La doctora Beatriz
José Ángel Solorio Martínez
He charlado, algunas cuatro veces con la doctora Beatriz Gutiérrez Müller: sobre libros –está pendiente la presentación de un libro suyo en Tamaulipas–; sobre Historia; sobre la violencia en Tamaulipas; sobre la familia, y sobre su proyecto cultural alternativo –el rescate de los archivos históricos locales– para el país. Sobra decirlo: es una mujer inteligente –documentadamente inteligente: posee un doctorado y la autoría de varios libros de admirable manufactura académica–, culta –aunque asome su rostro el incómodo pleonasmo, dada su trayectoria de poeta e historiadora– y una conversadora de mucha sustancia. Lo juro: nunca me llamó la atención su vestuario. Aunque puedo recordarlo: vestidos discretos –que pueden verse en cualquier aparador de la CDMX–, pantalones de mezclilla de marcas austeras y blusas de algodón como las de cualquier estudiante chilanga.Eso, no es de hace años.Las pláticas, ocurrieron en plena campaña electoral por la Presidencia, y días más tarde de que Andrés Manuel López Obrador, había hecho añicos a la Mafia del poder y a sus representantes. Me deslumbró sí, su perfil de ente profundamente académico. (Siempre me ha llamado la atención la contextura de los hombres y mujeres de la Academia: entre más sabios son, más modestos, accesibles, se comportan. Es cómo si el inacabable mundo del conocimiento, les hiciera ver lo pequeño que son y la inmensidad infinita de los saberes, los hicieran más humanos, más humanistas). Le escuché hablar de Francisco I. Madero y de sus aliados. Le oí, hacer una válida critica a un texto de dramaturgia de mi compadre Medardo Treviño. Atestigüé, sus opiniones sobre el escenario político del país. Por eso sé, que ella está mucho más allá, del superficial cuestionamiento –de la narrativa de odio de la derecha– que se centra en su hijo y su vestimenta. Si la conserva está culturalmente derrotada, se infiere: está moralmente aniquilada.