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Santa Engracia, la derrota que dolió a rebeldes

Tamaulipas.- El 23 de octubre de 1913, los revolucionarios atacaban por primera vez Monterrey, ciudad defendida por sólo 600 hombres sacados de la línea de Laredo, hasta la llegada de las Brigadas al mando de los generales Ricardo Peña y Eduardo Ocaranza, que procedentes de Saltillo, obligaron a los revolucionarios a retirarse por la línea del ferrocarril del Golfo. En Linares, las dos Brigadas federales tomaron contacto con la retaguardia rebelde, pero recibieron órdenes de suspender la persecución.

A los pocos días, los revolucionarios atacarían Ciudad Victoria, plaza defendida por el gobernador Rábago.
En esos momentos, regresaba al norte el general Guillermo Rubio Navarrete con sus fuerzas de reclutas de leva, traídos desde la Ciudad de México, con una orden por escrito por el jefe de la División, general Téllez, de seguir su marcha hasta donde pudiera llegar el ferrocarril.

La marcha de Monterrey a Garza Valdez inicio el día 18 de noviembre de 1913, y fue sin novedad.
En el camino, los federales obtuvieron información sobre los revolucionarios: eran cerca de ocho mil los que asaltarían Ciudad Victoria.

Rubio llegó hasta Linares y al saber que Rábago había sido derrotado en Victoria, propuso colocarse en la línea de comunicaciones de los rebeldes para disminuir la persecución del gobernador tamaulipeco.
El movimiento estaba bien planeado, pero no era posible realizarlo con reclutas sin experiencia, a quienes ni siquiera se les acababa de dar las armas que veían por primera vez.

Rubio Navarrete
en Garza Valdez

En Garza Valdez se incorporó Reynaldo Sánchez con 180 hombres de diferentes cuerpos y el teniente coronel Manuel Arroyo Limón, con 250 infantes del 29º y 5º Batallones.

Se terminó de embarcar a las nueve de la mañana del 19 de noviembre, e iniciaron la marcha rumbo a Carrizos, donde pernoctó la vanguardia y se decidió dejar el grueso y retaguardia en la Hacienda de Trincheras.
La marcha fue muy penosa por el gran número de reclutas que componía la columna, así como carros y carretas que conducían las municiones de reserva.
Al día siguiente y reiniciaron la marcha a Tinajas y terminaron la jornada a las 10 de la noche con gran número de cansados y de insolados a consecuencia del excesivo calor y escases absoluta de agua en toda la marcha.
Ahí en ese lugar, Guillermo Rubio Navarrete supo que Victoria había caído.
A la mañana siguiente tomó contacto con los revolucionarios, pues se avistaron unos 50 rebeldes que huyeron al acercarse la columna de federales.
Se les persiguió hasta la hacienda de La Cruz, ocupando después la misma, la estación y el rancho del mismo nombre.
El día siguiente se empleó en reconocer el paso del río de La Cruz y los alrededores, así como adquirir informes de los Carrancistas.

El 23 de noviembre reinició la marcha, como a eso de las diez de la mañana.
La caballería de exploración envió informes que a dos mil metros del kilómetro 276 sobre la vía de Ciudad Victoria, se veía un grupo de rebeldes por lo que estimaban que eran 400 hombres y que juzgaban era la vanguardia del
enemigo.

En seguida se ordenó iniciar la marcha a la avanzada federal para que tomara contacto, al mismo tiempo que al Este de la vía y sobre la margen Norte del arroyo Guayabas, se estableció la Sección de Artillería para que con sus fuegos protegiera el avance de la infantería, la que avanzó desplegándose del lado Oeste de la vía.
El 5º y 29º a las órdenes del teniente coronel Arroyo Limón, con dos ametralladoras del teniente Lira y al Este, el Batallón de Zapadores a las órdenes del teniente coronel Calero, con dos ametralladoras del teniente Fuentes, formó una línea de tiradores de dos kilómetros y avanzó el paso sin disparar hasta una distancia de 500 a 600 metros, desalojando al enemigo de sus primeras posiciones, continuando su marcha hasta la estación de Santa Engracia, donde estaban fuertemente parapetados los revolucionarios, ocupando el puente del río Las Casas con un cañón de 80mm, tipo ligero.
Sobre Manuel Arroyo Limón, les diré que era nativo de Córdova, Veracruz, población donde nació en 1870.
Había sido miembro de las compañías auxiliares de Guerrero, entidad donde también combatió a los revolucionarios.
Estuvo casado con Josefa Cuevas, nativa del entonces territorio de Tepic.

