Por :Mauricio Fernández Díaz
Ciudad Victoria.- Se ha abusado de las encuestas como una imagen del “triunfo inminente” de un candidato u otro en este proceso electoral. Ciertamente, muchas personas ya comprometieron su voto por simpatías personales o por algún interés, pero sentimos que la emoción de las campañas aún no contagia a la sociedad, y no se puede fiar de estudios de opinión cuando algunos ni siquiera saben que habrá una elección este año ni quiénes compiten.
Esto no las descalifica como una herramienta fundamental en la medición de las preferencias de la gente, ya que ayudan a conocer el perfil de consumidores y la imagen pública de un producto. De sus resultados se hacen mejoras para ganar aceptación. Más que darles difusión, las encuestas de intención de voto se consultan en privado en los cuarteles generales de los candidatos.
Cuando se publican con demasiada frecuencia, hay un interés político o una campaña velada para inducir el voto.
Las encuestas más recientes muestran resultados opuestos y esto, en sí, es incongruente. Si las dos pretenden ser representativas no se pueden contradecir. Una de las dos, por lo tanto, es incorrecta; no estamos suficientemente documentados para decir cuál está bien o mal hecha, pero podemos exponer hasta dónde logran reflejar el sentir de la gente o si resultan confiables para darse por ganador.
La empresa Massive Caller acaba de publicar su último ejercicio. De acuerdo con éste, Américo Villarreal, candidato de la alianza Morena-PT-Partido Verde, tiene la ventaja con 47.4 por ciento de las preferencias. Le sigue César Verástegui, del PAN-PRI-PRD, con 22.9 por ciento. La consultora indica haber entrevistado a mil personas telefónicamente para el estudio, y añade un grado de error de más/menos 3.4.
También la empresa Encuestadora MX presenta los datos de su ejercicio. La mayoría de las preferencias es para César Verástegui, de la alianza PAN-PRI-PRD, con 40 por ciento; detrás aparece Américo Villarreal, de Morena-PT-PVEM, con 36 por ciento. Para esta consulta se aplicaron 650 encuestas telefónicas en las principales regiones del estado, donde se concentra el grueso de la población.
Cometería un error garrafal el candidato que quiera ser gobernador aferrado a la encuesta que más preferencias le ofrezca. Es válido que se usen en una competencia para presionar o avanzar, pero no son la constancia de ganador para ningún aspirante.
El reto está en la calle, en carretera, en el campo, bajo el sol o la lluvia, cansado y hambriento. Hay desgaste físico y emocional en una campaña política; se calcula que una candidata mujer pierde de 4 a 5 kilos, mientras el hombre quema de 6 a 8 al terminar ese periodo. Es la factura que han de pagar si quieren convencer a la gente de que los apoye.
Por cierto, los bots, likes y seguidores virtuales en redes sociales tampoco son votos. Los datos de estas herramientas son todavía más engañosos e indignos de crédito. Se pueden fabricar cuentas con mucha actividad y presencia digital y no ser efectivamente ni populares, ni apoyados ni virtuosos.
El reto, repetimos, es convencer a los ciudadanos cara a cara, mirando a los ojos, sudado por el esfuerzo, elegido por su discurso, por su honradez y por su trayectoria. A las casillas de votación no irán caminando las encuestas; irán los ciudadanos.
Otro amuleto electoral que ha perdido eficacia es la marca de los partidos, su valor social para atraer simpatizantes. Aquí más vale ser claros desde el principio: el interés tiene pies, el beneficio mueve a las personas, y esta es una ley natural. Morena tuvo muchos defensores idealistas en sus inicios, por hartazgo a los gobiernos del PRI y el PAN. Ahora que ya gobierna ha enseñado su verdadero rostro (dicho sea sin ninguna connotación), ha sufrido desgaste y, en consecuencia, ha perdido lealtades. Más astutos, los morenistas han sabido manejar los programas sociales para enganchar seguidores.
La marca PAN ya estaba desecha cuando salió Felipe Calderón de la Presidencia y, con Francisco García Cabeza de Vaca en Tamaulipas, resulta indigesta para muchos. Con su emblema y sus colores azul y blanco ya no impresiona a nadie, menos cuando en esta entidad quedó secuestrado por la familia García Cabeza de Vaca, primos y ahijados incluidos.
Si el doctor Américo Villarreal quiere gobernar Tamaulipas debe ser él, su persona y su compromiso, el que convenza a la gente. Si el ingeniero césar Verástegui está decidido a ser gobernador, debe empeñar su palabra con los ciudadano sin confiarse del PAN y sus aliados, y menos todavía de García Cabeza de Vaca.
Esta elección, a diferencia de las anteriores, la resolverá de manera directa la personalidad de los candidatos, y cada uno posee cualidades interesantes para persuadir al electorado. Por buenas que sean las fotos o los videos en Facebook, esas características no se ven ahí, ya que permanecen ocultas bajo filtros, ediciones y poses intencionadas.
Para convencer a la gente de ser el mejor, el “Truko” y Américo tendrán que gastar suelas y andar en marcha por todo el estado. Con una encuesta en la mano, no se gana una elección.