La Comuna
La herencia de la juventud priista
José Ángel Solorio Martínez
La clase política priista que se arropó con el PAN en esta campaña por la gubernatura de Tamaulipas, sería la más golpeada ante la eventualidad de un triunfo de la Izquierda tamaulipeca. Sus más representativos cuadros, –la Nomenklatura de siempre, las élites tricolores que han lucrado con las siglas PRI– están al lado del aspirante azul.
Edgar Melhem Salinas, Ramiro Ramos, Enrique Cárdenas del Avellano, Everardo Salinas, Roberto González Barba, Lucino Cervantes, Mónica García, Montserrat Arcos y Oscar Almaraz Smer –el más orgánicamente panista de todos–, lanzaron sobre el tapete de las apuestas su resto.
Van por todo, o van por nada.
Así de osados.
Los militantes jóvenes –que necesariamente vienen con la cara más limpia que los aludidos– tienen frente a ellos, la oportunidad de su vida: ser parte activa, protagónica del relevo generacional priista en Tamaulipas, que tan necesario se percibe ante tan erráticas políticas de alianzas –se fueron como gato en bofe, ante la postura neoliberal de su otrora enemigo histórico: el PAN– que los trae con el sambenito de traidores a la patria, asunto que les ha restado más simpatías que los atracos de decenas de gobernadores y presidentes de la república.
¿Hay priistas jóvenes con liderazgo y empuje para reemplazar a los viejos dinosaurios a punto de la extinción?
Lamentablemente: no se ven, por ningún lado.
Los chamacos priistas, están más verdes y tiernos que las calabacitas.
Probablemente, en algún pueblo, deambule alguna chica o algún chico con potencial; quizá, en algunos lustros esos garbanzos de a libra, puedan exhibir sus talentos.
Hoy por hoy, se ven más jóvenes como actores emergentes en la Izquierda que en la derecha moralmente derrotada.
Posiblemente, esa sea la derrota histórica del PRI: se fue tanto a la derecha, que se desdibujó como el partido del centro en el cual se movió por décadas hasta que los neoliberales –particularmente Salinas de Gortari– lo hicieron semejarse cada día más al PAN.
La reciente votación en la Cámara de diputados, por la Reforma Eléctrica, ilustró los polos del país: neoliberales y anti-neoliberales.
Lo de actualidad: neoliberales, a la derecha; a la Izquierda, los anti-neoliberales.
Esa polarización, deja poco margen de maniobra a la juventud priista tamaulipeca. ¿A quién demonios se puede convencer que se vota a favor de entregar el Litio a los extranjeros, para ayudar a los mexicanos? ¿A quién diablos, se puede decir que la empresa española Iberdrola es una dama de la caridad?
¿A quién diantres, se puede invitar para luchar por quitar el apoyo a los adultos mayores, porque es una carga para el erario?
Negro futuro tiene el PRI y sus militancias en nuestro estado.
Y más, si se considera que ese porvenir, son sus jóvenes.
Aquellos priistas mencionados, se esforzaron, para dejar un evidente legado a su juventud: desprestigio, deshonra, desgaste y una ética partidista de la más baja estofa.
Pero eso sí: contando –a partir de 1947– a ex gobernadores, ex alcaldes, ex diputados federales y locales, regidores, síndicos y otros funcionarios –como miembros de los gabinetazos–, han realizado una rapiña de fondos públicos, –bajita la mano– de más o menos, 400 mil millones de pesos.
Una baba de perico, dirían Tomás Yarrington y Eugenio Hernández Flores.
La mera verdad: apremia, para Tamaulipas, el Instituto Para Devolver al Pueblo lo Robado (IPDPR).
Hago público el trato: votaré, por el candidato a gobernador, que se comprometa a sumar a las instituciones del gobierno estatal, esa necesaria y noble entidad.
(PD: El acuerdo, va para los candidatos del PAN y de MORENA. Con el otro no: a menos, que muestre una carta de su suegro como aval)