Sánchez Cordero: escandaloso silencio
El capítulo más reciente de este lamentable declive es el ruidoso silencio que la ministra en retiro Sánchez Cordero exhibe en torno a Ricardo Peralta
Militante del 68, feminista desde la adolescencia, hija de un legendario maestro universitario, abogada, ministra de la Corte, diputada constituyente, senadora con licencia, primera mujer secretaria de Gobernación…
Sí, es probable que Olga Sánchez Cordero sea uno de los rostros más presentables en el gobierno López Obrador. Singularmente, se trata también de la funcionaria del gabinete que mayor costo político ha tenido que pagar al defender episodios impresentables, al grado de que muchos se preguntan si ha cambiado tan profundamente solo para conservarse arriba de la 4T, o si nunca existió la mujer que tantos creyeron admirar.
El capítulo más reciente de este lamentable declive es el ruidoso silencio que la ministra en retiro Sánchez Cordero exhibe en torno a Ricardo Peralta, un personaje cariñosamente cercano a su familia, al que ella promovió desde el día uno del gobierno, pero que no ha hecho sino acumular señalamientos de una corrupción galopante. Un silencio, habría que decirlo, con aroma a encubrimiento.
Poco se ha dicho que Peralta Saucedo cargaba, desde años antes del inicio de la actual administración, una trayectoria negra en el primer círculo de Miguel Ángel Mancera, como estrecho colaborador de Manuel Granados, sucesivamente líder de la Asamblea Legislativa capitalina (2012-2015), consejero jurídico de la jefatura de Gobierno (2015-2017) y, por 10 meses, dirigente nacional del PRD, todo gracias a las directrices marcadas desde el viejo Palacio del Ayuntamiento por el ahora senador y su oscuro grupo de cercanos. En la Asamblea se le llamaba “el diputado 67”, por el poder que acumulaba.
Desde sus años como funcionario del Estado de México, hace una década, Peralta guardó relación con Luis Calvo Reyes, al que hizo director general de Juegos y Sorteos en Gobernación, cargo que éste dejó en medio de otra historia maloliente, plena de contradicciones en torno a sobornos y litigios, que tampoco ha sido esclarecida.
En su etapa más reciente, arropado bajo el ala de su jefa y amiga, que cerró con su cese en Gobernación, Peralta acumuló señalamientos de sobornar a legisladores de Baja California; de negocios en las aduanas a su cargo; de amenazar a un alcalde. Y ahora tiene un despacho de cabildeo para candidatos a gobernador en las Lomas de Chapultepec, a unas cuadras de la casona que alberga el despacho de los notarios de la familia de Sánchez Cordero.
Apuntes: Admiré a Paco Ignacio Taibo I (periodista, historiador, escritor, dramaturgo, amante de los buenos fogones) antes de ser su compañero durante 18 años en la Redacción de EL UNIVERSAL.
Me deslumbraban las tertulias que, generoso, presidía en su casa de la Condesa, al lado de la cariñosa Maricarmen (nunca me perdoné faltar a la comida en la que se apareció Serrat para elogiar a los Taibo). Ahí conocí a Taibo II, que tengo por un genio de la novela negra. Ambos nacieron en Asturias (el padre en 1924, el hijo en 1949), pero sus convicciones y la guerra los hicieron exiliarse y, primero a Bélgica y luego, a finales de los 50, a México. Poco después, aquí nació el segundo hijo, Benito, que heredó el candor paterno y no poco de su talento. No tengo duda del apego por la izquierda de “PIT I”, como muchos lo llamaban (en realidad, su nombre es kilométrico). Pero me cuesta creer que hubiera avalado el que se instara a cualquiera, mexicano o no, a dejar su patria, nativa o adoptiva, a causa de sus ideas.