¿Concluirá el ciclo del neoliberalismo en Tamaulipas?..
José Ángel Solorio Martínez
Crisis, es el concepto que mejor describe la realidad tamaulipeca. (Entendiéndose por ello, la agonía de lo viejo y las dificultades para la emergencia de lo nuevo). Es evidente: este año 2022, concluye uno de los más dolorosos ciclos históricos del sistema político regional. Cinco sexenios –Manuel Cavazos Lerma, Tomás Yarrington, Eugenio Hernández Flores, Egidio Torre y Francisco García Cabeza de Vaca–, conducidos por gobiernos deficientes, incapaces, deshonestos, antiéticos, y socios de los poderes fácticos. Esos treinta años, se entregó la autoridad pública a los poderes innombrables. No sólo al CO; eso fue, de los males –y vaya que es grave– el menos peor. El pecado capital de esos gobernadores, fue haber llevado a la mesa del gobierno, a los capitales más poderosos de la entidad y de más allá: la obra pública, pasó a manos de grandes constructores que luego se fueron convirtiendo en padrinos de una clase política que vendió su alma a los inversores limpios y sucios para llegar a las alcaldías y a las gubernaturas. (Para darnos un quemón en cuanto al dinero invertido en obra pública, sólo en un año de gobierno de Yarrington, uno de los constructores favoritos –Fernando Cano– facturó por más de ¡mil 200 millones de pesos!. En este sexenio, las cifras rebasan ese monto, con una facilidad de asombro). En promedio, por año, en esas tres décadas, los gobernadores manejaron a vuelo de pájaro algunos 70 mil millones de pesos. ¿Existe en el estado alguna obra pública, que justifique el gasto de ese dineral? Al contrario: la infraestructura urbana municipal y estatal, está hecha girones. ¿Alguna Comapa tamaulipeca, opera con eficiencia y eficacia los servicios a su cargo? ¿Existen escuelas –de nivel básico y medio– operando sin carencias? ¿Se les paga puntualmente a los profesores? ¿Ganan salarios dignos las burocracias municipal y estatal? Han sido, en suma: 30 años de expoliación incesante; tres décadas, de privatizaciones –los servicios públicos como la recolección de basura, y las concesiones de la vía pública que derivaron en aparcamientos privados– que achicaron las obligaciones gubernamentales y expandieron el poder del espacio privado y sus administradores-propietarios; seis largos lustros, en donde la seguridad pública dejo de ser una obligación de los gobiernos municipal y estatal y pasó a manos de los poderes oscuros con las consecuencias que todos sabemos por que las sufrimos. En efecto: las visiones neoliberales, nos llevaron al desastre que vemos y sentimos los tamaulipecos. (No es por intrigar, pero los cinco gobernadores de referencia, se educaron en la escuela de “elite” en donde se capacitan las clases medias de la comarca: el Tecnológico de Monterrey). La mayoría de los cinco gobernadores, han tenido –y tienen– problemas con la Justicia. Ese hecho, relata en sí mismo los niveles de ética y moral gubernamentales de esos ciudadanos que nos han representado. Revertir el estropicio –desastre, sería más ilustrativo– de esos gobiernos, no será tarea sencilla. La IV T, y su dirigente real, ya ha hecho mucho por Tamaulipas. Falta que los tamaulipecos, hagan lo necesario para que Tamaulipas tome rumbos diferentes. ¿Podrán los representantes de la IV T, con la tarea que significa dar un vuelco a la tuerca de la historia, para desplazar lo viejo y tomar su lugar como una fuerza progresista de reemplazo? En el corto plazo, no se ve posible: el nuevo gobernador, tendrá como lastre el Poder Judicial, el Poder Electoral, y el Congreso con una mayoría guinda que cuenta con una palpable minoría de saberes parlamentarios. Por lo pronto, ese escenario demanda para el 2022, un gobernador con habilidades excepcionales. Un gobernador, que traiga la camiseta guinda bien puesta –y entienda–, que la jornada que enfrentará no será miel sobre hojuelas; y sí, una responsabilidad que exige mucho talento, bastante templanza y sobrada gallardía. Falta menos, para saber el camino que tomará Tamaulipas: el de la luz, o el de las tinieblas…