LO QUE EL VIRUS SE LLEVÓ
Ir al cine representaba todo un escape, una aventura para toda la familia. En las grandes pantallas vimos asomarse las mandíbulas de un enorme tiburón y presenciar el trágico hundimiento del Titanic… y ahogarse un gran amor.
Ver películas en las salas climatizadas no solo era un mero acto de observar. La asistencia a ellas significaba vivir toda una experiencia sensorial acompañada de aromáticas palomitas, un hot-dog bañado de mostaza y catsup, y una refrescante coca-cola.
Hoy las salas cinematográficas están quebradas. Muchas de ellas están viviendo irónicamente “El Fin” (The End) y han cerrado sus puertas para quedar abandonadas… y con rentas pendientes por pagar.
No solo la Pandemia es la culpable. Fenómenos como el “streaming” (el modelo de ver cine a través de Internet) venía ya pisando los talones a las salas de proyección. La facilidad y comodidad de ver producciones desde casa —o en cualquier lugar con un teléfono— se ha convertido hoy en la nueva experiencia de entretenimiento.
Las compañías de cine más populares en nuestro país, Cinemex y Cinépolis, iniciaron el cierre masivo de algunas de sus salas desde el 2020. Aseguran que la medida es solo temporal aunque lo cierto es que muchas de ellas no volverán más a vender boletos de estreno ni palomitas con mantequilla derretida.
“El Apocalíptico Cierre de Cinemex”. Así tituló el jueves el reconocido columnista Carlos Mota su columna en El Heraldo y comentó al respecto: “Cinemex tenía más de 14 mil empleados. Ahora no quedan más de 40 en las oficinas corporativas, apenas suficientes para recibir correos de cobranza y posibles telefonemas de demandas”.
Según Mota se anticipa que vendrán escenas apocalípticas de “ratas y cucarachas en salas de cine vacías; afiches arrancados de películas estacionadas durante su semana de estreno; máquina de palomitas y parrillas de hot-dogs vandalizadas”.
Las cifras con pérdidas son cuantiosas principalmente para Cinemex y Cinépolis. Según la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine) el daño se resume en 334 millones de boletos no vendidos desde marzo del 2020, que en términos de taquilla equivale a 18 mil 407 millones de pesos.
Antes de 2019 se gozaba de buenos tiempos. Sin embargo, ir al cine se convirtió en los últimos años en un lujo. Los precios subieron mucho y la comida se volvió más cara.
Un padre de familia con esposa y dos hijos gastaba en una sola visita hasta mil pesos entre boletos, golosinas y estacionamiento.
Los cines ganaban además con la media hora de comerciales que proyectaban antes de la película. En muchos de ellos el mantenimiento y la renovación pasaron a un segundo plano. La experiencia poco a poco dejó de ser gratificante.
Hoy la gente compra sus palomitas en Soriana por menos de 15 pesos, una tarjeta de Netflix por 300 pesos que dura dos meses sin límite y ve una gran cantidad de contenido fílmico y de series cuando así lo desea, sin horarios que sometan al usuario.
Los vientos apocalípticos de Netflix y de la Pandemia “se llevaron” finalmente a las salas en México. Todo un drama sin duda.