Justicia restaurativa
EL INQUISIDOR
Luis Armando Vargas Torres
Un giro de 360 grados está tomando la forma de impartir justicia en México, se aborda la esencia de la justicia de reparación del daño, las víctimas juegan un rol activo en el proceso, mientras se anima a los “ofensores” a asumir la responsabilidad de sus acciones y reparar el daño que han hecho.
El caso Lozoya ha sido un revulsivo mediático porque desnuda un problema gigantesco en México de alarma, la delincuencia gubernamental y la falta de valores de una generación de políticos formados en la lisonja, el dinero mal habido, bajo la premisa del que no transa no avanza y un político pobre es un pobre político.
Hasta ahorita era poco aplicada la Ley Federal para Protección de Personas que Intervienen en el Procedimiento Penal, al menos la que se le dio a Lozoya con carácter de testigo colaborador con fundamento en el artículo 2 inciso 10 de la referida ley.
“Podrá ser testigo colaborador, aquella persona que haya sido o sea integrante de la delincuencia organizada, de una asociación delictiva, o que pueda ser beneficiario de un criterio de oportunidad”.
Causa horror enterarnos por la investigación cómo predominan los intereses disímbolos, perversos, se encaramaron en el poder para usufructuar al país, enajenándolo a capitales trasnacionales, pervirtieron e infiltraron el sistema de justicia, tenían la seguridad que les da la complicidad que nunca serían juzgados.
Pero es más grato observar cómo el Estado Mexicano lleva como prioridad recuperar lo robado, los bienes incautados a Lozoya en Europa y México hasta por 200 millones de dólares, regresarán a las arcas públicas. Por años observamos que se castigaba al infractor, pero no se resarcían los daños a las víctimas, hay avance.
Por otra parte la investigación que se lleva en Nueva York por el caso de Genaro García Luna, Luis Cárdenas Palomino y Ramón Pequeño García, los que formaron un grupo gubernamental enquistado en Seguridad Pública, que favorecían al grupo de “El Chapo” Guzmán a cambio de sobornos millonarios envileciendo a muchos policías federales en el negocio de las drogas.
Ello le traerá repercusiones a Felipe Calderón Hinojosa y a Vicente Fox Quesada, dos expresidentes panistas que serán llamados a cuentas indefectiblemente ante la justicia americana, por lo pronto los fiscales acusan a García Luna y su clan de haber pasado 50 toneladas de estupefacientes.
México hace lo propio; Lozoya implicó a Enrique Peña Nieto y a Luis Videgaray en su denuncia de hechos, donde no salen bien librados Felipe Calderón y Carlos Salinas de Gortari, hombres que pervirtieron la política como un negocio para servirse olvidando la nobleza de ésta cuando está al servicio del pueblo.
Empresarios transas, trasnacionales corruptas, delincuentes comunes y organizados formaron una trama entremezclada donde no sabes que los malos son los de abajo, los de la elite gubernamental siempre abanderados en el servicio público.
El pueblo bueno y sabio aportó su cuota de sangre, sudor y lágrimas como diría Winston Churchill, todo para que la cauda de bandidos se enriquecieran a más no poder soñándose tocados por Dios, todo un esquema iniciado por una mente diabólica en el gobierno de Felipe Calderón.
Afortunadamente ya se inicia un equilibrio de fuerzas entre bien y mal, el mal llegará a su justo medio y el bien recupera su hegemonía, pero la justicia será el artífice protagónico de un nuevo México sin quitarle mérito a ese gran hombre que tenemos como presidente AMLO