Rosa Icela, el reto y los defectos de la lealtad
A Silvia Castillo le mataron a su hijo en marzo de 2019. Primero lo desaparecieron, en la capital de San Luis Potosí, y días después el cuerpo del joven de 22 años fue encontrado, calcinado. Desde entonces, Silvia reclama justicia. Harta del desdén de las autoridades, este sábado marchó desnuda, envuelta sólo con una lona en la que se puede ver el retrato de Alán Ibarra Castillo, su vástago. (Reforma 01/11/20))
Si les suena familiar la escena no es casualidad. Menos en estos días en que Netflix exhibe el estrujante documental Las tres muertes de Marisela Escobedo. A ella también le desaparecieron a su hija, Rubí, cuyos restos, calcinados, terminaron en un basurero. Y a ella también la desesperación por la falta de justicia la llevó a realizar desnuda una de las muchas marchas que hizo para reclamar castigo, que nunca llegó, para el asesino. De eso, que incluye el asesinato de Marisela en las narices de César Duarte, se cumplen diez años en un mes.
Menciono estos casos como ejemplo, individuales pero muy representativos, del problemón que México, y la próxima secretaria federal de seguridad Rosa Icela Rodríguez, enfrentan.
Antes de que nadie comience a hablar de fueros, de que estoy citando casos que corresponden a policías y fiscalías estatales, hago una mención más al citado documental, que todo mundo debería ver: Arturo Nahle, alguna vez fiscal de Zacatecas y hoy presidente del tribunal máximo de aquel estado, recuerda en la filmación que muchas carpetas de investigación por homicidios no sólo no registran avances significativos, sino que ni siquiera son investigadas: se archivan, dice, a dormir “el sueño de los justos”.
La semana pasada el presidente López Obrador anunció en la mañanera que le pediría a Rosa Icela Rodríguez que aceptara sustituir a Alfonso Durazo en titularidad de la Secretaría de Seguridad.
El nombramiento levantó múltiples reacciones. Se ponderó su lealtad al mandatario, se escuchó un suspiro de alivio porque el cargo no fue para un militar, se cuestionaron sus credenciales en el campo de la seguridad, se recordó que en la capital ha tenido puestos que tienen que ver con esa temática, se destacó que es mujer, que es trabajadora, que sabe dialogar, etcétera.
La discusión se enfocó demasiado en la persona y menos en la tarea, o en la que debería ser la tarea de un ministerio para la seguridad pública. Durazo se va a su aventura electoral y nadie lo extrañará: deja al país en la misma espiral violenta que abrasaba a México cuando él llegó a esa Secretaría.
Para qué fue llamada Rosa Icela y qué permite adelantar ese eventual nombramiento.
Qué maldición para los mexicanos que sus presidentes lleguen con un compacto grupo al poder y desde lo más alto de la administración pública se atrincheren y no permitan la entrada de nadie fresco. Así fueron Calderón y Peña, y así es López Obrador.
Por eso llega Rosa Icela, porque más vale alguien conocido, más vale alguien a quien Andrés Manuel considera leal.
Sobre sus conocimientos en la materia no vale la pena polemizar. Su paso por el GDF es eso, un antecedente que no dice mucho en el plano nacional, pero que sobre todo dice nada en lo sustancial: reconstruir los sistemas de seguridad pública de un país federal como México resultará imposible mientras no haya un gran acuerdo, transversal y sin límites sexenales, para construir policías locales –regionales o estatales, además de un cuerpo federal– profesionales, fiscalías dignas de ese nombre y un poder judicial no sólo capaz sino totalmente comprometido.
Para hacer eso, las supuestas cartas de buena negociadora que tiene Rosa Icela podrían servir: si de construir por fin un modelo policiaco funcional se tratara. Pero no será así. Porque independientemente de si es chambeadora y le echa ganas, de si es buena para hablar con medios, no vendrá a eso, a buscar aprovechar 4 años de AMLO y hacer un cambio real en la procuración de justicia. No. Su lealtad será su defecto: hará no lo que haga falta, sino lo que le pida el Presidente, y Andrés Manuel lo que quiere son estadísticas que se puedan presumir y no regatearle nada al Ejército.PUBLICIDAD
Así que nada cambiará. O sí: como hace una década con Marisela Escobedo, o como el sábado con Silvia Castillo, vendrán más víctimas a despojarse de la ropa para ver si así caemos en cuenta de que estamos desnudos, es decir, que no tenemos con qué arroparnos pues el sistema está construido no para hacer justicia a todos, sino –como decía Marisela– para administrar ésta y que sólo a los poderosos se les proteja antes de un crimen y en la muy desafortunada y remota ocasión en que llegaran a padecerlo. ¿Cuál cambio?