Columnas

LA ECONOMÍA: MUY MALAS NOTICIAS

HÉCTOR GARCÉS

Mientras la prensa nacional se centraba en las marchas femeninas en contra de la violencia, la economía mundial sufría el contagio del coronavirus y, por tanto, los precios del petróleo y las cotizaciones del mercado bursátil se desplomaron.
De paso, el peso mexicano padeció una nueva caída, ahora de 5 por ciento, frente al dólar. Al cierre, el billete verde se vendía a 21.12 pesos.
El precio del barril de crudo mexicano cayó de manera brutal: 31.7 por ciento. A la venta, se ubicó en 24.43 dólares.
Por si faltara algo, la Bolsa Mexicana de Valores registró ayer una tremenda caída: 6.4 por ciento. Esto es un claro indicativo de que, al menos por un tiempo, los inversionistas dejarán de meterle dinero a las empresas que cotizan en el mercado bursátil. Esa es una pésima señal.
Estas son malas, muy malas noticias para la economía mexicana, la que, de acuerdo con cifras oficiales, se quedó estancada (en recesión) el año pasado, situación provocada, en buena medida, por una política de austeridad del gobierno federal que perjudicó la inversión productiva.
Esto no se trata de un simple resfriado (como diría alguna vez un tecnócrata despistado del PRIAN), sino de una enfermedad que ya es una pandemia: el coronavirus.
El problema es agudo, severo: el asunto va más allá de lo que pueda hacer el gobierno mexicano, que ni siquiera se puede coordinar a sí mismo.
El epicentro del terremoto económico se encuentra en China, en la provincia de Wuhan, afectada por el coronavirus y cuya transmisión ya se globalizó.
Wuhan no es cualquier región china. Ahí se encuentran las plantas automotrices de Honda, Nissan, General Motors, Renault y Peugeot. Ante el contagio masivo, las fábricas detuvieron su producción, dejaron de trabajar.
El efecto, como auténtica epidemia, fue más allá: mientras que en febrero de 2019, las ventas de autos en China alcanzó el millón y medio de unidades, en febrero de este año la cantidad se desplomó a sólo 300 mil vehículos.
Con una considerable caída en la venta de autos, el siguiente efecto del coronavirus en la economía mundial era lógico: el precio del petróleo resultaría afectado… sobre todo si los intereses económicos de las principales potencias son perjudicados (Rusia, por ejemplo).
Los rusos están en desacuerdo en establecer un límite a la producción petrolera a fin de mantener los precios del crudo. La reacción de Arabia Saudita, que cuenta con las mayores reservas de ‘oro negro’, fue declarar una ‘guerra de precios’. Las consecuencias ya los vimos.
En ese contexto, México ya resiente los efectos del coronavirus, una enfermedad que no solo impacta el sistema de salud mundial, sino la economía global. Italia, por ejemplo, ya prohibió las concentraciones masivas.
Uno de los afectados es el deporte, que forma parte de la industria del entretenimiento y que genera cientos de miles de millones de dólares. La Champions League, la Fórmula Uno y el Tenis ya resienten las primeras medidas (partidos sin público o dejar para otras fechas los eventos).
Las cosas se pueden agravar con suspender o, por lo menos, posponer los Juegos Olímpicos de Tokio, Japón. Esto sería histórico.
Otro perjudicado sensible: el turismo. Las aerolíneas y hoteles sufrirán números a la baja, posiblemente negativos en los próximos meses. La gente viajará menos en este año.
En resumen, la economía global apunta hacia una recesión en 2020. Y si la economía mundial se estanca, el Producto Interno Bruto (PIB) de México simple y sencillamente no crecerá -por segundo año consecutivo-.
Se reitera: estas son malas, muy malas noticias para el país, que parece más entretenido en la polarización y en la disputa ideológica.
Con una economía mundial enferma por culpa del COVID-19, México debe ‘ponerse las pilas’ para evitar que la recesión se convierta en una aguda crisis financiera.
Sin embargo, el panorama luce oscuro y desalentador.

Fuente: Expreso.press

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