Habrá lucha campal en Morena sin un pacto de concordia
Ciudad Victoria.-La renuncia forzada de Santiago Nieto como titular de la UIF refleja nuevamente la cara oscura de un sector de Morena. Nos referimos al canibalismo político, a la lucha fratricida entre radicales y moderados. Se comportan como esas familias sicilianas que se matan unas a otras por la sed de poder, por envidia o por venganza.
Se entiende que estos impulsos forman parte de la condición humana, y que no caracterizan en lo particular a este instituto político. Lo preocupante es que estos grupos suelen escalar sus agresiones a alturas insospechadas si no se contienen a tiempo. Agarran a su presa como perros encarnizados y la sueltan solo cuando ya no se mueve, como ocurrió con Santiago Nieto, y antes con otros. Cegados como están, no miden el peligro de afectar la campaña de su partido y, en general, todo el proceso electoral en Tamaulipas.
Como en cualquier asociación, hay miembros sensatos, pensantes, civilizados, que prefieren dirimir sus diferencias mediante el diálogo, y en Morena están presentes. Pero el movimiento pasa hoy por un periodo de luchas internas tanto a escala nacional como estatal, y le conviene aceptar el problema para hallarle solución.
Porque a Santiago Nieto no lo ‘tumbó’ de la UIF la boda suntuaria en Guatemala, sino los enemigos internos de su ahora esposa, Carla Humphrey. Como consejera electoral, ella aprobó diversas sanciones a candidatos de la 4T en la elección pasada, y esto levantó resentimientos. Nieto y su pareja quizás merecían un correctivo público por la exhibición de riqueza, por su falta de sensibilidad. Ese hubiera sido un justo castigo. Sin embargo, sus adversarios no querían justicia: querían venganza, y la consiguieron a fuerza de presionar en redes sociales al nuevo matrimonio y de una campaña mediática para denigrarlo. Solo unas horas después de la fiesta, Santiago Nieto presentó su renuncia.
Esto hacen las guerras sucias que se detonan en la red y las nuevas tecnologías de la información: arrasan prestigios en cuestión de minutos.
En Tamaulipas, han aparecido los primeros visos de guerra sucia entre seguidores de los diferentes aspirantes. Conviene subrayar que el enfrentamiento se da entre estas comunidades y no entre los interesados directos. Pero esto no hace menos inocente ni menos violenta la lucha. La estimulan las encuestas de intención de voto que señalan a Morena como ganador de la gubernatura de Tamaulipas, prácticamente por una diferencia de dos a uno. No hay un solo estudio que arroje un resultado diferente. Este porvenir casi seguro de poder e influencia ha desatado los apetitos de grupos locales y sirve de combustible a los ataques en contra de los posibles rivales, pues ya quieren desde ahora ser los únicos o los primeros en acomodarse. Agréguese a este ambiente la injerencia de grupos panistas y del Gobierno del Estado, que todavía manipulan a un pequeño número de morenistas en la entidad, cifra menor pero suficiente para armar camorra y provocar división y discordia entre pares. Incitan el descontento entre las bases o los contendientes eliminados por su bajo perfil y su escasa trayectoria. Ante la tentación de las encuestas, ante el fracaso de Acción Nacional y del PRI, ante el respaldo popular, hay una guerra en Morena Tamaulipas por ver quién se queda con todo, a veces hasta llegar al ridículo, como el exdirigente estatal Enrique Torres en 2020, quien presentó más impugnaciones contra sus correligionarios que contra Cabeza de Vaca y los albiazules.
A Movimiento de Regeneración Nacional le espera una decisión difícil si se propone elegir “al mejor” aspirante. Todos, en realidad, tienen cualidades como administradores, como funcionarios o como políticos. Si a uno carece de cierta habilidad el otro la tiene, y viceversa. ¿Cómo se pueden jerarquizarlos de mayor a menor si muchas veces se complementan? Rodolfo González, Adrián Oseguera, Juan Ramón Gómez, Américo Villarreal, Héctor Garza, por citar a los más identificables, reúnen las condiciones para ser candidatos y ganar la elección. En Morena no tienen problemas por la escasez de cuadros sino por la abundancia de estos. Va a requerir de toda la sabiduría posible para acertar en la elección y fortalecer la unidad partidista. Un capricho, una imposición, un favoritismo, y se quema la casa. Hay, repetimos, recurso humano para ganar, y las últimas encuestas marcan al doctor González Valderrama como el más adelantado. Siendo una señal positiva, no es suficiente para mantener la calma o la estabilidad en el morenismo.
Por eso se precisa de un líder fuerte, un árbitro confiable y un juez justo, los tres en uno, para que todos escuchen y acaten su palabra. Debe plantarse en medio de la contienda y dirigir un mensaje emotivo y profundo a participantes y seguidores. Mientras estos piensan solamente en su propio bienestar y en sus recompensas, y urden tramas para eliminar políticamente a sus adversarios, el líder debe tener en la mira al partido, a su doctrina y a los objetivos transformadores trazados por el Presidente López Obrador, su fundador y guía moral.
El único escenario que conjuraría una asonada es la firma de un pacto de no agresión, un pacto de concordia más que de unidad, ya que los aspirantes no se enfrentan por una afiliación al partido; no. Todos son morenistas, y en eso raqdica la unidad básica. La lucha se da por la falta de respeto y por la ambición de apoderarse de la candidatura, aunque tengan que manchar la imagen del partido o corran el riesgo de disminuir las posibilidades de victoria.
Las guerras sucias no se detienen por sí solas. Más bien, ninguna guerra termina por sí sola. La destrucción se detiene hasta la firma de un acuerdo de paz.