Esto hace un promedio funesto, o poco más, de una muerte diaria al año. Diversas circunstancias confluyen en la mortalidad por cáncer y no solo la falta de servicios médicos, pero el problema está ahí, lastima a nuestras mujeres, y ningún gobierno que se llame defensor de los derechos humanos puede ser indiferente y dejar de actuar solo porque la enfermedad, en muchos casos, es incurable.
Roles aparte, también son las mujeres las principales responsables de criar a los hijos. Un cambio cultural ha balanceado estas funciones y cada vez hay más hombres en esas tareas, pero hasta ahora la mayoría son mujeres. Para estas madres tampoco hay propuestas claras en los mensajes de los candidatos, fuera de entregar tarjetas bancarias y prometer mucha “atención”. Se trata de otro grupo significativo de la sociedad estatal: de los 3.5 millones de habitantes, 931 mil son niñas y niños, y sus madres y padres esperan más interés de las autoridades en su futuro, ya que ellos se encargarán después del destino de Tamaulipas.
Este panorama, rápido por necesidad, muestra lo poco que el discurso de los candidatos se conecta con la realidad del millón 791 mil 595 mujeres del estado (INEGI 2020). Ellos han hecho varios compromisos, es cierto, pero las tratan como un tema añadido o como complemento de los grandes temas estatales. A nosotros nos parece que las mujeres ya forman parte de esos grandes temas, que tienen importancia propia, y que están atentas a las actuales campañas electorales.
César Verástegui, el Truko, les ha ofrecido muchos beneficios a cambio del voto, desde restaurar los programas cancelados por la Federación hasta subsidios directos de 3 mil pesos a cada una. El doctor Américo Villarreal, por su parte, ha empeñado su palabra de evitar todo tipo de violencia contra la mujer. “La equidad de género ya es una realidad”, aseguró en un mitin. En el reparto de candidaturas así es, pero socialmente persiste una brecha enorme entre hombres y mujeres en la entidad.
Digámoslo claro: la mujer ya está empoderada, esto es, se siente emancipada y dueña de sí misma para reclamar sus derechos. Si los candidatos no aterrizan sus proyectos de acuerdo a las necesidades de ellas, no vaya alguno a sufrir un susto en la votación del domingo 5 de junio. Quedan advertidos.