Economía y bienestar | Entre el crecimiento de la población pero no de alimentos
ROGELIO COGCO.
A principios del siglo pasado, concretamente en el año 1900 México contaba con una población de 13.6 millones de habitantes
De los cuales un poco más de la cuarta parte de ésta vivía en zonas urbanas y el resto en rurales sin embargo, no había una distinción entre una y otra área en cuanto a las condiciones materiales que la aparente modernización hoy le brinda a la población, como el acceso a los servicios propios de la urbanidad, por ejemplo, a la energía eléctrica, al sistema de tratamiento de residuos sólidos, agua potable entre otros. De este momento hasta nuestros días, la fisonomía del país se ha modificado sustancialmente en términos poblacionales y económicos, hoy se tienen un escenario completamente diferente, nuestro país cuenta con más de 125 millones de habitantes, donde más de una tercera parte habita en las zonas urbanas, lo anterior nos lleva a revisar, lo que en 1789 el economista T. R. Maltus expresaba en su obra titulada Ensayo sobre la Población, en ella expresa ideas por demás interesantes, en el sentido de exponer que la población cuando no encontraba impedimentos tendía a crecer de manera geométrica, es decir de manera exponencial, en tanto los alimentos de manera aritmética, es decir crecían a otro ritmo completamente distinto. Lo anterior lleva a considerar que Maltus planteó una visión pesimista del crecimiento poblacional y la tendencia al límite que se llegará en un futuro en la producción de alimentos, por ello es necesario no perder de vista tal planteamiento cuando existen en el mundo más de 7 mil 500 millones de personas y la producción de alimentos se plantea hoy a nivel planetario con sus respectivas consecuencias.
En el caso de México, con una población que ha venido en ascenso en los últimos cien años, así como un cambio de fisonomía económica, donde se pasó de ser un país agrícola que era la actividad económica preponderante a principios de siglo pasado a ser una economía con mayor dinamismo en el sector secundario y terciario, es decir en el sector industrial y de servicios, pero qué paso con el campo mexicano y los productos que provienen de dicho sector, durante mucho tiempo se pensó en aras de ser un país moderno, que se tenía que dejar de ser rural y por tanto, apuntalar una política de reconversión económica tendiente a generar cambios en la estructura industrial, y los productos del campo era más conducente importarlos que producirlos localmente; así en nuestro país, a pesar de contar con cerca de dos millones de kilómetros cuadrados de territorio, y de ahí las tierras que son susceptibles de cultivo, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) afirma que el sector primario de la economía contribuye con el 3.1 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), donde la agricultura y la ganadería aportan el 2 y el 1 por ciento respectivamente mientras que las actividades forestales y la pesca contribuyen con sólo el 0.1 por ciento, en un boletín del Senado de la República del año 2017 citando a la FAO, refiere que México compra en el extranjero el 43 por ciento de los alimentos que consume, y es el segundo país importador de alimentos per capita, después de Japón. Por lo anterior y de acuerdo con lo expuesto por Maltus respecto al crecimiento de la población y la producción de alimentos, es importante reconsiderarlo y reorientar el potencial productivo que puede tener el campo mexicano y verlo como un sector estratégico para el desarrollo y la estabilidad del país, principalmente en épocas de pandemia.