Por:Mauricio Fernández Díaz
Que se vote la revocación del siguiente gobernador de Tamaulipas
Ciudad Victoria.- Becas escolares sin pagar, hospitales abandonados, escasez de agua, poca obra pública, desempleo, de haber sabido que así transcurriría el gobierno de Francisco García Cabeza de Vaca, los tamaulipecos habrían salido a votar para removerlo del cargo a la mitad de la administración. Pero es inútil regresar el tiempo o vivir en un futuro imaginario.
La consulta ciudadana es una herramienta valiosa para incidir eficazmente en las acciones gubernamentales. En el caso de la revocación de mandato, adelanta el retiro de un mandatario por pérdida de confianza, y esto es una ventaja democrática, quiéranlo o no. El ejercicio de revocación de López Obrador, en cambio, se desfiguró hasta convertirse en una ratificación de su imagen, de su lucimiento y su régimen; es decir, fue más un acto político que un asunto público.
De cualquier manera, se debe defender este tipo de procesos y aprovecharse ahora que están incorporados a la legislación. Después de aprobarse y usarse en el gobierno nacional, varios estados se homologaron con la Constitución federal para permitirlo en sus territorios. Sin embargo, Tamaulipas se mantuvo renuente a adoptarlo, y hoy en día nadie puede votar por el retiro anticipado del titular estatal, así sea el más incompetente y el más corrupto.
En verdad, es grande la pérdida para un ciudadano cuando un servidor público le falla. Además de la esperanza, el tiempo invertido y los recursos económicos, las personas se sienten derrotadas, solas, utilizadas. Hay una sensación de vergüenza hacia uno mismo por haber creído en el candidato equivocado.
Los electores son como niños que deben elegir a un tutor para que cuide de ellos por unos años. Se entusiasman con los políticos, creen en sus promesas y, confiados, los siguen. En el imaginario social una elección es la oportunidad de “cambiar de vida”. Ese cambio se lo proporcionará el líder de su preferencia, y solo ese.
Y cada final de gobierno es igual: la decepción, el despertar amargo, la frustración.
¿Ven por qué una consulta popular para revocar el mandato es de suma importancia, sobre todo en sociedades desiguales, donde se explota a la gente y se niega el respeto a las mujeres, a los pobres y las personas de la tercera edad?
Hoy, Tamaulipas está en la etapa de promesas; se le ofrecen soluciones a todo, le empeñan dinero a educación, salud, policía. ¡Cuánta generosidad! ¡Sobra el dinero! Y la gente, de buena fe, lo cree.
En estricto sentido nadie puede asegurar quién de los tres candidatos a la gubernatura de Tamaulipas solo promete para hechizar a los electores y no cumplirá su palabra. Una premonición tan categórica es imposible de sostener si se habla en serio. Este es el juego arriesgado de los ciudadanos: elegir, según su criterio, quién es el más confiable, no el más preparado ni el más valiente.
Tienen enfrente, por ejemplo, a un Arturo Díez Gutiérrez, de Movimiento Ciudadano. Él asegura reactivar la economía y el empleo mediante una alianza con Nuevo León y Texas. La paz se convertirá en ley, y todos tendrán derecho a ella. Son ideas realmente atractivas y merecedoras de la atención pública.
César Verastegui Ostos, el Truko, de la alianza PAN-PRI-PRD; ofrece una bolsa de 10,000 millones de pesos para financiar a emprendedores. Esto suena seriamente tentador. Un hospital público de tercer nivel, medicinas para niños con cáncer y apoyo a los jóvenes son también sus compromisos de trabajo. ¿Quién, en su sano juicio, puede rechazar una oferta como esta?
El doctor Américo Villarreal Anaya, candidato común de Morena, el PT y el Partido Verde (PVEM), da un paso adelante para trabajar por el derecho universal a la salud, erradicar la corrupción policíaca y, sobre todo, gobernar con honestidad. Este sí es un deseo acariciado por los ciudadanos; tener una administración sin desvíos ni saqueos, tanto más en Tamaulipas, que carga la deshonrosa fama de tener dos exgobernadores en la cárcel.
En verdad, los tres presentan un abanico de promesas interesantes y adecuadas para los problemas de la gente. Sin embargo, ¿quién miente? ¿Quién de ellos tiene la propuesta pero no la voluntad?
Si quisieran ayudar a la gente a elegir con tranquilidad al siguiente gobernador, la 65 Legislatura debería desempolvar el proyecto de decreto para instituir la revocación de mandato en Tamaulipas.
El proyecto se detuvo por la dificultad de hacerlo realidad: se requiere la mayoría del Congreso Local, ahora controlado por el PAN y sus aliados, así como de la aprobación de más de la mitad de los 43 ayuntamientos.
De superar estas pruebas, los tamaulipecos podrán votar por la revocación del nuevo gobernador tres meses después de haber transcurrido el primer año de gobierno. Así de rápido.
Solo así podrán los ciudadanos evitar un daño mayor, por la pérdida de tiempo y de dinero, si el gobernador electo deshonra sus promesas de campaña y queda por debajo de las expectativas. Antes, nadie lo podría prevenir.