EL TEATRO DEL ABSURDO
La afectación que produce el Virus Sars Cov 2 es temporal. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos nos dice que” el tiempo promedio que dura la enfermedad en el cuerpo humano es de entre 10 y 14 días para casos leves, y en los casos de pacientes más graves se ha tenido registro del virus en su organismo por 21 días o hasta por seis semanas después de la exposición al virus”.
06/07/20200228
Por Ernesto Parga Limón
“Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea acaso sea más grande. Consiste en impedir que el mundo se detenga”.
Albert Camus
En estos tiempos de tan aguda polarización es pertinente empezar con una aclaración.
Esto no es una diatriba en contra de los que están ahora, ni tampoco un panegírico en favor de los que estuvieron. Quizás la peor consecuencia de la polarización política sea la desaparición de las opiniones intermedias o aún más la posibilidad de estar parcialmente de acuerdo o en contra de algo. La polarización te empuja a idolatrar irreflexivamente a algo al tiempo mismo que te empuja a odiar, también irreflexivamente, a la postura que se supone contraria. Estás conmigo o en contra mía. Se cancela, entonces, la esencia misma de la democracia, de la crítica y del diálogo, de la corrección fraterna y del consejo del que sabe más. Solo queda espacio para la descalificación del que no piense como uno.
Dicho lo anterior; quiero hablar, ahora, del manejo de la comunicación pública que han hecho los responsables de trasmitir la información de esta pandemia en las conferencias diarias de las 7 pm. Solo de eso trataré hoy en este espacio.
El teatro del absurdo, (cuya exponente principal es el dramaturgo inglés Samuel Beckett con su emblemática obra Esperando a Godot), es un tipo de género artístico en donde se expone todo aquello contrario y opuesto a la razón, lo que no tiene sentido, lo que resulta descabellado, chocante, contradictorio, disparatado, irregular, además, extravagante.
Qué esperar cuando en su cotidiana intervención sobre el informe técnico el doctor responsable te saluda, con la inconexa e incomprensible frase “Buenas tardes con todas y con todos” la cosa, tratándose de claridad informativa, pinta mal, por no decir que pinta esquizofrénica. ¿Es qué cuesta tanto trabajo hacer algo bien, saludar normalmente por ejemplo?
Y abierta ya la puerta de lo estrambótico, se prosigue con la infaltable afirmación diaria del mismo doctor Alomía: “hoy observamos que afortunadamente continúa a la baja la tendencia en el número de casos confirmados situándose en solo alrededor del 22 % del número total de contagiados, es decir, este número corresponde a la epidemia actualmente activa.”
¿Qué sentido tiene esta afirmación y este porcentaje? ¿Y qué sentido tiene decir “afortunadamente”? Ninguno. Mero territorio de lo absurdo. Resulta una verdad de Perogrullo decir que hoy tenemos menos casos activos que el total de contagiados, la inmensa mayoría, ya no lo está, por el solo hecho de haber transcurrido el tiempo que dura su enfermedad.
La afectación que produce el Virus Sars Cov 2 es temporal. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos nos dice que” el tiempo promedio que dura la enfermedad en el cuerpo humano es de entre 10 y 14 días para casos leves, y en los casos de pacientes más graves se ha tenido registro del virus en su organismo por 21 días o hasta por seis semanas después de la exposición al virus”.
La gran mayoría de los contagiados, el 80% aproximadamente, por razones naturales han dejado de ser una estadística en el número global de los activos, sin apenas hacer nada. Insistir cada día en eso como si de un éxito se tratase, no solo raya en lo absurdo, sino que es, en definitiva, una torpeza en términos de comunicación.
La seria, muy seria, pregunta se debe plantear en esta manera; ¿Tenemos un número menor de contagiados alrededor del mundo cada día? y aún más concretamente ¿En México hay disminución del número de contagios? La respuesta tajante a ambas interrogantes es un terminante NO. Hoy estamos peor.
Hoy, 4 de julio, la OMS informa del récord de contagios en el mundo en las últimas 24 hora 212, 326. Nuestro país contribuyó con 6742 rompiendo su propio récord de contagios en un día. Para entender esto un poco mejor, ofrezco un par de datos más; hace justo un mes, el 4 de junio, los contagios sumaron 131,432 y hace dos meses, 4 de mayo, se contagiaron en el mundo, en 24 horas, 79 429 en plena cresta de la curva en Europa. Y el doctor Alomía hoy mismo vuelve a decir que se domó la curva.
¿Cómo se sostiene Gatell, sin sostener un solo dato? De qué sirve toda su “ciencia” sino es capaz de predecir nada, ni la cresta de la curva, ni el número de muertos, ni el fin de la pandemia, nada, absolutamente nada. Sus predicciones “científicas” que han fluctuado, absurda o descaradamente, desde los 6,000 decesos, pasando por los 30,000 que ahora tenemos contabilizados, pero que estos en realidad pudieran ser el triple según su última declaración.
¿Hay ciencia posible con semejante margen de error? Si la hay, es que vivimos ya en los confines de lo absurdo.
¿Es posible, qué envidien el manejo mexicano de la crisis en otros países? Incluso cuando estamos en el quinto lugar de muertes en el mundo.
Es Gatell tan incapaz que no entiende si siquiera que en cada conferencia trasmite un contradictorio, disparatado, e irregular informe. O lo sabe perfectamente y hace cálculo político y juega a ser el rockstar que lee poesía, que contradice y que regaña en cadena nacional a la OMS, al NYT, a los científicos más expertos y connotados en el orbe, a las mejores universidades y a quién ose mostrarle sus absurdos.
O quizás Gatell es un incomprendido dramaturgo al que no hemos valorado suficientemente, que cada tarde desde Palacio Nacional representa la nueva joya del teatro del absurdo, que utiliza deliberadamente datos y alegatos disparatados, incoherentes e ilógicos con el artístico afán de ponernos a pensar; porque lo mejor en el teatro del absurdo es no dar respuestas o no dar las respuestas que se esperan, para dejar que el asombrado espectador, saque sus propias conclusiones, que obtenga sus propios datos: si se aplanó o no la curva, si se domó o no la pandemia, si la epidemia tiene uno o muchos picos, si sirven o no las pruebas, si portamos o no cubrebocas, es cuestión de cada uno… todo es posible en el teatro del absurdo.
Cada vez hay más espectadores escépticos en espera de que la ciencia de Alomía y de Gatell les dé un solo dato, uno solo, una solo respuesta lógica y fundamentada.
Yo en tanto seguiré… Esperando a Gatell.