Política sucia y energía limpia
Carlos Marín.
Escuchar la defensa que hace el presidente López Obrador del acuerdo que frena la inversión privada en energías limpias con el eufemismo Política de Confiabilidad, Seguridad, Continuidad y Calidad en el Sistema Eléctrico Nacional incita, ignorando los riesgos de la pandemia, a alistarse y combatir a quienes llamó “estos privilegiados”, o sea los empresarios que, asegura, “estaban conspirando para destruir a Petróleos Mexicanos y a la Comisión Federal de Electricidad…”.
Debieran “pedir disculpas”, los conminó, en vez de pretender echar abajo el decreto.
Para el Consejo Coordinador Empresarial, el acuerdo constituye “un ataque frontal a la certeza jurídica de las inversiones en México, con graves consecuencias como la pérdida de empleos, de la confianza de inversionistas y afectaciones para los proyectos eléctricos (28) de todas las tecnologías en al menos 18 estados de la República, los cuales representan inversiones por más de 30 mil millones de dólares”.
No obstante, para la secretaria de Energía, Rocío Nahle, este nuevo desgreñe 4T-IP es una simple diferencia de criterios. Minimiza: “Ellos piensan así, nosotros no…”.
Alivia saberlo: se atemperan las ganas de pelear contra los abusivos nostálgicos del neoliberalismo. Total, solo son representantes de las fifís (aunque principales) organizaciones empresariales de México; la Cámara Americana de Comercio… y los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y los países de la ¿desdeñable? Unión Europea.
El gobierno prefiere mantener y fortalecer los viejos monopolios de Pemex y la CFE. Su proyecto energético se aferra al incosteable de Dos Bocas y la modernización de 60 termoeléctricas donde se queman miles y miles de barriles de petróleo y miles y miles de toneladas de carbón.
La decisión de aplicarles a las energías limpias la eutanasia quedó manifiesta el 2 de junio de 2018, cuando al entonces candidato le “molestó mucho”, al pasar ante La Rumorosa, ver los “ventiladores” de “energía eótica” (Parque Eólico de Tecate) en una “zona natural única, extraordinaria” donde tres años atrás, con inversión de 300 millones de dólares, se instalaron esos aerogeneradores. Tres o cuatro días después, quien sería su secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Víctor Manuel Toledo, se apresuró a decir esta babosada: “En el tema de energía, necesitamos diseños tecnológicos (¿desconoce los rehiletes?), no de las gigantescas aspas que giran para atrapar el aire de los territorios indígenas…”.
El 28 de marzo reciente, de nuevo en Baja California, AMLO sentenció: “Nunca más permisos para afectar el medio ambiente, para la contaminación visual. Hay que respetar la naturaleza, esto es patrimonio de la humanidad”.
¿Nadie de sus confianzas lo sabe ni le ha dicho que la belleza de aquella zona semidesértica no la alteran unos cuantos pinches “ventiladores” ni que el único “visitante” de la sierra (y muy de vez en cuando) es uno que otro canijo borrego cimarrón…?