Seguridad

Días de agonía

Yolanda Martínez sonríe desde un cartel de búsqueda en la entrada de su casa en Juárez, un municipio humilde en el extrarradio de Monterrey, en Nuevo León. 

Su padre, Gerardo Martínez, se coloca triste al lado, junta las manos y mira a la cámara. Después pide perdón por haber llorado «tanto» durante la entrevista. 

Dice que ahora se quiebra muy fácil, que son peores los días que se queda esperando en la vivienda: «Aquí encerrado no se acuerdan de mí, se les olvida mi caso, yo no quiero que se les olvide, prefiero que digan ahí va el señor otra vez, ahí va otra vez en la calle». 

Gerardo Martínez tiene que caminar un trecho para recibir en una esquina cerca de su domicilio, todavía anda peleándose para que geolocalicen su calle y aparezca en los navegadores, explica. Invita a la vivienda, se sienta rápido a un costado del pequeño altar que ha preparado y comienza a recordar con precisión los últimos días de su hija.

La joven llevaba un par de meses viviendo de nuevo con su padre, su hermano, su tío y su abuela en Juárez, mientras se organizaba para encontrar un nuevo trabajo. 

Había tenido que dejar el último empleo porque los horarios le impedían cuidar a su hija Fernanda, de tres años, que había empezado el kínder. 

El 28 de marzo se dirigió hacia la colonia Constituyentes de Querétaro, en San Nicolás, donde vive su abuela materna para estar más cerca de la niña, que esos días estaba con su padre, con quien tiene la custodia compartida. Gerardo estuvo en contacto durante toda la semana con la joven.

El día 31 a las 13:00 horas, el móvil de Yolanda ya estaba apagado. «Quizás se le descargó el celular», pensó su padre tras la llamada. Volvió a marcar unas horas más tarde: todavía sin señal. 

«Ahí empecé a preocuparme. Le mandé un WhatsApp: ´¿Dónde estás? ¿Yola? Hey´. No me contestó. Mañana a lo mejor me habla, pensé». Al día siguiente, todavía sin noticias, explotó la preocupación y localizó a tías, primas, amigas de la joven: «¿Está Yola en tu casa?». Nadie, nada.

Martínez y su hijo, Gerardo, consiguieron presentar el 4 de abril la denuncia por desaparición ante la Fiscalía —el sistema por internet no funcionó durante el fin de semana—. 

«Los agentes me dijeron: ´Usted espérese en su casa, porque ahí va a llegar el grupo de búsqueda para ponerse de acuerdo y montar la estrategia´. Y yo pensé: ´Qué bueno, en nada mi hija está aquí otra vez». 

Y ahí estuvo la tarde y llegó la noche con el teléfono pegado a la oreja, y llegó un día y después otro, y nadie, nada. «Yo pensé que no hizo efecto mi denuncia o que se les olvidó, así que volví a llamar y me dijeron que siguiera en mi casa, que me fuera a trabajar, que yo ya había puesto la denuncia, que esperara. Y yo esperé, pero pasó toda una semana y ni el grupo venía, ni mi hija regresaba».

Martínez empezó entonces a ir solo a repartir carteles de búsqueda de Yolanda. La familia encontró esos días, sin ayuda de la Fiscalía, unos videos de las calles aledañas de donde salió la joven aquel 31 de marzo. 

Así saben que antes de las 10.30 fue a un ciberlocutorio a imprimir una solicitud de empleo —no saben para qué empresa—, que estuvo alrededor de una hora en la casa, y que volvió a salir. 

Se despidió de su abuela: «Luego vengo». A las 11.27 minutos, una cámara la grabó caminando sobre la calle Ismael Pintado hacia la avenida Conductores. Y después de esa imagen, Yolanda Martínez se esfuma.

«Ahí se la tragó la tierra, ahí me la levantaron, me la desaparecieron, y yo siento que ya no está, ¿por qué? Porque son muchos días. Yo pensaba encontrarla inmediatamente, pero no lo logré. Ya vamos para un mes y están apareciendo personas que estaban desaparecidas sin vida. 

Fiscalía no actúa

27 días sin ella

Yolanda Martínez, de 26 años, desapareció el 31 de marzo a las 11:30 del mediodía cuando salía a entregar una solicitud de trabajo en San Nicolás de los Garza, a unos 30 kilómetros de su casa. 

La Fiscalía de Nuevo León mantiene que la joven se fue de forma voluntaria y todavía no ha hecho ningún rastreo en el terreno para encontrarla. 

Una teoría impensable para su padre, que ya ha soportado 26 jornadas sin pistas ni avances. 

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