Política

Plaza de la República

Por Oscar Díaz Salazar

En el sitio donde existió por muchos años el edificio administrativo de la Aduana de Reynosa, se construyó la Plaza de la República, a pocos metros del puente internacional Reynosa – Hidalgo. El espacio se diseñó pensando que fuera la puerta de entrada a la patria, para ofrecer la primera impresión a los visitantes. En el vértice de la plaza más próximo al puerto internacional, una escultura del águila devorando a la serpiente, a semejanza de la imagen de nuestro escudo nacional, da la bienvenida a quienes ingresan a territorio nacional por este cruce. El Kiosko al centro de la plaza, la postería del alumbrado público y las bancas son de hierro fundido, y con los recubrimientos de cantera de las banquetas perimetrales y andadores que confluyen al Kiosko, son elementos que le dan al conjunto una imagen colonial mexicana.

Pero hoy la Plaza de la República tiene otro aspecto, un aspecto deprimente que dista mucho de provocar orgullo en los reynosenses. Hoy la imagen de esa plaza debería generarnos muchos sentimientos, pero lamentablemente, -vergonzosamente – solo nos produce indiferencia.

La Plaza de la República de Reynosa, el espacio creado para causar la primera buena impresión a los que nos visitan desde Estados Unidos, «el recibidor» de nuestra casa común (Reynosa), es simultáneamente dormitorio, sala de juegos, patio, lavandería, baño, cocina, comedor, área común, vivienda, mingitorio, lavabo, cuarto de servicio y cuarto de triques, todo esto y más, de miles de centroamericanos que acamparon en el sitio en espera de poder cruzar a los Estados Unidos.

El sitio impresiona. En centenares de casas de campaña se hacinan cuatro o cinco adultos que recostados, pues no hay otra manera de permanecer ahí, ven transcurrir las semanas. Los niños y niñas deambulan y corretean por los pasillos y lo que algún día fueron jardines. Por decenas juegan los chamacos, sin cubrebocas y sin vigilancia personal. La impresión en mi visita es que la comunidad cuida de todos los niños. El tránsito por los andadores de la plaza se dificulta al tener que sortear los tendederos atiborrados de ropa de todos los colores y tamaños, excepto ropa interior. El Kiosko, habilitado con «paredes» o cubiertas de plástico, parece una especie de recámara principal, en donde reposan, sentados en el piso, personas suficientes para que no exista un solo hueco en el lugar.

Un centenar de personas se aglutinaron en la banqueta norte de la plaza, precisamente en el lado que colinda con el lujoso casino de juego del que solo lo separa una calle. A treinta metros del recinto donde las personas se afanan en obtener dinero de una maquina, en un sitio aclimatado, alfombrado y con los mismos lujos y comodidades de los casinos de Las Vegas, los migrantes se aglomeran para corear los cánticos del grupo religioso que les lleva alimentos, pero que sólo los reparte hasta que concluye su improvisada rutina de arengas religiosas y cantos.

Escenas que normalmente ocurren en la intimidad, ahí se observan por todos, pues las actividades se realizan a la vista de todos. En mi visita al sitio este sábado a las 18:00 horas vi la fila de hombres y mujeres para utilizar los baños portátiles; observe a media docena de personas cepillándose los dientes, alrededor de un tinaco de agua instalado a la mitad de un andador; también pude ver a cuatro o cinco hombres, en diferentes rumbos, siendo afeitados o recortándoles él cabello.

Vi niños, muchos niños. Niños alegres. Ajenos al drama que viven. Niños jugando con otros niños. Niños correteandose. Niños comiendo. Niños con trompos. Niños con pelotas. Niños sucios. Niños sin cubrebocas. Niños en contacto con muchos otros niños y con adultos. Niños sonriendo. Niños mirando fijamente a los extraños. Niños alrededor de los diversos sitios donde se preparan y/o venden alimentos.

Lo que ocurre en la plaza puede ser interpretado de muchas maneras, puede ser vista de diferentes formas. Hay hacinamiento, falta higiene, existe mucho riesgo de contagio, son muchas personas, se observa pobreza, se entiende que no quieran dispersarse.

Me viene a la memoria el rechazo del gobernador Cabeza de Vaca al proyecto del gobierno federal de construir una Estación Migratoria, precisamente para que la federación se hiciera cargo de las personas como las que hoy acampan, pernoctan y viven, en la Plaza de la República de Reynosa.

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