Ciudad Victoria.- Para convencer a Gerardo Peña Flores de dejar la Cámara de Diputados debió haber recibido una propuesta ventajosa de parte de Cabeza de Vaca. ¿Libertad de contratar personal?, ¿Hacer modificaciones en la política interna?, ¿facilidad para trabajar home office desde Monterrey, su tierra natal? Tal vez sea el presupuesto de 1,770 millones de pesos que esa secretaría ejerció en 2021, una suma de insomnio, y que se repetirá en 2022 debido al veto del gobernador al gasto diseñado por el Congreso Local, controlado por la oposición.
Muy sonriente, con mirada feliz, llegó Gerardo Peña por su nuevo nombramiento, acompañado del gobernador y de César Verástegui, a quien sustituye. Luego, exultante, publicó un mensaje en Twitter: “Sin titubeos garantizo que, como lo he hecho hasta hoy, trabajaré sin descanso para seguir aportando a la consolidación de las políticas públicas”.
¿De qué va el asunto en esta área? Nos centraremos en una de las principales atribuciones concedidas a esta Secretaría: “Establecer y operar un sistema de información, en coordinación con la Secretaría de Seguridad Pública, que contribuya a preservar el orden y la tranquilidad social así como la estabilidad y permanencia de las instituciones constitucionales del Estado”.
Ahora bien, ¿tiene Gerardo las cualidades, el perfil para garantizar esta función relacionada con la seguridad o aquellas de conducir las relaciones con los partidos políticos, asegurar la protección ciudadana, cuidar la exacta observancia de los derechos humanos?
Gerardo Peña Flores ya ha conducido cuatro proyectos políticos y en los cuatro fracasó: todas sus candidaturas a cargos de elección por el principio de mayoría. En todo caso, se le debe conceder un voto de confianza, ya que no está impedido para ejercer el nuevo puesto. Más vale que lo aproveche, porque lo va a necesitar.
Basta con recordar dos masacres ocurridas en 2021 que pusieron a prueba las capacidades del Secretario General, su credibilidad y su compromiso con la seguridad. Apenas comenzaba el año cuando el 22 de enero se descubrieron 19 cuerpos calcinados, a bordo de camionetas, en Camargo; 16 de ellos eran guatemaltecos. Tenían huellas de tortura y tiros de gracia.
Peor: los responsables de la matanza habían sido policías estatales del cuerpo élite, conocidos como Grupo de Operaciones Especiales (GOPES), creado por iniciativa de Cabeza de Vaca. La tragedia causó estupor hasta el último rincón del mundo, con grandes reportajes en periódicos españoles y un pronunciamiento del Papa Francisco, desde Roma, en favor de las víctimas.
En la frontera, cientos de personas se manifestaron en los puentes internacionales para reclamar justicia y paz.
Presionado, el gobierno estatal detuvo a 12 policías por estos homicidios, y pensó que todo estaba aclarado. No fue así; los detenidos dijeron que ellos habían cometido los asesinatos, pero que no los habían calcinado. Después, no se supo de otros procesados.
La segunda masacre tuvo lugar el 19 de junio: un comando armado recorrió diversas colonias de Reynosa y disparó a mansalva, sin mediar motivo, contra obreros, taxistas, peatones y todos los que se cruzaran en su camino. Abatieron así a 15 inocentes. Hasta la prensa rusa publicó detalles de esta matanza.
El 26 de junio, apareció muerto uno de los líderes criminales, y ya se había detenido a 13 personas involucradas en la razzia. En cierto modo, fue el punto final de esta historia. Hablar de justicia ya es demasiado.
Para evitar el cansancio y la náusea, no citaremos los atentados violentos ocurridos en años anteriores, pues, a pesar de nuestro silencio, son conocidos y bien recordados. Finalmente, hemos cumplido con nuestro propósito: poner frente al lector el escenario crudo y pavoroso en el que se desenvuelve Tamaulipas, y al que le toca darle legalidad, orden y paz la Secretaría General. Con razón, se le conoce como el puesto que nunca duerme.
Veremos cuánto le dura la sonrisa y la mirada brillante a Gerardo Peña como secretario general de gobierno, en una entidad acosada por la violencia. Nos sorprende su optimismo cuando los antecedentes marcan un camino explosivo e inestable. Quizás, ese buen humor le sirva para tomar buenas decisiones y mantener el dominio de la situación. Su felicidad se parece al de la gente que gana un premio muy valioso. ¿Se habrá ganado la rifa del tigre y no lo sabe?
Y los ciudadanos, ¿qué ganancia obtienen con la llegada de Peña Flores a una función estratégica y vital para la paz pública? A diferencia del nuevo secretario, a nosotros se nos borra la sonrisa de recordar sus acciones como líder de la 64 Legislatura del Congreso Local. Tres semanas antes de dejar la diputación, apoyó una reforma para otorgar al gobernador y a otros funcionarios un regalazo insólito, consistente en guardaespaldas, vehículos blindados y medios de seguridad, cuando dejen la administración y vuelvan a la vida privada. Todo esto, desde luego, con dinero de los ciudadanos.
Gerardo cometería un error grave si vuelve a utilizar un cargo para servir a Francisco García Cabeza de Vaca, a su familia o al PAN. De hecho, ya tiene enfrente la primera misión como Secretario General de Gobierno: esclarecer el intento de allanamiento de las oficinas de Armando Zertuche, líder de la diputación local de Morena y de la 65 Legislatura, pacificar las ciudades fronterizas y garantizar elecciones ordenadas y pacíficas. Veremos si dentro de dos semanas sostiene la misma sonrisa.