Y sin embargo, AMLO se mueve…
Los críticos de Andrés Manuel López Obrador debemos partir de la realidad: tiene, en medio de la pandemia y la crisis económica, una aprobación que ronda el 60 por ciento
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Los críticos de Andrés Manuel López Obrador debemos partir de la realidad: tiene, en medio de la pandemia y la crisis económica, una aprobación que ronda el 60%. Pese a sus errores, pese a que en cifras oficiales han muerto más de 80 mil personas por covid –en la realidad el número es probablemente tres veces mayor–, y a que han quebrado muchas pequeñas empresas y los nubarrones en la economía crecen día a día, la popularidad de AMLO no se derrumba. ¿Por qué? Porque ha priorizado y sostenido durante más de 20 años el discurso contra la corrupción y la injusticia social y porque sus dichos y hechos como presidente le permiten reforzar esa imagen y conservar la confianza de la mayoría de la población. Cierto, sus predecesores implementaron Pronasoles, Progresas, Oportunidades y Prosperas, pero ninguno de ellos ha vivido austeramente ni ha hecho que los pobres se sientan escuchados ni se ha acercado a ellos como AMLO.
Esa cercanía es tan genuina como estratégica. Como he explicado en este espacio, AMLO practica la carambola de tres bandas; la primera, en este caso, es su convicción de ayudar a los más necesitados; la segunda es su acopio constante de apoyo popular, que le sirve para someter a quienes deberían acotarlo, y la tercera es su cálculo electoral para que la 4T se mantenga en el poder. Otro ejemplo de carambola es el cierre de fideicomisos: 1) acapara recursos, 2) quita intermediarios y 3) anula “criticones” (su modus operandi: decide demoler algo que le estorba y exhibe corruptelas, que en México abundan, para justificar su decisión). Aunque dice despreciar la categorización de “círculo rojo” y “círculo verde”, es evidente que en el ejercicio del poder la tiene muy presente. Agenda gubernamental, mañaneras, giras, actos simbólicos, todo se dirige al círculo verde, a diferencia de sus contrincantes, que con honrosas excepciones actúan para el círculo rojo.
La debilidad opositora apuntala sus altos niveles de popularidad. Ante el vacío de liderazgos alternativos los partidos de oposición, que aún no se reponen de la debacle sufrida en las elecciones, no aciertan a encabezar eficazmente causas populares. Sigo sin entender por qué ningún partido opositor recogió la bandera contra la cleptocracia de Peña Nieto que AMLO tiró a la basura (no todos los dirigentes tienen cola de complicidad que les pisen). Si le hubieran exigido sistemáticamente a AMLO romper el pacto de impunidad hoy estarían alzándose con un triunfo en el terreno que la 4T monopoliza. Ahora será él quien inmerecidamente se cuelgue la medalla cuando haga campaña con sombrero ajeno durante la consulta. Se opuso a llevar a los expresidentes ante la justicia al grado de pedir que se le reiterara el mandato que ya había recibido en 2018, manifestando además que votaría en contra. Y a pesar de todo ello ya nadie podrá quitarle el rédito político de hacer historia al llamar a cuentas a uno o dos de ellos porque nadie abanderó esa indignación ciudadana. Lo dicho: y sin embargo, AMLO se mueve…
La oposición cree que, como antaño, las tesis de las élites intelectuales acaban permeando a la sociedad entera. Yo no estoy seguro de que eso vaya a ocurrir en estos tiempos; en la era de la ira las masas no solo desechan los dictados de la minoría vanguardista, sino que tienden a repudiar todo lo que huela a establishment y mainstream, incluyendo los avances benéficos para ellas. Tal vez el fenómeno sea pasajero pero, mientras dure, quienes miren hacia arriba serán derrotados por los que apuntan hacia abajo. En México, sin una alianza opositora (y todo indica que no la habrá), y salvo que haya un cataclismo socioeconómico, la victoria de AMLO en 2021 no sería sorpresiva.
Con extremismos no se vence a un extremista. Las acusaciones hiperbólicas a AMLO –que lleva al país al comunismo, que es corrupto– se caen por su propio peso. Son los señalamientos factuales –su mal manejo de la crisis sanitaria (que no procuró salvar vidas, sino administrar muertes para evitar la saturación hospitalaria), su abandono a las MIPYMES y a sus empleados en la crisis económica– los que hacen mella. Las hipérboles juegan a favor de AMLO porque evaden el debate serio: justifican la falta de pruebas covid con el sofisma de que la pandemia es inconmensurable, argumentan que no se cayó en otro Fobaproa cuando lo que se hizo fue apoyar solo a los empadronados de la 4T. Sin escuchar a las mayorías, que son las que mandan en las democracias, no puede impulsarse un cambio de rumbo. Hoy por hoy, quien no entiende las pasiones ajenas no hace valer las razones propias.
PD: Como en el antiguo régimen, en el actual el presidente controla a la Suprema Corte. AMLO operó para que se avalara su innecesario e inconstitucional referéndum (¿no que no había palomas mensajeras?) y consiguió que la justicia se sometiera a consulta. Atención: ni siquiera se trataba de un tema trascendental; era un capricho para salvar cara y meterse a la elección del 2021. Existía el mandato de las urnas y la Fiscalía tenía todo para actuar, pero el Señor presidente dio un manotazo en la mesa y el ministro Zaldívar se sacudió la arrogancia de sentirse libre, acató humildemente la voluntad superior del Ejecutivo y amarró la aprobación de 6 a 5. ¡Y todavía se atreve AMLO a presumir que ya no hay poder de poderes! Sugerencia a sus defensores de oficio: no hagan el papelón de decir que hubo “coincidencia jurídica”. Todos sabemos que lo que privó fue la presión política, pura y dura.