FRANCISCO CUÉLLAR CARDONA
Desde el primero de diciembre del 2018, en todas, o en casi todas las oficinas del gobierno federal, la vida burocrática diaria, ya no es la misma. Hay silencio, malestar y desgano en todas las áreas. La vieja burocracia, la que lleva años trabajando y esperando los días para jubilarse, está desesperada. Pero los nuevos, incluso los funcionarios de la Cuarta Transformación, los del gobierno de la esperanza, están peor, por que no saben si van o vienen, y la ilusión con la que llegaron se está muriendo.
Los ajustes, los recortes presupuestales y la «austeridad criminal», así lo dicen, los tienen confundidos y en la lona. Los sueldos fueron mutilados hasta el 50 por ciento y las compensaciones desaparecieron. Cuando tienen «comisión», es decir, salidas fuera de la ciudad para cumplir con su chamba, tienen que pagar gasolinas, pasajes, comidas con dinero de su bolsillo: los viáticos son cosas del pasado neoliberal. Muchas oficinas y dependencias están cerrando porque ya ni escritorios tienen para trabajar. Esto de la austeridad republicana los tiene borde de la locura, cuentan.
Cifras conservadoras, hablan que en 12 meses fueron echados a la calle, sin liquidación más de 150 mil trabajadores de la burocracia. En el sector salud, por citar un ejemplo causaron baja 10 mil empleados, casi todos de las áreas de urgencias en clínicas y hospitales que hoy están haciendo falta para enfrentar la emergencia sanitaria. Están ofreciendo contratos temporales de trabajo a médicos y enfermeras para atender el Covid-19, pero nadie quiere entrarle por dos razones: los salarios son muy bajos, y no hay materiales de protección que les garantice no contagiarse del virus. Algunos por necesidad están aceptando, pero los están mandando a la muerte.
«Desde luego que hay despidos, y lo que molesta es que le pueden proporcionar (al Presidente) datos que no tienen contenido de la verdad. Nosotros traemos comprobado qué número de trabajadores han sido despedidos en el sector salud, qué tantos médicos, qué tantas enfermeras, inclusive radiólogos. En la Secretaría de Salud tenemos entre médicos y enfermeras alrededor de 10 mil bajas entre los que están en los institutos nacionales de salud, Hospital Infantil, Hospital General, Hospital de la Mujer, están documentados», denunció el líder nacional de la FSTSE, Joel Ayala.
El panorama es tan sombrío en las dependencias federales, que ya se habla de una renuncia masiva de funcionarios de fueron nombrados y que creyeron que fue por un pago o un premio por sus servicios a la 4T.
Pero el desgano y el enojo en las delegaciones por los pocos estímulos, es nada con el problema verdadero que existe. El asunto es que hay una parálisis casi total en las oficinas. Solo están trabajando aquellas en donde se empadronan y se reparten los programas sociales, fuera de eso, nadie hace nada. Y si los llamados «superdelegados» que llegaron con la bandera de deslumbrar con sus acciones en los Estados, hoy están reducidos a nada. En las áreas de comunicación social de todas las dependencias, está prohibido hablar, todos están amordazados, todo lo tienen centralizado en la ciudad de México, «si quieren saber algo, escucha o ve las Mañaneras del Presidente», respondió un jefe de prensa.
Si antes del confinamiento provocado por el coronavirus, el gobierno federal estaba patas arriba, con esta a pandemia, el caos se volvió total. Y lo peor, es que no hay una luz de esperanza de que esto cambie. Tendría que ocurrir un milagro, y vaya que hace falta.
Ante esto, los gobernadores son los que están sacando raja política. Como la Federación anda extraviada peleándose con los fantasmas del pasado, con los conservadores y la prensa fifí, en los Estados los poderes locales se fortalecen y fijan sus reglas para jugar en la próxima batalla electoral del 2021.