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El otro gallo | ¿Sexo débil?

JULIA MERAZ

Las mujeres nacemos con una bolsa a nuestras espaldas, en la que cargamos las etiquetas, los estigmas, las piedras y uno que otro sapo con el cual nos tropezamos en el camino.

No tengo idea de a quién carajos se le ocurrió que el rosa nos encanta o que de niñas deseábamos una «Barbie» o un bebé que dijera mamá, pero seguro que fue al que se le ocurrió colocar a nuestro género en un estigma.

Las mujeres nos hemos acostumbrado más por sumisión que por convicción a escuchar desde pequeñas frases que nos colocan en posición de subordinación ante los hombres, a los cuales nos inculcan atender y obedecer.

Esta escala en la que hemos sido categorizadas por generaciones, ha confundido el razonamiento masculino en cuya psique se ha formado la extraña idea de que podemos ser objeto de sus malos chistes y demás alusiones a nuestro género del todo misóginas y de mal gusto, donde olvidan que provienen de una mujer.

Sin embargo, lejos de que pudiese pensarse que tales palabras son propias del común denominador de los hombres, antes ya pensadores y filósofos célebres las externaron, tales son los casos: «Sólo el aspecto de la mujer revela que no está destinada a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los grandes trabajos materiales», Schopenhauer; «El fuerte de la mujer no es saber sino sentir, saber cosas es tener conceptos y definiciones y esto es obra del varón», Ortega y Gasset. Ambos escritores y filósofos de visión amplia, los cuales dejaron huella en la literatura y la filosofía y que a pesar de reconocer el valor de las mujeres como Proudhon, filósofo y revolucionario francés y amigo de las mujeres de gran influencia en el movimiento político e intelectual de su época, como George Sand, se llegó a pronunciar respecto de la mujer con la frase misógina por excelencia de la historia: «Las mujeres son seres de cabellos largos e ideas cortas».

Y aunque estos filósofos adornaban sus frases con palabras elegantes, el concepto es el mismo que ha sido externado en innumerables ocasiones por el común denominador de los hombres e incluso por nuestras propias madres, las cuales cargan con el peso de la costumbre a sus espaldas y que en ocasiones nos heredan.

«Atiende a tu hermano porque es hombre y tú mujer», «maneja como mujer»,»qué carácter tiene, a lo mejor está en sus días»,»claro que la ascendieron porque es mujer y como yo no uso falda», estas son tan sólo algunas de las molestas sentencias ordinarias que hemos tenido que escuchar a lo largo de nuestra vida y que para nuestro infortunio hemos aceptado como algo común y normal.

A la mujer se le etiqueta por todo por tener el ruedo de la falda arriba de las rodillas o por cubrirse totalmente; por atreverse a levantar la voz o por quedarse callada y soportar todo; por no seguir los convencionalismos sociales o seguirlos a pie juntillas; por tener hijos sin haberse casado o por no tenerlos ni haberse casado.

¿Sexo débil? Por favor ya basta de ser retrógradas. Merecemos igualdad de pensamiento y acción de parte de una sociedad machista. Es tiempo de dejar de ver a la mujer como un objeto sexual, una empleada doméstica o una incubadora.

El Día Internacional de la Mujer ahora más que nunca nos da la libertad de expresar un «basta» a todo esto y el movimiento Un Día sin Nosotras sienta un acto sin precedente pues da la libertad a la mujer de poder gritar que estamos hartas de ser tratadas como carne de cañón por sujetos que carecen de respeto no sólo hacia la mujer sino a la vida misma. Las voces de miles de mujeres deberán ser escuchadas así como las de aquellas cuyas vidas fueron sesgadas por criminales.

El gobierno deberá encontrar el camino que cambie la mentalidad de la sociedad implementando medidas que ensalcen el valor de la mujer desde el punto de vista social, laboral y como pilar de la familia desde el nivel básico; aplicando la ley de forma expedita y equitativa e incrementando las penas a fin de lograr disminuir los feminicidios y abusos sexuales contra nosotras y estableciendo mecanismos obligatorios en el mundo empresarial para ser tratadas como iguales a los hombres logrando que se vuelva más inclusivo y todo esto considerando que el respeto a la integridad de una persona, sea cual sea su género, es un derecho humano el cual nadie puede ni debe trasgredir con frases o acciones que estigmaticen, menosprecien o denigren.

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