Maki Ortiz quiere imponerse en Morena
Por: Mauricio Fernández Díaz
Ciudad Victoria.- Maki Ortiz Domínguez, alcaldesa de Reynosa, ha sostenido duras batallas a lo largo de su vida; la más importante ocurrió en 2014, siendo senadora, debido a un cáncer que la condujo al Instituto Nacional de Cancerología. No bien la estabilizaron de ese mal cuando la atacó un infarto cerebral. Se repuso de ambos, pero muchos vieron en estos eventos el final de su carrera.
Su familia también la quería en casa, separada de tensiones y desgastes, en la paz de los suyos. Ella, sin embargo, pensaba diferente.
Maki Ortiz, médico de profesión, considera a la política su verdadera vocación, única que le llega al alma; ni la medicina, la vida familiar o el retiro le provocan tan grande felicidad. Mandar, sobresalir, dominar, he aquí sus principales pasiones. Fuera de eso, todo le aburre o cansa. En estos días, trae en mente una nueva obsesión que no la deja tranquila.
Cuesta trabajo entender cómo alguien con riesgos altos para su salud no se detiene un instante a disfrutar los logros ya conseguidos: Diputada Federal en 2003, Subsecretaria de Salud en 2006, Senadora en 2012, presidenta municipal de Reynosa en 2016 y, dos años después, reelecta al mismo cargo para el periodo 2018-2021. De hecho, en su etapa de alcaldesa, tuvo una recaída de consideración. En 2018, durante el Día del Trabajo, Maki mostró su peor aspecto en público: pálida, temblor de un brazo (llamado ‘temblor esencial’ en medicina) y problemas de equilibrio. En suma, una enferma crítica.
Se habló nuevamente de su retiro de la política y del inicio de una terapia de larga duración. Se ausentó por varios días, y muchos vieron en eso la confirmación de los rumores. No obstante, a mediados de 2018, Ortiz Domínguez volvió a sorprender a propios y extraños; estaba curada y quería ir por más: la reelección de la presidencia municipal. ¿Tendría fuerzas suficientes? ¿La aquejarían recaídas? ¿Sería prudente recorrer calles en su condición? Maki hizo una campaña intensa, frenética e incansable, como una jovencita, y ganó la reelección. De aquella mujer destinada a vigilancia médica, frágil y macilenta, no quedaba nada.
Los ojos de Ortiz Domínguez están puestos ahora en la gubernatura de Tamaulipas, y ya se sabe hasta qué punto se obsesiona con proyectos políticos. Como ya rompió con el PAN, el partido de toda su vida, se ha propuesto adoptar las siglas de Morena, favorito para la elección de referencia en 2022. Maki no es fundadora, miembro ni simpatizante, pero eso no le preocupa: ha dicho que se registrará en el proceso interno, y lo ha hecho con la seguridad y convicción de quien lo merece por alguna virtud o gracia. El primero que llegó al instituto de izquierda fue su hijo, Carlos Peña, quien ganó en este año la alcaldía de Reynosa, misma que le cederá de su propia mano. Ella, por otro lado, ha presumido cierta protección de parte del Presidente de la República durante su labor como alcaldesa.
Si estas razones le parecen pocas a alguien, la señora le restregará las siguientes: ha ganado cinco elecciones, y gobierna con las bases populares, con la gente.
Y del senador Américo Villarreal Anaya, virtual ‘favorito’ para la candidatura en cuestión, ¿qué piensa? “Ha estado ausente en estos municipios”, responde.
Así, Maki Ortiz promueve a Maki Ortiz como la mejor opción de Morena en Tamaulipas.
¿Pensará la chihuahuense (en efecto: proviene de allá) que la Cuarta Transformación funciona igual que Acción Nacional? ¿Cree que su brillo encandila a la izquierda tanto como a la derecha? ¿Se sentirá, acaso, una líder morenista, con influencia en ese partido? Tenemos la impresión de que Ortiz Domínguez quiere ser tratada en la familia guinda como lo hacían en la azul, donde ella partía plaza y era una voz escuchada. Pobre; ha cometido el pecado de Lucifer: la soberbia. En vez de ponerse a las órdenes de su nueva confraternidad, quiere que ellos se pongan a las suyas. En 2006, cuando López Obrador exigía “voto por voto, casilla por casilla”, ella apoyaba la imposición de Felipe Calderón en la presidencia tras una elección de dudosa legalidad. No hace ni cuatro años que estaba del lado de la reforma educativa y la privatización del petróleo. Y ahora quiere abanderar la política de “primero los pobres” en Tamaulipas.
Ha sido el senador Ricardo Monreal, líder verdadero de este Movimiento, uno poderoso y muy astuto, quien ha salido a responderle, aunque se reservara su nombre. “Hasta del otro lado quieren ser nuestros candidatos”. Esto dijo el zacatecano en el informe legislativo que ofreció el senador Américo Villarreal Anaya. ¿Cuál puede ser ese otro lado al que alude? Si lo dice desde la izquierda, por fuerza se refiere a la derecha, el ala opuesta de los morenistas.
Maki esperaba que le tendieran una alfombra roja para su entrada triunfal en la candidatura, pero ya le advirtieron que es no indispensable ni esperada ni, menos aún, favorita. “(Antes) andábamos tocando puertas para que aceptaran ser candidatos. Ahora sobran, parecen hongos”. Con esas palabras, Ricardo Monreal le ha enviado un saludo claro a la alcaldesa de Reynosa y sus aspiraciones. Le recuerda la historia que ella representa, y que quizás aún lleve en la sangre. Porque no se puede ser de izquierda de un día para otro ni sustituir tan fácilmente unos principios por otros. No hay incongruencia accidental en esas transformaciones; más bien es oportunismo e hipocresía.
Quizás convenga preguntar a sus excompañeros del PAN si Maki Ortiz es capaz de honrar los principios de la Cuarta Transformación, al decir del Presidente López Obrador: “No robar, no mentir, no traicionar”. Ya podemos adivinar la respuesta.