La Comuna
Memo Gutiérrez Riestra, el héroe cívico
José Ángel Solorio Martínez
La desatada violencia en Tamaulipas, nos ha convertido en víctimas a todos. A unos, de una forma; a otros, de otra. En lo personal, he perdido por la metralla –en pleno sexenio de Felipe Calderón– en las calles y de las calles, varios seres queridos. Aquí y en la zona metropolitana de Monterrey, Nuevo León. Nadie, dio razón por los culpables.
Tuve eso sí: la oportunidad de despedirlos de cuerpos presentes.
Los vi, exangües, pálidos sus rostros de cera, sin inhalar ni exhalar, como estatuas de mármol.
Sé dónde están ahora; puedo, por ello, llevarles ofrendas cada dos de noviembre.
Eso, aunque parezca sacado de los textos de Antonín Artaud o de Stephen King, es una bendición en el escenario que pisamos. Otros tamaulipecos, nuevoleoneses, no tuvieron la oportunidad de dar el último adiós a familiares: sus restos, no han aparecido.
La pregunta, suena absurda; pero es obligado seguir haciéndola:
¿Dónde están los desaparecidos?
Con el conocimiento pleno de saber lo que se siente –náusea pegajosa en el estómago, amargo sabor bajo el paladar, agrio coraje en la humedad de los ojos, y una necesidad inaguantable de venganza, o por lo menos, justicia–, perder un brazo de la familia por la guerra de Calderón, he comprendido y admirado la vida de incansable lucha de Guillermo Gutiérrez Riestra. Él, perdió una hija; y jamás pudo encontrarla. Removió, centenares de fosas y de cementerios clandestinos infructuosamente, con el único afán de darle un despido digno y humano.
No pudo.
Se fue de esta vida, sin completar la tarea que juró –como lo hizo– hasta la muerte, desplegar hasta la localización de la joven Raquel.
No es una metáfora, decir que Memo –así le decíamos sus amigos– arriesgó su vida, como muchos compañeros de diversos colectivos que indagan por sus desaparecidos. Pocos líderes sociales como él, en estos tiempos de desatada bestialidad. Caminó las brechas de San Fernando; cruzó, la frontera y abrió decenas de tumbas escondidas entre matorrales, para tener la dicha –de tanto daño recibido, muchos rezan para tener esa penosa alegría y dar reposo a sus laceradas almas– de abrazar los restos de su hija.
Tocó, todas las puertas posibles que pudieran alimentar su esperanza. Nunca, nadie respondió a su lastimera pregunta. Lejos de debilitar su fe, esos silencios oficiales, le hicieron seguir con su actividad: organizó a uno de los comités de búsqueda más consistentes y respetables del estado. Por décadas, apareció en manifestaciones en Monterrey y en la CDMX, pidiendo la aparición de Jesús Ibarra Piedra, al lado de la heroica madre Rosario Ibarra de Piedra.
Ni Rosario encontró a Jesús, ni Memo encontró a Raquel.
Él, ya está en el Eterno Oriente.
Grande ejemplo, deja a los tamaulipecos.
Por sus acciones, por su verticalidad, por su congruencia, y por su irreductible combate para saber el paradero de los desaparecidos, Guillermo Gutiérrez Riestra, es ya un inmortal en la rotonda de los héroes cívicos de Tamaulipas.