Muñoz Ledo y las aguas negras del sistema Eduardo del Río.
Hasta hace pocos años, los movimientos de izquierda en México fueron severamente vapuleados por los gobernantes en turno y sus más oscuros operadores. Es cosa de hacer memoria.
1975 en pleno proceso sucesorio, las elecciones en Nayarit culminaron con uno de los atropellos más antidemocráticos de los que se tenga constancia. El entonces alcalde de Tepic, Alejandro Gascón Mercado, quien había sido secretario particular de Vicente Lombardo Toledano y cofundador en la década de los cuarenta del Partido Popular Socialista (PPS), contendía en condiciones adversas por la gubernatura de su estado natal.
Pese a su carácter opositor y con el aparato oficial en su contra, Gascón, quien había sido el primer alcalde surgido de un partido ajeno al PRI, logró imponerse en las elecciones locales y vislumbrar de esta forma el decimonónico Palacio de Gobierno de Nayarit.
Porfirio Muñoz Ledo presidía en ese entonces el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que, se suponía, tenía el control de todo el aparato electoral a nivel nacional. Algo le había salido mal en la operación y Nayarit aparecía como una plaza perdida. Por sus ambiciones, el dirigente tricolor no podía permitir este descalabro al sistema y ver afectada su ascendente carrera.
Ante la derrota, ¿qué mejor salida que la negociación? Por encima de la voluntad popular, Muñoz Ledo se acercó al líder del PPS, el oaxaqueño Jorge Cruickshank, a quien, a cambio de una senaduría, orilló a “reconocer” la derrota en Nayarit y así cerrarle el paso a las primeras expresiones de alternancia que se manifestaban en el país.
Muñoz Ledo había asestado un golpe bajo a este movimiento progresista, pero estaba bajo presión. Tenía que rendir buenas cuentas al presidente Luis Echeverría, quien lo había distinguido con cargos como la subsecretaría de la Presidencia de la República, la Secretaría del Trabajo y la dirigencia nacional del PRI, además de haberlo considerado como posible sucesor en Palacio Nacional.
El líder tricolor no podía quedar mal con el próximo primer mandatario, José López Portillo, quien lo hizo Secretario de Educación Pública y Representante Permanente de México ante la ONU, que lo llevó a vivir en Nueva York durante cinco años.
Podría afirmarse que el hoy aspirante a dirigir Morena fue el promotor de las primeras concertacesiones en los momentos más rígidos del sistema político mexicano. Siempre hábil y dispuesto a alinearse a las circunstancias del momento, su discurso antidemocrático tuvo un giro para acomodarse a la coyuntura política: abandonó las filas del PRI, fundó el PRD, se alió con el PARM y se juntó con el PAN, para después regresar al PRD.
Hoy, su búsqueda por la dirigencia de Morena se asemeja más a una estrategia con la que pretende descarrilar el movimiento que llevó a su aliado el presidente López Obrador a la Presidencia de la República que unificar a la desordenada izquierda mexicana.
Segundo tercio. Con el apoyo de otras instancias internacionales como la Unión Europea, México impulsa al menos 19 proyectos nacionales para la creación de una vacuna contra el Covid-19.
Tercer tercio. Nuestro país tendría aseguradas 51 millones de dosis para el próximo año. El resto que se requiere para vacunar a toda la población habrá que salir a buscarlas al mercado global o fabricarlas a nivel interno.