Buscan enterrar modelo educativo
Ciudad de México.- México está abordando un cambio educativo que pretende enterrar el modelo vigente durante décadas, a decir del presidente, un modelo neoliberal, individualista, competitivo, por otro basado en aprendizajes sociocomunitarios.
Tan profundo se adivina el cambio que los escolares ya no tendrán grados, sino fases. Sin embargo, semejante modificación para la vida de millones de personas, entre padres y madres, alumnos y profesores, está soterrada bajo un silencio tan espeso.
Apenas esta semana, con la participación de los responsables de la Secretaría de Educación Pública en la mañanera, los mexicanos empezaron a conocer esta reforma educativa.
El presidente, Andrés Manuel López Obrador, habló de ella someramente, se refirió a los maestros en primer lugar, a quienes «nunca más se ofenderá», dijo; después mencionó los contenidos y las becas. Y aseguró que de hoy en adelante se informará más sobre los planes educativos.
¿Qué ha pasado en estos más de tres años de sexenio para que ahora se empiece a conocer una reforma tan vasta? ¿Dará tiempo a implantar en las aulas tamaños cambios? Quienes más quienes menos se preguntan por la concreción de estas medidas, apenas esbozadas en público.
Los especialistas en educación saben que ha habido una consulta popular entre maestros para abordar algunos de los cambios, pero tampoco sobre eso se conocen muchos detalles.
Acostumbrados a un presidente que marca la agenda como ninguno, la pregunta surge espontánea: ¿por qué la educación no se ha alzado en estos tres años como uno de los asuntos clave del mandato de López Obrador? ¿Por qué no se menciona con insistencia en las mañaneras, como sí se hace con la corrupción o la pobreza o la seguridad o los medios de comunicación?
La politóloga Martha Singer cree que esta materia sí ocupa un lugar importante en el Gabinete presidencial, sin que pueda asegurar en qué puesto se sitúa respecto al resto de políticas prioritarias, pero cree que forma parte de las grandes transformaciones que prevé el presidente para México.
Si no se conoce más sobre los cambios emprendidos, Singer lo achaca a los medios de comunicación, que no lo encuentran tan atractivo como otros asuntos. Asume la profesora de Ciencias Políticas en la UNAM que ha sido «un debate silencioso, sin difusión ni dominio público».
Otros opinan que la educación está en este mandato en el lugar que estuvo en los anteriores: «Nunca ha sido la prioridad de ningún gobierno y el resultado es que las desigualdades en el ámbito educativo son cada vez más profundas, como ha puesto de manifiesto la pandemia», dice María del Rosario Melgarejo Aguilar, doctora en Pedagogía de la UNAM.
En sus reflexiones hay una amargura acumulada: «La política educativa está siendo víctima de reformas accidentadas en las que faltan análisis certeros donde se determinen las áreas de oportunidad de las que los gobiernos puedan echar mano. El discurso del presidente es incoherente, habla de los pobres, pero no les ofrece una educación fortalecida ni de calidad».
Melgarejo cree que se están aplicando criterios homogéneos para tratar a una población completamente diferente, como es el alumnado rural y el urbano. «Quitar los grados, bien, pero con qué objetivo, nadie ha contado qué se avanzará con ello ni qué resultados se esperan. Dan como flashazos, pero sin grandes explicaciones», critica.
«Se trata de una política disléxica, sin enfoque para abordar cambios estructurales», remata.
Se conocen, efectivamente, grandes ejes. Que no se quiere perjudicar al magisterio, que se están cambiando los contenidos y el formato escolar, que se están renovando los libros de texto y que se abordará un mejoramiento de las infraestructuras escolares.
El acercamiento a los maestros parece ser la política más concreta. Se les ha subido el salario por encima del IPC cada año.
El Gobierno dice que terminando este año tendrán una plaza fija «alrededor de 650 mil trabajadores de la educación«, que ya no estarán sometidos a las evaluaciones implantadas en el sexenio anterior.
El gobierno federal se hará cargo de las nóminas de todos los maestros para evitar impagos y retrasos. Y el gran sindicato de la enseñanza, el SNTE, ha recibido un buen espaldarazo, como «franco aliado» de la educación, idéntico puesto que ocupó en sexenios anteriores.
Todo lo demás, los contenidos, los libros de texto, permanece envuelto en la neblina de retórica por ahora. «Queremos una educación humanista, fraterna, no individualista, egoísta», ha dicho el presidente sobre los contenidos escolares, pero sin concretar nada más.
El responsable de la revisión de los libros de texto, Marx Arriaga Navarro, lamentó «los problemas sociales» que ha causado un modelo educativo «neoliberal meritocrático conductista, punitivo, patriarcal, racista, competencial, eurocéntrico, colonial, inhumano y clasista».
Y recordó que en el debate para la mejora de la educación han participado «más de un millón de personas en asambleas informativas».
Se trata, ha dicho, de configurar un nuevo modelo donde la escuela sea «un espacio de transformación social, donde se recupere la memoria histórica, se fomente la lectura como una habilidad compleja y no sólo como una alfabetización funcional, en donde los procesos de aprendizaje sean continuos, sin fragmentarse, con sostenibilidad y sustentabilidad de las comunidades, en donde los tutores participen de estos procesos de aprendizaje de manera activa con un enfoque de género».
Esas parecen ser las claves, el discurso, ante el silencio de los sindicatos y de la oposición. Nadie parece hablar de educación.
«Mi impresión es que el presidente trata de erradicar el neoliberalismo desde la escuela, pero en sus políticas no lo hace, la lógica de prosperidad neoliberal para las empresas no ha cambiado», señala el profesor del Colegio de México Manuel Gil Antón.
«Tampoco ha abordado una reforma fiscal, que sería clave contra el neoliberalismo», añade. «Es curiosísimo, porque repite que ellos no son iguales que los anteriores, pero está haciendo lo mismo que Peña Nieto: autoriza una modificación profunda del sistema educativo sin posibilidad de pruebas piloto, cambios inmediatos y por decreto, a partir de agosto», critica Gil Antón.
A falta de la letra pequeña, los especialistas atisban los cambios gracias a la retórica gubernamental. «Creo que la educación está siendo una herramienta político laboral, sobre todo con los maestros, pero que tiene poco que ver con los verdaderos temas educativos, o sea, cómo aprenden los niños y los jóvenes», dice el sociólogo de la UNAM, Roberto Rodríguez, especialista en política educativa.
Cree que esta modificación se sumará a las de 2011 y 2016, atravesando la vida escolar de los alumnos, que pasarán en su trayecto por tres reformas educativas.
Opina que los cambios curriculares y en los textos educativos, «por los documentos que han trascendido», ponen el énfasis «en lo político y lo ideológico» y que deja de lado los ejes por los que transitan «los modelos educativos más exitosos, que preparan para una formación cultural, cognitiva, científica y tecnológica situada en la modernidad y no en la fantasía comunitaria», añade Rodríguez.