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Mario Delgado y Erasmo González :Aves de tempestades

Por:Mauricio Fernández Díaz
Se hartan morenistas de Mario Delgado y lo tunden a huevazos

Ciudad Victoria. – Hay que ver la reacción de los morenistas cuando Mario Delgado los visita para saber cuánto aprecio y colaboración hay entre ambos. El presidente de Morena ha tenido un comportamiento muy exhibicionista, y resulta normal que se hable de él. Quizás hubiera preferido hacer fama por su liderazgo, su defensa de las causas sociales y su lucha por la democracia, pero el destino le tenía reservada otra misión.

Aquí, en Tamaulipas, su nombre no está asociado a los mejores valores y principios de la política. Pregunten a los grupos morenistas si Mario Delgado les ha cumplido en algo. Pregúntenles cuántas veces se ha reunido con ellos, cuántas veces han tomado acuerdos, juntos, o cuándo los invitó al proyecto electoral de 2022. Desgraciadamente, es más fácil hallar respuestas positivas si planteamos estas preguntas a priistas, panistas y empresarios.

Mario Delgado, acompañado de su ahijado político Erasmo González, han abierto un hueco profundo en el morenismo tamaulipeco. Aquí, ni la derecha ni el PAN polarizan tanto a los morenistas como el señor Delgado. Condujo un proceso interno de resultados dudosos que favoreció a Américo Villarreal; dio espacio y atenciones a un empresario ligado con el tráfico de influencias, y su interlocución solo la concede a tres personas cuando hay, por lo menos, 524 mil votantes que los apoyaron en la elección local de 2021.

En Tamaulipas, o sienten desprecio o sienten simpatía por Mario Delgado. No hay medias tintas.

En otros estados, don Mario es también un ave de tempestades que provoca división, choques y polarización. Y tiene la mala costumbre de cometer los mismos errores en todos lados: elecciones injustas, elitismo político y tráfico de influencias. Hasta ahora, no ha habido uno solo que le reconozca una virtud cívica.

Pero en otros estados, definitivamente, ya están hartos de Mario Delgado. Y se lo han expresado de la manera más apestosa y humillante que pueda haber: a huevazos.

Ni panistas, priistas o perredistas, a pesar sus diferencias con Morena, han recurrido nunca a arrojar cosas podridas al líder del partido dominante. Lo han denunciado, discutido y descalificado. Pero aborrecerlo con objetos lanzados, eso solo los morenistas. Han sido tan frecuentes estas agresiones que ya no pueden llamarse ‘incidentes’.

Estaba Mario Delgado en Durango, muy contento. Era el 29 de enero, casi al mediodía. Iba a entregarle la constancia de precandidata a Marina Vitela; ella competiría por la gubernatura. En el momento mismo de extender el documento, los duranguenses lo tupieron a huevazos.

“¡Corrupto! ¡Traidor!”. Gritaron los morenistas inconformes, alineados alrededor de José Ramón Enríquez, el aspirante descartado. Delgado salió precipitadamente del salón donde se realizaba el acto y subió a una camioneta blanca. Incluso a este vehículo le lanzaron piedras y huevos.

El presidente de Morena se presentó hoy en Aguascalientes. Acudió a una conferencia de prensa en un restaurante para hablar de los resultados del proceso interno en la entidad, que terminó en la candidatura de Nora Rubalcaba, y temas de la agenda nacional. Delgado salió del local y apenas abordó su vehículo, un grupo de morenistas lo despidió a huevazos.

El señor es visto, en realidad, como un operador político, esos que hacen tratos sucios, pactos a escondidas y relaciones inconfesables. Ni hombre de ideas ni luchador social. Esta opinión la comparte el ala dura de Morena, los llamados radicales, como John Ackerman y los moneros Pepe Hernández y Rafal Barajas ‘El Fisgón’. Para ellos, es de la estirpe de Ricardo Monreal, no de Andrés Manuel López Obrador.

Ese es, exactamente, el personaje que conocen los tamaulipecos: un hombre pragmático, sin lealtad a los principios de Morena y sin deseos de formar una nueva clase política, limpia de corrupción e intereses privados. Al contrario: las alianzas que ha tendido en Tamaulipas son con priistas, perredistas y hasta panistas, a cada uno de los cuales les concede un lugar especial y grandes preferencias. Casi pareciera que su propósito en la entidad es extinguir a los verdaderos morenistas.

El primero de esos priistas arrepentidos, y el que más ha dañado la causa en Tamaulipas, es Erasmo González Robledo, su excompañero diputado federal en la pasada legislatura. Lo presentó con el contratista Sergio Carmona y este, de inmediato, se dedicó a corromper a todos los candidatos en el estado, incluso al propio Delgado. Se dejaron chantajear con camionetas de lujo, grandes convites y aviones privados.

El otro priista que siente alergia por los morenistas, si no desprecio, es Américo Villarreal, el ganador de la precandidatura en Tamaulipas. El doctor se ha mostrado todavía más seco y frío, si cabe, con los militantes y seguidores de López Obrador. Si lo dudan, examinen la lista de su círculo íntimo, y si hallan a un fundador de Morena, se lo reconoceremos enseguida. Los únicos morenistas que siguen actualmente a Américo son los que no lo quieren, ya que rechazan su imposición.

Es fácil prever que cada vez habrá menos cordialidad en las visitas de Mario Delgado a Tamaulipas. No lo decimos por un deseo ruin en su contra. Solo seguimos el trazo de sus accidentados encuentros con militantes en otras entidades del país.

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