Política

¿Presidente sin partido?

ORCM

CARLOS LÓPEZ ARRIAGA

Cd. Victoria.- El INE reporta cien candidatos registrados para contender por la dirigencia nacional de MORENA, 47 buscan la presidencia y 53 la secretaría general.

Batalla campal, en efecto, como en la lucha libre, entre rudos que se disfrazan de técnicos, técnicos que golpean como rudos y un abanico amplio de exóticos.

La disputa ha sido larga, problemática, accidentada y, sobre todo, innecesaria. No obstante ser el partido gobernante, su estructura territorial se encuentra todavía en pañales, en obras, en proyecto.

De 32 jefes de gobierno estatales, tiene 7 solamente. Lo cual significa que 25 entidades se encuentran gobernadas por instituciones partidistas distintas a la del Presidente.

Con registro de partido desde el primero de agosto de 2014, seis años después MORENA carece de un método regular, definido y consensado para disputarse internamente el poder.

Es decir, las dirigencias locales, estatales y la nacional. Tampoco las candidaturas a cargos de elección popular. Su consuelo es que los otros partidos están igual o peor.

En PAN, PRI, PRD y derivados priva el dedazo y los acuerdos cupulares.

Aún así, el referido proceso partidista llega tarde y ofrece un espectáculo lamentable ante el observador ciudadano, no exento de humor involuntario.

Transcurre cuando ya se encuentra en marcha el proceso eleccionario federal del próximo año. Los comicios legislativos intermedios donde serán votados 500 legisladores federales y (en paralelo)15 gobernadores, entre otros cargos.

HUELLAS DEL ABANDONO

Cualquiera que observe el calendario interno de MORENA sabrá que el relevo natural de YEIDCKOL POLEVNSKY tendría que haberse resuelto en tiempo y forma, el 20 de noviembre de 2018, una vez transcurrido su periodo de tres años (había sido electa en 2015).
Era una etapa gloriosa para miembros y simpatizantes de dicho partido, AMLO había ganado el primero de julio y se preparaba para asumir en diciembre.

El país tenía puesta la vista en los relevos de las Cámaras y Palacio Nacional. Los reflectores dejaron de apuntar hacia MORENA.

Se desaprovechó la oportunidad, se incurrió en eso que llaman PROCASTINACIÓN, al postergar, aplazar una decisión tan importante, concediéndole a YEIDCKOL el capricho de permanecer un año extra en el cargo. Año improductivo y perdido.

Una vez cumplido el nuevo plazo, 12 meses después, en noviembre de 2019, la señora POLEVNSKY volvería a la cargada con una desfachatez sorprendente y (ojo) el silencio cómplice del presidente.
Con la mano en la cintura boicotea las reuniones preparatorias de la elección interna, se ausenta cuando le conviene, suelta buscapiés entre sus amigos de la prensa, deja circular la especie de que pudiera quedarse otro año más, emprende exitosas maniobras dilatorias.

Fue necesaria una verdadera operación quirúrgica para extirparla del cargo. Pero esto ocurrió hasta el 26 de enero de 2020. Haciendo cuentas: ¡14 meses después de haber concluido el periodo para el cuál fue votada en 2015!…

¿Dónde estaba AMLO mientras tanto?… Ajeno, distraído, desatento hacia las cuestiones relativas al partido que fundó y dirigió. Al menos esta es la explicación dominante.

Aunque la suspicacia ciudadana apunta hacia una complicidad silenciosa con las maniobras oscuras de YEIDCKOL, a quien el propio ANDRÉS MANUEL impulsó para ocupar el cargo.

El partido quedaría en manos de un dirigente interino, de mediano perfil pero larga trayectoria de izquierda (PMS, PRD, MORENA) como es el barzonista zacatecano ALFONSO RAMÍREZ CUELLAR.

Hombre pachorrudo cuya gestión no parece incluir tareas de proselitismo, ni de expansión o reorganización territorial. Llegó tan solo a gestionar el vacío y encaminar su reemplazo.

CUENTA REGRESIVA

Mientras tanto sigue perdiendo hojas el almanaque. Los procesos eleccionarios del 2021 ya están en cuenta regresiva y el partido oficial continúa sin comportarse como tal.

La lejanía de ANDRÉS MANUEL hacia el instituto que lo llevó al poder parecería más emparentada con el caprichoso desdén que con la sana distancia.

Su fórmula de presidente fuerte con partido débil deriva de una concepción monolítica y unipersonal del poder. Una sola voz, la suya; con las demás instancias siempre a la zaga, incluyendo el partido.

Para quienes se interesan en las asignaturas pendientes de la vida política mexicana, el mejor ejemplo es MORENA. A dos años de su triunfo no se pueden poner de acuerdo ni siquiera en el método de elección, abundan reclamos de “piso parejo” que en buena medida alertan contra favoritismos.

Pero todos los partidos andan así, unos más, otros menos. El PRI pasó del ejercicio pleno del poder (1929-2000) a ser oposición 12 años (2000-2012) y luego otra vez gobierno (2012-2018) sin abandonar (jamás) el sagrado “dedazo”, como método autoritario para imponer dirigencias y candidaturas a todos los niveles.

El PAN tuvo dos elecciones ejemplares de abanderados presidenciales (2005 y 2012) y luego retrocedió a la autoimposición perpetrada por RICARDO ANAYA en 2017, tan descarada y aparatosa como la que consumó ROBERTO MADRAZO en 2005.

De los demás partidos hay poco que agregar. Son franquicias familiares (PVEM, PT, MC) o grupos cerrados que funcionan prácticamente como consejos de administración (PRD, PES, PANAL, RSP).

A LA DERIVA…

Hoy dice AMLO que el mejor método para una elección interna es la encuesta. Herramienta por demás impersonal (y fácilmente adulterable) que en el fondo revela la pervivencia de una muchedumbre invertebrada y sin estructura.

Multitudes sin forma, ni límites definidos. Masa ciega, muy al gusto de su líder, rasgo típico de un movimiento al que no le permiten fraguar como partido.

De haber elecciones internas ¿Quiénes tendrían derecho a votar?, ¿sus dirigencias están en condiciones de diferenciar al militante del simpatizante?…

Detalle significativo, al presidente no parece preocuparle ni le corre prisa por resolver el asunto. Incluso ya amenazó con salirse de MORENA, si no lo obedecen.
Se saldría y (además) pediría que le cambiaran el nombre para que “no se manche” la marca que llevó al poder su proyecto de la Cuarta Transformación.

¿Será por eso que YEIDCKOL quiso registrar ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) los nombres y frases de batalla de MORENA?

¿Fue por órdenes de LÓPEZ OBRADOR que buscaron privatizar el uso de eslogans y marcas como “Morena, La Esperanza de México”, “La Cuarta Transformación”, “Morena TV”, “Morena Radio”, “Morena AC”, “Morena Digital”, “Regeneración” y “Juntos Haremos Historia”?

El caso es que al presidente no parece interesarle el dejar como legado o heredar a las próximas generaciones un partido fuerte que defienda su ideario en los años y décadas por venir.

¿El partido ha dejado de serle útil?, ¿o le son políticamente más rentables los instrumentos del estado que compran votos mediante el reparto calculado de recursos?, ¿qué piensa ANDRÉS MANUEL?, ¿después de mí el diluvio?…

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