Política

La revolución mexicana: vertida en tinta fría (2)

“No soy un hombre educado. Nunca tuve la oportunidad de aprender algo, excepto cómo pelear.”
‹Francisco Villa›

Por: Vicente Hernández

En la entrega anterior sobre la revolución mexicana, bosqueje brevemente la época del porfiriato, la llegada de Francisco I. Madero a la presidencia de la república, su breve periodo, y su artero asesinato junto a su vicepresidente José María Pino Suarez, así que en el presente texto tratare de hacer una breve semblanza de uno de los mas conocidos personajes que se levantaron en armas junto al llamado “Padre de la democracia”, y reseñar algunas anécdotas poco conocidas por las nuevas generaciones, así que empezare nuevamente por el levantamiento del 20 de noviembre de 1910.

Doroteo Arango Arámbula, mejor conocido como Francisco Villa, seudónimo que utilizo gran parte de su vida, nació en San Juan del Río Durango; 5 de junio de 1878, y parte de su juventud trabajo en la Hacienda Sombreretillo, hasta que en el año de 1894 a la edad de 16 años se convirtió en fugitivo de la ley por un hecho que aconteció en la citada hacienda, donde el uno de los hijos de Laureano López Negrete, propietario de la Hacienda violo a su hermana mayor, en represalia, Doroteo tomó un revólver y disparó contra el terrateniente, fugándose a las montañas, donde pasó la mayor parte de su tiempo hasta 1910.

En 1910 se unió al movimiento maderista, primero a través de su compadre Eleuterio Soto, y después mediante Abraham González, con quién tenía vínculos comerciales, en ese entonces Pancho Villa era nada más un cuatrero, un bandido social que robaba al rico para darlo a los pobres; (una especie de Robin Hood a la mexicana) sin embargo, al conocer a Abraham González, representante político de Francisco I. Madero en Chihuahua, recibió de este la educación básica que le hizo abrir los ojos al mundo político y cambiar su visión sobre su propia vida, y su relación con los que estaban en el poder.

En la lucha armada maderista se distinguió por su audacia y organización, la revolución maderista comenzó a revelar el ingenio militar y la capacidad estratégica de Pancho Villa, en El Tecolote, engañó a las fuerzas del general Navarro poniendo sombreros sobre estacas para simular un contingente mayor, obligando al general Navarro a la retirada, y en alguna ocasión les amarro ramas a la cola de los caballos para que levantaran tolvaneras, y los federales creyeran que era un contingente mayor de jinetes a caballo los que cabalgaban hacia ellos, esta táctica militar fue utilizada años después durante la segunda guerra mundial por general y estratega militar alemán Erwin Rommel, conocido por “El zorro del desierto” quien de igual manera mando amarrar ramas secas en la parte trasera de los tanques de guerra para que levantaran la arena del desierto, y simularan un número mayor de los tanques de guerra que el comandaba.

Pero quizás pocos conozcan el lado oscuro de este personaje casi de película: “Pancho Villa” que su fama trascendió fronteras, y provoco que a sus tropas se le uniera el famoso vaquero actor de cine de Hollywood Tom Mix, ya convertido en mercenario de guerra, y según la novela de Carlos Fuentes “Gringo Viejo” también se le unió el mismísimo Ambrose Bierce, talentoso columnista y editor del periódico norteamericano San Francisco Examiner, propiedad de William Randolph Hearst, y autor de un buen número de libros entre ellos “Diccionario del diablo” En 1913, Bierce viajó a México para adquirir experiencia de primera mano de la Revolución mexicana, se rumoreaba que viajaba con las tropas rebeldes de Pancho Villa, y nunca más se lo volvió a ver, de igual manera la figura de Villa atrajo la atención del periodista, poeta, corresponsal y activista comunista estadounidense John Reed que también viajo a México para cabalgar junto a Pancho Villa, e incluso lo acompañó en sus ataques por el norte de México, experiencia que plasmo en el libro “México Insurgente”.

Villa fue un hombre de carácter fuerte, quien según sus biógrafos sacaba a relucir sus instintos asesinos a la menor provocación, así lo consigna una anécdota en el libro “Las soldaderas” escrito por Elena Poniatowska: “-¡Mi general ofrece que respetara la vida de quienes se rindan inmediatamente!” Los soldados no contestaron. “Al entrar Villa en Camargo acompañado por el general Uribe, una mujer desfigurada por el dolor se precipito a su encuentro. Hincada a dos pasos del jefe rebelde, con los brazos en cruz imploro: “Señor por el amor de Dios, no mate usted a mi marido. ¡Se lo ruego por su madre! “- ¿Quién es su marido señora? -pregunto Villa. “-El pagador, un simple empleado de gobierno, el no es combatiente y ese señor que esta a su lado (el general Baudilio Uribe) lo mando con una escolta a un lugar desconocido. “Sin inmutarse, el general Uribe le aclaro a Villa: “-El pagador ya esta en la olla. “Al oírlo la mujer sufrió una metamorfosis asombrosa. Se puso de pie, la expresión de su rostro y sus palabras ya no eran de suplica sino de venganza. “- ¡Bandido hijo de…! ¡Asesino! ¿Por qué no me matas a mi también? “Sonó un disparo de pistola calibre 44, y la viuda del pagador rodo por tierra con el cráneo destrozado.” El asesinato de la mujer no basto para calmar la furia de Villa. Algunos de sus partidarios, temerosos de que las soldaderas carrancistas los denunciaran, le pidieron que también las eliminara. Villa ordeno la ejecución de las noventa prisioneras. Por último, Villa exclamo “- ¡Que diantres de mujeres tan habladoras! ¡Como me insultaron! Ya me comenzaba a dar coraje.

Con esta anécdota concluyo el texto de esta entrega, mañana terminare esta pequeña trilogía de los pasajes poco conocidos de la revolución mexicana.

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