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En Nuevo Laredo, ejecuciones arbitrarias y protocolo de impunidad

Desde hace 20 años Nuevo Laredo es escenario de una cruda lucha entre narcotraficantes, militares y policías, que el gobierno de López Obrador no ha podido poner fin. Una de las caras de esta zona de guerra son los asesinatos arbitrarios: apenas el 10 de marzo un grupo de soldados atacó el vehículo en el que viajaban una embarazada y su marido; sólo ella sobrevivió. La familia de la víctima, lejos de recibir justicia, ha padecido intimidaciones y el abandono de las autoridades. Este caso es uno de los al menos 40 denunciados que permanecen impunes desde 2011.

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Durante minutos que se tornaron eternos, la zona centro de Nuevo Laredo, Tamaulipas, se llenó de los gritos de María Elena González, joven de 21 años con un embarazo de seis meses que suplicaba por ayuda para su esposo, Jacob Rodríguez, abatido por disparos de integrantes del 24 Regimiento de Caballería. Pasaban las 17:00 horas del 10 de marzo último.

María Elena y Jacob, de 20 años, se dirigían a la Cruz Roja para que a ella le hicieran un ultrasonido. Se transportaban en la camioneta de la madre de Jacob, una Yukon 2003 blanca, cuando escucharon detonaciones que obligaron al joven a estacionar su camioneta en una purificadora de agua. 

De repente la joven escuchó un ruido ensordecedor y el estallido de los cristales de la camioneta mientras Jacob la empujaba al piso del vehículo para protegerla. 

“Cuando me enderecé, Jacob ya traía un disparo en el cachete, salí gritando de la troca y los soldados me estaban apuntando. Les decía que no éramos gente mala, que íbamos a la Cruz Roja por un ultrasonido. Me seguían apuntando, caminé al otro lado de la troca y vi a Jacob en el suelo, un soldado le apuntaba y yo me aventé sobre su cuerpo para que no le dispararan.

Jacob, que esperaba su tercer hijo, recibió dos impactos de bala de alto calibre; una entró por la nuca y salió por la mejilla derecha y la otra le destruyó el hombro del mismo lado.

“Yo gritaba: ‘¡Ayúdenme, por favor! ¡No somos gente mala!’ Y ellos sólo me miraban y me apuntaban con sus armas. Mi esposo se quejaba y le gritaron ‘no te muevas’, él dijo que no se movería, pero que le ayudaran porque le dolía mucho. Yo seguía gritando que lo ayudaran… 

“Un militar se acercó a uno de los que nos apuntaban y le dijo: ‘No dejes de grabar’. Se siente una gran impotencia pedir ayuda y que sólo te miren, que no te digan nada”, relata entre sollozos María Elena. 

Aquel día, pese a su estado, intentó subir a su pareja a la camioneta para buscar un hospital donde lo atendieran.

Antes de mover el vehículo, al lugar llegó una ambulancia del Cuerpo de Bomberos de Nuevo Laredo, cuyos ocupantes le dieron los primeros auxilios.

Casi al mismo tiempo los familiares de Jacob llegaron al lugar del atentado. Uno de sus hermanos vio cuando un soldado le daba a otro un fajo de billetes ensangrentados. Eran 800 dólares que Jacob había ganado con la venta de un auto y que su hermano prácticamente arrebató de las manos del soldado.

Pese a que se encontraban a tres minutos del hospital de la Cruz Roja, el joven de 20 años fue trasladado al otro lado de la ciudad, al Hospital General, donde murió dos horas y media después de ser trasladado.

El homicidio de Jacob Rodríguez se convirtió en la ejecución arbitraria número nueve atribuida a miembros del Ejército, cometidas entre el 19 de noviembre de 2019 y el 10 de marzo de 2021, según el registro del Comité de Derechos Humanos de Nuevo Laredo (CDHNL). 

En general, de 2011 a la fecha los elementos castrenses en esta urbe fronteriza han acumulado 40 denuncias por ese tipo de ejecuciones. La impunidad es la constante.

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