Por:Mauricio Fernández Díaz
Su destino esta sellado desde las cúpulas de Morena y su propio partido.
Oscar Luebbert lo reafirma. CDV no ganó; el PRI entregó el estado
El PAN nunca ganó Tamaulipas; fue concertacesión
Ciudad Victoria.- La alternancia política del año 2000 fue un acontecimiento histórico que dio acceso al poder a los ciudadanos y motivó la solución de los problemas sociales por medio de elecciones libres, y no por golpes armados ni guerrillas.
Todo el país estaba emocionado por el cambio que suponía y del que ahora sería un celoso guardián. Nada lo satisfacía más que participar en campañas justas, competitivas y creíbles, todo lo contrario de la “herencia priista” de corrupción, inequidad y fraude.
Por esa razón, los habitantes del antiguo Nuevo Santander no pudieron sino celebrar con júbilo el resultado electoral de 2016: Tamaulipas desterraba al PRI después de 80 días, y subía al poder a la oposición, representada por el PAN.
Nos creímos demócratas, civilizados, modernos. Nos sentimos dueños de nuestro destino.
Pero el entusiasmo pronto dio paso a la verdad: el régimen conservador se reveló casi como un clon del viejo priismo, una autocracia desinteresada en los temas sociales como la pobreza o la inseguridad, y guiada principalmente por su sed de beneficios personales. Habían llegado al Palacio Estatal con las consignas “Vientos del cambio” y “De que se van, se van”, solo frases infantiles para endulzar el oído. Desde el primer día defraudaron a electores y ciudadanos que creyeron tener un liderazgo auténtico, honesto y de miras elevadas.
De hecho, esa fue la imagen que ‘vendió’ Francisco García Cabeza de Vaca a los tamaulipecos: el de un joven político comprometido con la democracia, la transparencia y los derechos humanos. ¿Quién no querría un gobernador de esas características?
Tan pronto se quitó el disfraz, delante de todos, apareció el hombre real que no era un líder, ni demócrata ni reformador. Lo presentíamos en lo interior, lo escuchábamos en la calle, pero faltaba la confirmación, el testimonio de alguien cercano a los hechos. Y ese testigo apareció.
Nos referimos a Óscar Luebbert, ex senador y dos veces alcalde de Reynosa. Rozó la candidatura del PRI al gobierno de Tamaulipas en 2004, pero una decisión sentimental se inclinó por Eugenio Hernández. Por compartir la ciudad de origen con Cabeza de Vaca, y mantener contacto con el poder central, ha conocido como pocos el tipo de negociaciones entre partidos para incidir en las elecciones locales. Sobre el particular, Luebbert reveló una pequeña muestra de esos secretos políticos.
“Las concertacesiones y negociaciones impuestas desde fuera son las que ha entregado al PRI en Tamaulipas. Solo refiero a la entrega de Reynosa a Cabeza de Vaca por la intervención de los hermanos Bribiesca, hijos de Marta Sahagún, y la entrega de la gubernatura al PAN por el chantaje de votar a favor de la reforma energética de los panistas, entre ellas la de Tamaulipas a Cabeza de Vaca. Hoy, otra vez, ¿quieren imponer al priismo tamaulipeco su rendición y desaparición desde el CEN?” (Por legibilidad, se le hicieron correcciones ortográficas, pero se han respetado las palabras usadas).
La aseveración de que la gubernatura de Tamaulipas para Cabeza de Vaca fue un pago de favores al PAN ya se había manifestado dentro de la denuncia contra Emilio Lozoya por corrupción. Lo destacable ahora es que lo validen por segunda vez en medio de una crisis política en Acción Nacional, que ya no convence a casi nadie ni despierta la confianza de las mayorías como antes ostentaba.
En Tamaulipas, también, se escribió el mito de “la ola azul” y los “vientos del cambio”. Presumían ser la mejor opción para el estado después del PRI. El cuento se dio por bueno y se le permitió a Francisco García Cabeza de Vaca gobernar a sus anchas, lo que significó darle poder. Y tan pronto tomó decisiones, el hombre se mostró frío, distante y autoritario, la imagen contraria de alguien que decía llegar para servir a la gente.
Así, en línea con la información disponible, García Cabeza de Vaca nunca fue un líder, un abanderado de causas ciudadanas o una persona ejemplar para un grupo de seguidores. No. A él le prestaron el poder, se lo dieron en la mano. Nunca se lo ganó ni fue mejor que sus rivales en la campaña de 2016. Si la voluntad presidencial quería que ganara, aunque con ello traicionara al PRI, podía hacerlo, podía ayudarlo de mil formas sin quebrantar la ley, al menos de manera visible. El significado de estas acciones es evidente: nunca hubo panismo, la gente no estaba loca por Acción Nacional ni pretendía mantenerlo en el poder 18 años, como llegó a decir una de sus figuras, delirante de triunfo.
Ya en el poder, García Cabeza de Vaca y su gente hubieran podido hacer simpatizantes, congraciarse con los ciudadanos o reunir el apoyo que les hiciera falta. Pero incluso desperdiciaron esta oportunidad. Quizás sintieron que, al deberle la gubernatura a una decisión de estado y no al voto libre, no necesitaban el afecto de las personas, que ellos podían solos y que el poder nacional nunca iba a salir del bipartidismo PRI-PAN. Muy dura ha sido la lección que aprendieron por confiar en sus prejuicios.
Sin la ayuda de un presidente priista, sin el poder del Estado mexicano a su favor, ¿de dónde sacará fuerzas Acción Nacional para competir en la elección de gobernador en 2022? ¿Quién, en verdad, quiere otros seis años de administración panista?
Es hora de asestarle a Cabeza de Vaca su lema de campaña en 2016: “De que se van, se van”.