Política

El dilema aliancista

AGUSTÍN BASAVE

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso). – Las alianzas electorales suscitan controversia. Si los aliados tienen idearios diversos o contrastantes se les tacha, por buenas o malas razones, de incongruentes. En los regímenes parlamentarios europeos es común que partidos ideológicamente antitéticos cogobiernen de manera coherente y funcional (el caso de Alemania es paradigmático). Pero en México las coaliciones, que rara vez llegan a los programas de gobierno, tienen mala prensa.

En 2016, por ejemplo, el nado sincronizado patrocinado por el gobierno de Enrique Peña Nieto intentó en vano socavar una estrategia de unidad opositora PAN-PRD que acabó infligiendo al PRI la peor derrota de su historia en comicios estatales.

Desde luego que, además de aliancismo pragmático que prolifera cuando las coaliciones ganan y escasea cuando pierden, existe un anti aliancismo persistente sustentado en convicciones. En todo caso, los enemigos del eclecticismo insisten en el cliché del agua y el aceite… hasta que se diluye ante un argumento irrefutable: cuando la autocracia se cierne sobre un país es válido que los demócratas izquierdistas, centristas y derechistas se unan para impedir dictaduras o “dictablandas”.

Los mexicanos enfrentamos hoy esta encrucijada. La idea de una alianza de amplio espectro para ganarle al presidente López Obrador la mayoría de la Cámara de Diputados en 2021 tiene sustento en la defensa de la democracia. AMLO ha concentrado demasiado poder, ha debilitado a sus contrapesos y ha construido un gobierno autoritario que premia la sumisión y castiga la discrepancia.

Hay quienes dicen que fabricó su BOA para invocar un bloque TUCAM (Todos Unidos Contra Andrés Manuel) y sustentar en él su propaganda de liberales buenos y conservadores malos; yo apuesto doble contra sencillo a que AMLO no desea, sino que teme a la unificación opositora, y que el ofidio es en realidad un espantapájaros o, mejor, una vacuna para inducir en los partidos de oposición anticuerpos que debiliten al aliancismo.

El razonamiento es simple: si sus contrincantes van separados él gana con relativa facilidad, en tanto que si se unen es probable que pierda. Cierto, las sumas de votos no son automáticas, pero si las alianzas no fueran rentables Morena no habría llegado a la ignominia de aliarse con el Verde.

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