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Aborta alianza PAN y el PRI en Tamaulipas Por: Mauricio Fernández Díaz

Ciudad Victoria.- Pocas experiencias hay más infelices que los fracasos prematuros. No bien nace una ilusión, el deseo de una alegría largamente esperada, cuando ésta se malogra casi de inmediato. La pena es tan grande que más hubiera valido nunca creerla. En Tamaulipas, el PAN y el PRI están cerca de vivirla.

Lo primero que merece explicación es saber qué ventaja representa una alianza con el PRI. Se entiende que con ella Acción Nacional busca aumentar sus posibilidades electorales, lo que ya implica una necesidad, una carencia. La derecha se siente débil; de otra manera, competiría sola en la elección como lo hizo en 2016, cuando ganó la gubernatura con Cabeza de Vaca; entonces era competitiva y confiable, pero esos tiempos se acabaron.

Ahora necesita juntarse con el tricolor para rivalizar con Morena, favorito en las encuestas para ganar la gubernatura estatal en 2022.

Nos extraña que alguien se interese en el PRI para mejorar en los pronósticos cuando este partido empeora cada vez más. Empecemos por las elecciones locales de 2019. Es preferible compararlo consigo mismo, de un proceso electoral a otro, y no con otros competidores, para descubrir alguna tendencia futura. Hemos procedido de esa manera y encontramos lo siguiente: en 2019, el tricolor obtuvo 10.03 por ciento de la votación y ganó tres diputaciones locales. Después, en 2021, recibió el 9.19 por ciento de los sufragios, y se quedó únicamente con dos escaños.

Si revisamos los números de las elecciones municipales, la tendencia sigue siendo negativa para el Revolucionario Institucional. En 2018, el PRI atrajo el 23.22 por ciento de los sufragios y obtuvo seis alcaldías. Tres años después, en 2021, computó el 8.94 por ciento de los votos y ganó cuatro municipios. Otra vez, hacia abajo.

Esta es la radiografía del partido con el que el PAN busca alcanzar a Morena en las preferencias y superarla el 5 de junio de 2021, la fecha decisiva. Es como si una doncella tomara por esposo a un hombre de 83 años y esperase perdurar mucho tiempo como pareja. Exigirle al PRI que aporte fortaleza y posibilidades de triunfo electoral va contra las leyes naturales y de probabilidad. Lo único destacable es el simbolismo que contiene la palabra “alianza” porque despierta ideas de unión, de agrupación, de colaboración, todo lo cual tiende a considerarse como un sello ganador. Pero en el caso de la alianza PAN-PRI solo es cuestión de palabras y fórmulas vacías: no hay tal agrupación vencedora ni legión de combatientes. Es un proyecto frágil y condenado a morir desde su misma concepción.

Las cifras del PAN ya las hemos analizado en este espacio y resulta innecesario repetirlas; su situación es similar a la del PRI: una línea hacia abajo en los porcentajes de votación y en los cargos logrados.

Lo más curioso de esta situación es que la alianza, al principio, le repugnaba al PRI. Así lo manifestó el propio Edgar Melhem en una entrevista exclusiva para Sentido Común.

“Yo diría que el PRI Tamaulipas tiene ahorita una ofensiva por parte del estado, del tercer piso (del Palacio de Gobierno) para que haya una manifestación pública de la alianza. Lo digo y lo reitero: en el tema de la alianza, la última voz, la tendrá el Comité Ejecutivo Nacional”, nos dijo el líder estatal, en noviembre.

Incluso, consideró que dicha coalición le restaría votos al tricolor: “Bajo las condiciones de desprestigio que tiene el PAN y el gobierno del estado en Tamaulipas, creo que lo más prudente es que sea un priista quien encabece la alianza”.

Pero en cuestión de semanas Edgar Melhem ha cambiado de opinión, y ahora acepta públicamente que este pacto es viable. “Las condiciones cambian y estamos listos para lo que diga el Comité Ejecutivo Nacional”. Mentira; las condiciones no han cambiado. El PAN sigue en el mismo lugar, diezmado, con la mitad de las preferencias que posee Morena, lejos siquiera de empatarlo.

A esto se suma una fractura en Acción Nacional debido a las decisiones erráticas de su dirigente, Marko Cortés. Al interior de este partido, otrora grande por las dos presidencias que logró, se presenta un cisma que por sí solo lo debilita y lo vuelve vulnerable. En noviembre del año pasado, justamente, Gustavo A. Madero puso los puntos sobre las íes sobre las malas estrategias de coalición: “Yo entré al PAN para combatir al PRI hace muchos años, porque el PRI representaba el partido monopólico de Estado. Hoy esa amenaza se llama Morena y por eso hay que sumarse con todos; sin embargo, la historia de corrupción del PRI ha contaminado los acercamientos de buena fe que como Partido Acción Nacional hemos tenido en el pasado”.

No hay, entonces, consensos para ir brazo con brazo acompañado del PRI a una elección estatal. Si esto piensan figuras importantes del panismo, en coincidencia con varios militantes locales que están decepcionados de Cabeza de Vaca y su administración, ¿cómo esperan entusiasmar a la gente en Tamaulipas, convencerla de votar por su fórmula, y quedarse con la victoria? Sencillamente, hay discordia entre las intenciones y la realidad.

El PAN y el PRI se aprestan a anunciar una alianza para contender juntos en la elección de 2022 en Tamaulipas. Esperan llevarse ‘la nota’, ser el tema principal de los siguientes días. Claro que lo serán, pero por formar una dupla con más apariencia de fracasada que de vencedora.

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