Muere el capitán
Cristóbal Arellano

En Santa Engracia se realizó contacto con carrancistas, y debido a la energía del teniente coronel Manuel Arroyo Limón, se logró desalojar al enemigo en la parte Oeste, replegándolo hacia el Sur y Oeste, mientras en el ala izquierda federal, cayó muerto el valiente capitán de zapadores Cristóbal Arellano, lo que hizo que por un momento retrocedieran, recuperándose un poco con el oportuno refuerzo de una sección de ferrocarrileros.
Sobre este personaje, indague que, en enero de 1912, en el mandato del presidente Francisco I. Madero, había sido ascendido de sargento primero a subteniente, junto con Antonio Serna, ambos del Batallón de Zapadores.

Combates de
Santa Engracia
La tenacidad y valor del teniente coronel Aguirre Limón, hizo que los rebeldes abandonaran sus posiciones sobre el río, el que atravesó el mismo Limón, persiguiendo a los revolucionarios a una distancia de cuatro kilómetros, ocupando al fin la estación de Santa Engracia, muy cerca de las cinco de la tarde, y no pudieron realizar una persecución tenaz por falta de caballería.

Durante seis horas de combate, a los revolucionarios se les recogieron 18 carabinas y 60 caballos; y quedaron en el campo 19 cadáveres y 17 prisioneros.
Por parte de las tropas de Rubio Navarrete se lamentó la muerte de seis soldados de tropa y el capitán segundo Arellano, así como 24 heridos y se consumieron en el combate 94 granadas y 8 torpedos de 75mm sistema Saint-Chaumond Mondragón y 80,000 cartuchos para fusil y carabina mausser de 7mm.

El gran número de reclutas que integraban la columna quedaron como sostén y reserva y escolta de municiones.
Rubio Navarrete informaba al alto mando huertista que en general, las tropas habían cumplido con su deber, permitiéndose recomendar a los Batallones 5° y 29° y muy especialmente a la oficialidad que se distinguió por su valor y actividad en el combate: coronel Vicente Calero; coronel Agustín Cosme Hernández; teniente coronel Arroyo Limón; mayores Francisco C. Puga y a su hermano Agustín M. Rubio, y capitanes Joaquín de la Peña; tenientes José García Peña y José García de León, y Tomas Sánchez. Del arma de artillería se distinguió Esteban Colmenares y Ernesto Fernández de ingenieros zapadores.

Su inexplicable
retorno a Monterrey

El día 24 continuaron hasta La Cruz, y ahí permanecieron un día, tanto para adquirir informes, como para preparar vados para el paso del muy caudaloso río de La Purificación, lo que no pudo efectuarse sin contratiempos, pues la corriente arrastró a un oficial y a dos infantes.

A su salida de Monterrey, la Jefatura de la División le había ofrecido a Navarrete el envió de una Brigada a Garza Valdez; y de esa manera quedaría asegurada su línea de comunicaciones.

Sin embargo, un telegrama le informaba que no recibiría un sólo cartucho, ni un solo soldado.
Esto modificaba los planes, pues ciudada su línea por sólo 100 hombres, 50 en Linares y 50 en Garza Valdez, hacia probable el peligro de ser envueltos por los revolucionarios.

Al poco tiempo, recibió las ordenes de volver a Monterrey, pues se sabía que los carrancistas de Agustín Castro iban a su encuentro.

En sus memorias, el general Rubio diría que el éxito alcanzado en su avance hacia la capital de Tamaulipas, no tuvo la importancia que debiera, por tener que obedecer la orden del jefe de la División del Bravo, de volver a Monterrey.
Los federales emprendieron su regreso por Santa María, Hidalgo y Villagrán, hasta Garza Valdez, en tres días de marchas forzadas, sobre caminos sumamente enfangados a consecuencia de las lluvias y vadeando ríos sumamente crecidos.
Finalmente, en Garza Valdez tomaron los trenes y llegaron a Monterrey el 29 de noviembre de 1913.

Por Marvin Osiris Huerta Márquez

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