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Américo o el Truko, ¿quién desconocerá el resultado?

Por: Mauricio Fernández Díaz

Ciudad Victoria.- Se engaña quien piense que la elección termina el 5 de junio. Se puede asegurar que, al emitir el voto, se cumple con el 50 por ciento del proceso electoral. Las etapas restantes son la prueba de la verdad: el cuento, recuento y validez de la elección. Y viene esa parte delicada para la estabilidad política del estado: que el perdedor (y sus seguidores) reconozcan el resultado.

A lo largo de sus carreras, Américo Villarreal y César Verástegui han sido personas institucionales y respetuosas de la legalidad. Pero esta elección no se compara con ninguna de los últimos 18 años, y se nota una verdadera rivalidad política que no augura una solución fácil ni rápida después del 5 de junio.

Por otro lado, si revisamos el respaldo que dan al árbitro electoral y a los jueces de la elección, hallamos otros motivos de inquietud ya que algunos partidos han expresado públicamente su desconfianza a estas autoridades cuando todavía ni se cumplen los comicios.

El más atrevido en sus descalificaciones es Morena, principalmente en el plano nacional. Su líder histórico, el presidente López Obrador, prepara el golpe definitivo al INE con una reforma que busca desaparecerlo, convertir a consejeros en “candidatos de elección”, y formar un nuevo instituto. A los organismos locales, como el IETAM, les ha propuesto un alternativa muy sencilla: eliminarlos para siempre.

Pero el doctor Villarreal no es López Obrador ni se caracteriza por armar plantones callejeros para exigir justicia (sin embargo, no se deja. Gracias a una queja lectoral logró el recuento de votos y venció a Ismael García Cabeza de Vaca en la elección de senador de 2018). Se conduce, pues, con mesura, pero los de su partido ya calientan de más el ambiente con sospechas y descalificaciones.

El 21 de enero, el delegado de Morena en Tamaulipas, Ernesto Palacios, llamó “actos desesperados del PRIAN” el retiro de un spot de Américo Villarreal ordenado por el INE bajo el argumento de violar la equidad de la competencia.

Aunque los morenistas insisten en ver al instituto como su enemigo, el 5 de abril tomó una decisión a su favor (como muchas otras). Esa vez sancionó al PAN, imponiéndole el retiro de un spot en el que asociaba al doctor Villarreal con una banda dedicada al robo de hidrocarburos. Sin tapujos, el INE dijo que Acción Nacional pudo haber incurrido en el delito de calumnias.

En suma, los ánimos entre panistas y morenistas están candentes; se respetan poco y, de no ser por el código electoral y las leyes que rigen las campañas, no sabemos a qué grado habrían llevado su antagonismo. Al 21 de abril, se han presentado 66 quejas o elementos sancionadores en el IETAM. Del total, 23 los promovió Acción Nacional, y Morena, 24. También hay 21 denuncias contra funcionarios públicos por violar el principio de imparcialidad.

El objeto de estas estrategias, en ambos bandos, es presentar al adversario como infractor de la ley. Y a un infractor electoral no se le pueden reconocer los triunfos, como dicen esas mismas leyes.

Esa lucha por el poder distancia a todos los funcionarios y líderes políticos de los problemas de la entidad, y los únicos afectados son los ciudadanos, que deben vivir más de promesas que de realidades durante las campañas. Escasez de agua, desempleo, carencias de salud y educación, así transcurren los días de la mayoría de la gente mientras los candidatos se ciegan en su lucha por la gubernatura.

Morena ya se ha radicalizado (o siempre lo ha sido), pero Acción Nacional hará lo mismo si culmina el expediente del gobernador en su detención; ya comenzó el estudio de sentencia para el caso del desafuero y los pronósticos lo desprotegen. El PAN no se limitará a sufrir la humillación y a cederle a Morena el resultado de las elecciones. Va a pelear hasta el último minuto por la vía legal o quizás hasta las movilizaciones (solo por el proceso a García Cabeza de Vaca organizó tres) con la finalidad de declarar ilegítimos sus métodos y hasta sus victoria. Ya ha sostenido eso, que las carpetas judiciales contra el mandatario y otras figuras panistas tienen fines políticos, no de justicia.

El desprecio del Presidente hacia el PAN es público y notorio. Se entiende que en campañas haya intensidad en los ataques entre partidos, pero estos deben terminar ahí. López Obrador, en cambio, sigue hablando como eterno candidato y todos los días vitupera a la oposición. En la historia moderna no hay antecedentes de una intolerancia como esta. Hasta aquella frase de Carlos Salinas “ni los oigo ni los veo”, suena amable y amistosa comparada con las tiradas del tabasqueño.

¿Cómo va el panismo a reconocer las victorias de Morena bajo este ambiente agresivo? Más aún: en la pasada revocación de mandato hubo evidencia de violaciones a la veda electoral de parte del Presidente y de altos mandos de gobierno, como el Secretario de Gobernación y el de la Defensa. Soberbios, ni López Obrador ni sus colaboradores mostraron el menor remordimiento por sus actos.

García Cabeza de Vaca tampoco es una blanca paloma, y su partido recurrirá a todo lo que esté a su alcance para ganar el 5 de junio. La salida de diputados morenistas para unirse al PAN en el Congreso local es parte de esa estrategia, y solo le tomó unos pocos días. Con esas incorporaciones consiguió leyes a su medida y hasta alargó la permanencia de funcionarios leales a él, como el Fiscal Anticorrupción.

Como decíamos arriba, vivimos las elecciones más competidas del estado en este siglo. Quisiéramos que el día de la votación termine todo, las agresiones, los insultos, la rivalidad. Pero la cadena de acontecimientos solo despierta pesimismo.

Presentimos que la noche del 5 de junio será larga, larga, larga.

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