Zona Centro Tamaulipas

San Fernando y sus heridas abiertas

*El nombre de este municipio se ha asociado desde hace muchos años a la violencia; a 12 años de la masacre de migrantes que atrajo la atención del mundo, sus pobladores relatan cómo aprendieron a vivir con el recuerdo de aquella época trágica

TAMAULIPAS.- Es jueves por la mañana y las calles de esta ciudad a 177 kilometros al norte de la capital de Tamaulipas reflejan la prisa de sus habitantes, los negocios abiertos reciben a la gente que con sus bolsas recorren tiendas y pequeños negocios buscando lo que necesitan. El tráfico en las calles de vehículos y autobuses que llevan a prisa a quienes van al trabajo, la escuela, a cumplir algún compromiso. Es San Fernando y su gente, que viven su día a día.

Es el mismo lugar donde hace 12 años, se desató una cruenta guerra entre grupos delincuenciales que puso a esta ciudad bajo el escrutinio mundial, un 22 de agosto, cuando fueron descubiertos los cuerpos masacrados de 72 migrantes en un rancho del ejido El Huizachal.

Anabel Garza Rivera recuerda esa época con tristeza, por todas las situaciones que ocurrían, secuestros a plena luz del día, amenazas a los comerciantes y la incertidumbre cada día, de no saber lo que pasaría al día siguiente.

“Policías, ambulancias, era una incertidumbre bastante fuerte, más que nada para nuestros hijos, ancianos, cuando teníamos algún enfermo, ya no sabíamos si llevarlo a una consulta segura porque nos íbamos a topar con heridos, con personas lastimadas”.

Pese a todo el horror que se dio a conocer a partir del descubrimiento de esta primera masacre de migrantes en 2010 y luego en abril del 2011 con el hallazgo de 48 fosas y 196 cuerpos (oficialmente) también allí en esa ciudad, esta mujer empresaria, destaca la fuerza de su comunidad.

Hoy, dice, en San Fernando hay más tranquilidad, “a pesar de que se siguen viviendo casos, antes eran enfrentamientos, casi a la puerta de la casa, se llevaban a personas a nuestros ojos, fue muy difícil sobreponernos a esa situación, se quedan en nuestros recuerdos como algo triste, lamentable, algo a lo que nosotros pudimos sobrevivir”.


Anabel Garza recuerda que por esa época (2010), sus hijos eran muy pequeños, cuatro, cinco años, y tardaron otros cinco años más, en llevarlos a pasear a parques de futbol o cualquier otro lugar público, por el temor que prevalecía.

“Fue el tiempo más tenebroso para nuestras familias, para nuestros hijos, el saber que eso estaba sucediendo en nuestra ciudad, era de mucho temor”, y hace un comparativo,“como si estuviéramos viviendo una pandemia que actualmente vivimos, háblese de covid, estábamos prevenidos, pero de otra situación”.

Aunque en muchas ocasiones, recuerda que platicaron en familia la posibilidad de marcharse de San Fernando y buscar una nueva vida en otro lugar, tal vez en otro país, esto no ocurrió, “se llegaba el día y continúabamos nuevamente con lo mismo”.

En el caso de su familia, quedarse en San Fernando le significó también dolor; en 2012 su esposo Luciano Leal fue secuestrado durante poco más de un mes, también una tía de él, luego un hermano de su esposo y después un primo, del que ya no supieron nada.

Finalmente el 8 de julio del 2020, su hijo Luciano Leal, de apenas 15 años de edad, fue secuestra do y pese a pagar en dos ocasiones el rescate exigido, sus captores le arrebataron la vida.

Hoy Anabel enfoca sus energías para ayudar desde el DIF, una institución desde la que dice, puede ayudar a aquellas personas que requieren un apoyo para seguir preparándose, salir adelante, las necesidades son muchas y se requiere también voluntad de ayudar y ella la tiene.
Como madre sabe que inculcar valores, principios y repetir a los hijos constantemente cuánto se les ama, es fundamental; las autoridades deben encargarse también que las personas tengan todo lo que requieren para vivir, atención médica, alimento, oportunidades laborales.

Es precisamente la falta de oportunidades, lo que impulsa año con año a miles de personas a dejar sus hogares y países para migrar a otros lugares en busca de mejores oportunidades.

En el primer semestre del año, en Tamaulipas ya se han detenido a 7 mil 664 extranjeros que pretendían llegar a Estados Unidos, pero no contaban con los documentos que acreditaran su estancia legal por el país.

