La modorra victorense…
María Jaramillo Alanís
Hay una modorra en el pueblo, como si ayer todos se hubieran ido de parranda. Mucho silencio.
Y es que los montajes de ayer estuvieron cómo los de Ernesto Alonso en una telenovela con las que por años mantuvieron sedada a la población.
Aunque la puesta en escena es como las Juan Orol, más dramática, descarnada, cursi, entre matones y rumberas, así lo ví ayer.
Y el actor principal acaba encarcelado o asesinado por amante, o bien, huye como un cobarde.
A media noche me moría de la risa por un intento de columna de un sicario de la información y no le daré el gusto ni de llamarlo por su nombre porque «perro que come huevo, aunque le quemen el hocico». Es la personificación del pobrediablismo (Dixit Edy Pintor) Me fui a dormir sin cargos de conciencia.
De que se van se van…eso está juramentado.
Y ya me voy, bañada y talqueada.
¡No te arrugues cuero viejo que te quiero pa,’tambor!