Viajando en grupos pequeños escondidos en vehículos, autobuses o grupos grandes en camiones de carga, en condiciones insalubres y hacinados, los extranjeros continúan arriesgándose para llegar a Estados Unidos.
Todos pagando alguna cantidad a un “pollero” para llevarlos a su destino. Quienes llegan a alguna de las ciudades de la frontera, esperan en casas de seguridad, la oportunidad para poder cruzar, Tamaulipas tiene identificadas al menos diez rutas principales que son usadas por los grupos delictivos para el cruce ilegal de personas a los Estados Unidos, de acuerdo con el Secretario de Seguridad Pública, Jorge Ontiveros Molina, quien identifica el área de la “Frontera Chica”, por donde mayormente cruzan los migrantes.

En septiembre del año pasado, cerca de 600 haitianos que viajaban a bordo de 15 autobuses de pasajeros, fueron interceptados por elementos del Instituto Nacional de Migración (INM). En el puesto de revisión militar ubicado en el kilómetro 134 de la carretera federal Matamoros-Victoria a 40 kilómetros al sur de San Fernando, fueron obligados a bajar de las unidades y continuar a pie.

Al pasar por San Fernando, los habitantes salieron a su encuentro y de manera solidaria les ofrecieron alimento, agua, los animaron a continuar, algunos pensarían que se trata de saldar alguna deuda histórica, para Javier, es simplemente porque se trata de “un pueblo bueno”.

Javier recuerda que el 2010 él era muy joven, pero pasó de andar en las calles jugando futbol con amigos con la calle cerrada para esos juegos interminables, a pasar horas encerrado en casa, es cuchando las metrallas. “Fue una época un poco dura para nosotros, teníamos que encerrarnos por nuestra seguridad y de nuestra familia”.

Se enteró de la masacre de los migrantes, cuando a la funeraria, ubicada a media cuadra de su casa, llegaban camionetas con cuerpos, “vimos los cuerpos, se percibían los olores que sueltan los cuerpos”, recuerda.

Pese a esos tiempos de horror en los que vio a muchos amigos y sus familias irse de San Fernando, para Javier es su ciudad, donde vive y trabaja todos los días, “ahora sales, tal vez con un poquito de ese miedo, pero ya no tanto como el que vivimos en esa época”.

Y recuerda, “en esa época salíamos y había el miedo de si íbamos a regresar o nos fuera a pasar algo, ahora sales, pero ya con un poco más de libertad a salir a donde tú quieres”. Han pasado 12 años de esa primer masacre que marcó a esta ciudad tamaulipeca, le siguieron otra más en la que más extranjeros fueron las víctimas, pero también ciudadanos de San Fernando que sólo buscaban trabajar y vivir en paz. Anabel Garza recuerda que fue a partir de ese suceso, que las autoridades voltearon a ver lo que pasaba en el municipio y prestaron ayuda, primero por parte, principalmente por la Marina, y hasta el 2016, recuerda, cuando se observó más presencia de elementos estatales. Apenas este año, se dictaron sentencias para 18 personas civiles que fueron detenidas durante el desarrollo de las investigaciones en 2011 y que se les involucró directamente con el grupo delictivo que perpetró las masacres, con penas desde los 13 años de prisión hasta las 58 años y multas desde 281 días hasta los 13 mil 650 días.

La Fiscalía General de la República (FGR) detuvo también a 17 policías municipales a quienes acusó de delincuencia organizada, delitos contra la salud, portación de armas de fuego de uso exclusivo del Ejército, entre otros delitos.

De acuerdo con las investigaciones realizadas, los policías interceptaban a los migrantes que llegaban a la central de autobuses de San Fernando y los entregaban a los delincuentes. Hay 13 policías municipales en prisión, sujetos a un proceso penal federal, que se encuentra en etapa de instrucción. Hoy la galera en donde fueron encontrados los 72 cuerpos de los migrantes luce vacía, el camino que recorrió aquella noche funesta, Freddy Lala Pomavilla de 18 años, herido de bala en la quijada, golpeado, con miedo, en una ciudad y un país desconocido, hoy luce diferente.

En ambos lados hay campos listos para la siembra del presente ciclo, a lo lejos los tractores se apresuran, pues se pronostican lluvias y luego de una severa sequía de varios años, hay que dejar todo listo para que la tierra hoy vuelva a dar vida. Mientras en la plaza principal, las bancas están ocupadas por los mayores, quienes pasan el tiem po, platicando, contando historias, sonriendo, mientras ven a algunos niños pequeños andar de la mano de sus madres. “A mí sí me gusta San Fernando, somos un pueblo muy bueno, aquí estamos y siento que aquí voy a es tar”, dice Javier

Por PERLA RESÉNDEZ
FOTOS: JORGE CASTILLO
EXPRESO-LA RAZÓN

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